Próxima estación… ¿Crisis alimentaria? | Eusebio Alonso

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En mi artículo anterior, “Jugando con fuego”, exponía mi certeza de que la mayor parte de las cosas que nos ocurren son consecuencia de acciones u omisiones intencionadas. Pongamos por caso, que sube de forma exorbitada el precio de la energía. Sería ingenuo pensar que se trata de una desgraciada coincidencia fruto de un malhadado alineamiento astral.

Abandonando la explicación astrológica por poco creíble, parece que lo sensato sería pensar que esta subida del precio de la energía es el resultado de una mala política energética que nos hace extremadamente dependientes del exterior y, en consecuencia, más vulnerables ante imprevistos. Sea porque priman en la toma de decisiones consideraciones ideológicas por encima de los intereses de la sociedad, sea por ineptitud manifiesta de los que las toman, o sea por ambas cosas a la vez. Nos guste más o menos lo que vemos, las evidencias no se pueden discutir.

También podría ocurrir que nuestros dirigentes actuasen, con alguna frecuencia, de forma dolosa. Tal vez no sea demasiado aventurado decir que la explicación al problema aludido pudiera tener algo que ver con el proceso de guiado de la sociedad para que vaya aceptando, por la vía de unos hechos más causales que casuales, la inquietante agenda 2030 como única solución viable que garantice, supuestamente, el futuro de la humanidad. Por favor, no olviden el lema de esta agenda: “pobres pero felices”. El camino hacia la pobreza está servido.

Cambio Climático

Primero surgió la teoría del calentamiento global, teoría que erró en todas sus predicciones catastrofistas y que terminó llamándose cambio climático que suena menos comprometido para mentes un poco más despiertas. Este fenómeno sería el supuesto causante de todas las desgracias en materia climática que acontecen y pueden acontecer en nuestro planeta.

Según valoración reciente de Sánchez, autoproclamado «experto» climático: “el cambio climático mata”. ¡Como si antes no hubiera habido incendios en verano! Muchos de ellos, como siempre, intencionados. ¿Para que dar una explicación rigurosa a la parroquia, si casi nadie la pide? Curiosa preocupación por el medio ambiente la de este Sánchez que, por hacerse una foto para los medios, no tiene empacho en movilizar, ida y vuelta, 3 costosos y contaminantes medios de transporte: Superpuma, Falcon y Audi A8; con objeto de cubrir una distancia de sólo 300 Km. ¡Haz lo que yo diga, pero no hagas lo que yo haga! Lema que todavía sigue entusiasmando a ciertos colectivos, no especialmente sobrados de espíritu crítico.

Hacernos creer que los cambios en el clima obedecen exclusivamente a causas andrógenas proporciona una fuente de negocio enorme para unos pocos escogidos y una cobertura impagable para propagar el miedo y promover, interesadamente, el cambio de hábitos sociales.

Si admitieran que el clima depende fundamentalmente de causas exógenas y endógenas como es el estado de actividad solar y las variaciones cíclicas que se producen en  la órbita de la Tierra (ciclos de Milankovitch), se les acabaría inmediatamente el chollo; ya que tendrían que aceptar que no se puede hacer nada, o muy poco, para mejorar la situación. Resultaría realmente dramático para muchos que viven del cuento y se hundiría el pilar fundamental que sostiene la peligrosa agenda 2030.

Pandemia del COVID19

Llegó el virus SARS-COV2 del que no se conoce oficialmente su génesis. Circunstancia que tampoco parece importarle demasiado a la gente. Según algunas fuentes, podrían haber muerto por su causa cerca de 10 millones de personas en todo el mundo. El resultado no es cosa baladí que permita cerrar el expediente de cualquier manera, salvo que no nos importe revivir otra experiencia parecida en el futuro.

Con la excusa de la pandemia, se ha impuesto, en muchos países del mundo, un pasaporte sanitario que limita la libertad de movimiento de la gente. Resulta curioso que en la pretendida Europa de las libertades en donde no se permite discriminación por razón de sexo, religión, edad, cultura u orientación sexual; se discrimine a los ciudadanos por haber decidido, en libertad, no ponerse una vacuna sin que exista ni obligación legal ni estudio científico o clínico alguno que «justifique» mínimamente la citada discriminación. Permítaseme decir que esto huele muy mal.

Se han vendido mas de mil millones de «vacunas» que, a la postre, no han sido ni tan eficaces, ni tan seguras, ni tan necesarias para todos los colectivos de población como se nos quiso hacer creer. El negocio ya está montado y ahora la mayor parte de la población tiene asumido que tendrá que ponerse una vacuna periódicamente de por vida. Y si las expectativas de los que quieren controlar nuestro destino no se satisfacen adecuadamente, quién sabe si no aparecerá otro virus en el horizonte aún más letal y más contagioso que el anterior.

Deseemos que esta confiada afición que la población parece haber adquirido por las llamadas «vacunas COVID19» no la aproveche alguien, de forma encubierta, para vehicular sin consentimiento informado “tratamientos” espurios. Supongo que es legítimo desconfiar, sabiendo que, por un lado, hay algún que otro globalista malthusiano con influencia en las compañías farmacéuticas más importantes y, por otro, que ninguna farmacéutica se prestará nunca a una auditoría independiente sobre el contenido pormenorizado de sus vacunas, aludiendo al sacrosanto derecho de proteger la propiedad intelectual de sus patentes.

Quien crea que la OMS es un organismo independiente garante de nuestra seguridad sanitaria, estará haciendo gala de una enorme ingenuidad. La OMS sirve a los intereses de quien la financia. Tal vez precisamente por eso no sepamos jamás cómo surgió el SARS-COV2.

Crisis energética

Actualmente vivimos una crisis  energética. Unos cuentan que la culpa es de la guerra de Ucrania. Otros prefieren llamarla la guerra de Putin, para dejar claro quien es el presunto culpable. El caso es que, en una Europa que quería vestirse a la carrera de verde progre, la crisis energética la ha pillado con el pie cambiado porque ya había desmantelado las centrales térmicas de carbón y había renunciado al programa de construcción/reposición de centrales nucleares, posiblemente porque éstas no parecían tan verdes antes como dicen que son ahora. Todo ello en la confianza de que el gas ruso iba a ser siempre abundante y barato.

Las cosas han cambiado. A pesar de las sanciones económicas impuestas a Rusia, Europa sigue necesitando comprar gas ruso, cuyo suministro se ha reducido de forma notable y su precio también se ha encarecido. Supongo que estos cambios se habrán producido para «agradecer efusivamente» el alineamiento de los países Europeos en favor de Ucrania. Como siempre, la pretendida dignidad del hipócrita sucumbe ante una necesidad acuciante.

Viendo las orejas al lobo, los políticos europeos recomiendan para el futuro AUSTERIDAD en el consumo energético. ¡Qué solución tan brillante! A ver si nos sorprenden y predican con el ejemplo.

En el caso de España, enemistados con Argelia por un capricho, no sabemos si gratuito, de nuestro idolatrado presidente, hemos dejado de tener un precio ventajoso en el suministro de gas. Sorprende que las reservas detectadas de petróleo y gas, aún no explotadas, en aguas territoriales canarias sigan esperando que alguien, más espabilado o menos escrupuloso que nosotros, quiera explotarlas. De momento, Marruecos sigue ampliando sus aguas territoriales sin que nadie le dé la batalla legal.

Aprovechando el rio revuelto, USA hace su agosto con la venta de gas licuado a Europa. Otro negocio más para algunos y más ruina para otros. Circunstancia que apreciaremos mucho mejor cuando llegue el invierno.

La crisis energética, por efecto dominó, está produciendo un aumento de la inflación que se une a la recesión creada por el COVID19. O sea, parece que vamos avanzando, al dictado, por el camino de la pobreza.

Crisis alimentaria

O mucho me equivoco, o en breve viviremos un grave encarecimiento de bienes de primera necesidad y una crisis de abastecimiento. Supongo que se culpará a la recesión y a la inflación sobrevenidas como causas principales. Yo culpo también, entre otras cosas, al desmantelamiento intencionado de la producción agrícola de nuestro país como consecuencia de las exigencias de la política agraria europea, a la subida escandalosa del coste de los combustibles y a las limitaciones de impacto medioambiental impuestas por el Foro Económico Mundial y el Foro de Davos que afectan a toda Europa que ya están empezando a cabrear seriamente a los agricultores de los Países Bajos. Los pequeños agricultores tendrán cada vez más dificultades para mantener su actividad y dejarán la Agricultura en manos de las grandes monopolios de explotación agrícola.

Puede que no sea tan sorprendente que conocidos globalistas, como Bill Gates, estén comprando enormes extensiones de tierras de uso agrícola sin que las sociedades antimonopolio les pongan freno. ¿Se trata de algo casual o de un plan premeditado para controlar la alimentación a escala mundial? Supongo que también, por mera coincidencia, este señor tiene intereses en alguna farmacéutica que fabrica las «vacunas» para el COVID19.

Si añadimos al cóctel que la ganadería, tal como hoy la conocemos, puede que tenga los días contados dado que, según dicen los que se llaman “expertos” en cambio climático, el metano que producen sus ventosidades es inaceptable para hacer un planeta sostenible libre de efecto invernadero; el futuro no parece nada prometedor.

Los monopolios nunca han sido buenos, ni siquiera a pequeña escala, porque impiden la competencia que es clave para mejorar la oferta de productos y servicios en calidad y en precio. A escala mundial, resultan siempre sospechosos y tremendamente inquietantes.

¿Alguien en su sano juicio puede pensar que todo esto que nos ocurre obedece a la casualidad? En mi opinión, el asunto parece claro: las élites globalistas, con la complicidad de los gobiernos de la inmensa mayoría de los países europeos, pretenden controlar la sanidad, la energía, la alimentación y la educación con la excusa de una discutible percepción del medio ambiente y una aceptación de la acientífica ideología de género, para imponer, por la vía de los hechos y sin refrendo democrático, su engañosa agenda 2030.

El resultado medible, a la vista de nuestros propios ojos, es que el siglo XXI está suponiendo un retroceso, especialmente en España, de los indicadores de bienestar social. Siendo, de forma progresiva, cada vez más los ciudadanos que viven en situación de vulnerabilidad o ven su futuro seriamente amenazado.

El conocido periodista Alex Newman escribía recientemente: «Una de las cosas que a los comunistas les ha gustado hacer siempre es crear escasez y personas dependientes. Mientras haya personas independientes que puedan cuidar de sí mismas, realmente no hay necesidad de que el gobierno dirija su vida y controle todo lo que hace”. Sorprendente paralelismo entre los objetivos del comunismo, que ya sabemos sobradamente lo que da de sí, y la declaración de intenciones de la agenda 2030. Será por eso que se llevan tan bien entre sí.

Si no estoy equivocado en mis sospechas, cuestionar el contenido de la ideología del cambio climático y de la agenda 2030 acabará, más pronto que tarde, siendo declarado como un delito medioambiental grave. Igual que ya lo es mencionar cualquier aspecto positivo de todo lo que hizo Franco en sus 40 años de gobierno, aunque lo que se diga sea la verdad. Ésta es la previsible «libertad» que, de no poner freno, nos deparará el futuro. El agua de la cazuela ya empieza a entrar en ebullición y me parece que la ranita todavía no se ha enterado de lo que le espera si no se mueve. El tiempo me dará o quitará la razón.

Eusebio Alonso | Libre pensador

2 comentarios en «Próxima estación… ¿Crisis alimentaria? | Eusebio Alonso»

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