Por tierras de España: Puebla de Sanabria y Sierra de la Culebra | José Riqueni Barrios

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Puebla de Sanabria y Sierra de la Culebra

 Sitos en la capital zamorana, que allí permanecimos en su día de lunes a viernes en hospedería sobrada de largo a nuestro común linaje, una de nuestras rutas previstas -ruta de todo un día- tenía puesta su mirada en Puebla de Sanabria.

Mismamente, los sucesos que de corrido vamos a recoger a vuela pluma acontecieron en las horas de luz de un ya lejano 15 de agosto que, como tal 15 del mes séptimo, es tal vez el día más festivo de toda España. Por ello, tal jornada del calendario gregoriano nos viene deparando, de verano en verano, sorpresa tras sorpresa aquí, allá o acullá, justo cuando dicha fecha nos pilla de lleno en lo que más nos gusta y deleita como es recorrer la grande España, cada uno de sus rincones, sus villazas, villas y villorrios, que lo sabroso, pacientes lectores, es de común lo más inesperado, lo imprevisto, quizás lo pequeño y sencillo, aunque en todo esto del planificar y poner en escena nuestra proceder se acerca más a la cuadrícula que a la fantasía, cuadrícula que lo tiene todo atado y bien atado. Pero, no obstante, a decir verdad, autorrompiendo una lanza en nuestro favor, ahora, en las orillas de la vejez, nos hemos vuelto algo flexibles, como dejamos trotar a su aire ese poeta con sordina que siempre fuimos. Y, como dicen los urbanitas puro pedigrí, compartimos y somos dados a la mística que nos aconsejan esos lumbreras tibetanos de la ciudad, ese mantra tan de moda que recomienda “dejarse llevar, fluir…”.

Pero entremos en harina, pongamos freno a la narrativa y vayamos al grano, al núcleo de la temática que nos ocupa, esos relatos sobre los viajes modestos de un mortal común, que este y no otro es el proyecto grato y feliz en el que andamos sumergidos tal que en un mar de calma y felicidad, dado que estando escribiendo, el ánimo interior siempre se contagia del asunto que tratan las palabras que uno va encadenando y que bien ocasionan un dolor del alma bien una sonrisa que escapa y se esboza sin tener siquiera conciencia de ello. Por fortuna, ahora, ese clima de escritura que nos envuelve nos traslada a un tiempo feliz, un pasado que, al ser recordado, como también recogido, fijado, produce un efecto balsámico que seguro nos hace bien, mucho bien.

Desde Zamora capital, la ruta que seguimos para llegar a Puebla de Sanabria fue la que sigue:

-Zamora (centro ciudad)

-Buscar salida N-630 en dirección a Benavente.

-Montamarta y a 5 km (poner marcador parcial a cero) tomar dirección Tábara.

-Pozuelo de Tábara.

-Tábara.  Iglesia de Santa María. Su torre fue parte del monasterio de San Salvador de Tábara, sede del scriptorium en el que se ilustró el Beato de Tábara.

-Otero de Bodas y a 14 km llegamos a la autovía A-52. Aquí tenemos dos opciones: Una es ir directos por autovía hasta Puebla de Sanabria, otra es seguir por la N-525 y tomar un segundo café y dar un primer paseo en Mombuey para desde ahí llegar a Puebla de Sanabria.

-Puebla de Sanabria. Tomar dirección Gallende.

-Lago de Sanabria. Alrededores: Subir por Vigo hasta San Martín de Castañeda (vistas y monasterio) y continuar la carretera hasta la Laguna de Los Peces.

-Ribadelago Viejo.

Siguiendo el recorrido arriba anotado, el recuerdo de aquella jornada nos transporta a un breve paseo por Tábara para contemplar su iglesia románica a lo que siguió un café en Mombuey donde hicimos unas fotos a su iglesia con su peculiar torre de la que sobresale la cabeza de un buey en uno de sus laterales. Desde Mombuey, como pudiese uno suponer, no fuimos directos a Puebla de Sanabria, no, sino que pasamos de largo esta serrana localidad y dedicamos un largo rato a pasear relajados por la orilla del Lago de Sanabria, un lago de origen glaciar, y desde ahí nos llegamos a las ruinas de Ribadelago Viejo. Una placa recuerda el desastre y el nombre de las víctimas de la tragedia acaecida en la madrugada del 9 de enero de 1959 en la que fallecieron 144 vecinos por la riada que se originó tras la rotura de la presa de Vega de Tera.  El Ministerio de Vivienda de aquellos años optó por construir aguas abajo un nuevo pueblo para realojar a los supervivientes. Este último se situó a un kilómetro al sureste de la aldea arrasada, en lo que hoy se conoce como Ribadelago Nuevo.

Volvimos a la Puebla -Puebla de Sanabria, que España tiene muchas Pueblas- cruzamos a pie un puente y llegamos a una escalera interminable que salva una pared a modo de acantilado.

Mercado medieval. Puebla de Sanabria (Zamora)

 Allá arriba, una fiesta medieval en todo su esplendor nos sorprendió y acogió con los brazos abiertos. Las banderolas, águilas y halcones con su halconero, tamboriles y dulzainas, barbacoas con sus asados humeantes, grupos de muchachas ataviadas con telas de mil colores con quienes nos hicimos alguna que otra foto, puestos de cacharros de barros y artesanía variada.

En el interior del castillo -¡madre mía, qué horror da hasta recordarlo!- una exposición de decenas de instrumentos de tortura a cuál más salvaje y doloroso (picotas, garrote vil, jaulas de barras de hierro con forma humana a modo de estuche, cinturones de castidad…¡vaya con los del medievo!).

Asados, pancetas, morcillas y choricetes, vino del lugar y pastelitos medievales. Que Zamora no es tierra para hacer dieta, que por algo uno bien está en las Tierras del Pan, al norte del río Duero, o en Las Tierras del Vino, si lo hace al sur. Y ya lo recoge la sabiduría popular en el dicho “con pan y vino se anda el camino”, esto es, que para andar por la vida tampoco se necesitan grandes cosas, como así lo venimos practicando desde años ha, que con pan para alimentar  el cuerpo y vino para alegrar el espíritu va sobrado en la vida; no debiendo faltar este último cuando media una fémina, digamos que como un noble y caballeroso gesto con el que celebrar tan grata compañía y compartir vis a vis -léase mirada a mirada- las viandas del lugar, que el vino, por si aún no se ha reparado en ello, para eso está, habiendo comprobado que mucho une cuerpos y almas, si es tomado en su justa medida, ya que este licor de dioses en poca cantidad no funciona y en mucho estropea la ocasión produciendo gran malestar interior cuantas veces uno deja volar la imaginación y piensa en lo que pudo ser, pero al final no fue, y es que, el mejor artillero, bien se queda corto bien se pasa el blanco, aunque tras muchos tiros uno afina cada vez mejor, porque todo en este mundo, absolutamente todo, es cuestión de práctica y su correspondiente táctica.

Pero con las propiedades del vino y su uso más adecuado se nos ha ido el santo al cielo…Ah, estábamos arriba, en la plaza del castillo, de la que parten varias calles en lo que es un conjunto que de por sí y además ayudado por la decoración, parecía ser de otro tiempo.

Sones medievales, olores de asados y un cielo azul limpísimo. Plenamente conscientes estábamos de asistir en directo a uno de los momentos cumbres de los miles de ellos que a la par tienen lugar a lo largo y ancho de la piel de toro en fecha tan señada. Era nuestro día, una jornada de alegría en la que vivir y exprimir cada segundo se daban por hecho y acontecían de manera autónoma, como si el placer de viajar por España siguiese los latidos de su propio corazón.

Hemos comentado en alguna que otra ocasión que costumbre asentada en nosotros es curvear y rectear por las carretas más complicadas durante las mañanas y emplear las vías más rápidas y seguras por la tarde, cuando aparece el cansancio y se acortan las horas para llegar a nuestro hotel que nunca llega si nos alejamos en demasía o si montañoso y agreste es el territorio que nos trae entre manos y volante.

Vencido el día, una larga tarde de verano nos depararía uno de los más gratos recuerdos que atesoramos de nuestros viajes por España. Íbamos a cruzar la Sierra de la Culebra, alcanzaríamos el techo de esta masa forestal virgen y observaríamos las formas sinuosas de las crestas, las que le dan su nombre y en la soledad de la carreta que cruzaba este paraíso, una cierva y su cría cruzarían a pocos metros por delante de nuestro vehículo que por más señas iba a trote suave, ya que lo que allí primaba era ver y detenernos de tarde en tarde para llenar los pulmones de aire limpio y alma del éxtasis que proporciona sentirse en el paraíso, uno de los pocos lugares de España en los que habita el lobo.

La ruta que seguimos aquella inolvidable tarde es la que consta en nuestro cuaderno de viajes y salvo error al que nos haya inducido el Mapa Oficial de Carreteras 2020 que venimos comprando desde cuando lo editaba el MOPU y que forma parte de uno de nuestros imprescindibles en este trajín de recorrer la España interior, no obstante, dicha guía no es apta para grandes miopes, como es nuestro caso, y ahí andamos con una lupa dejándonos las pestañas cuando elaboramos el mapita de marras, aunque gran gozo nos depara esta útil tarea tan próxima a nuestro ser y estar.

Sierra de la Culebra (Zamora)

 -Puebla de Sanabria. Buscamos la salida a Ungilde y entraremos en una ruta absolutamente inolvidable.

-Ungilde.

-Robledo. En Robledo emplean lascas de pizarra a modo de valla y linderos.

Robledo (Zamora)

             Desde Robledo se llega al “Centro del Lobo Ibérico”. Se trata de un local expositivo que además ofrece visitas guiadas para ver lobos en semilibertad.

-Cruce a la derecha, descartar Sandín y en unos 7km cruce a la derecha en dirección a Linarejos que dista unos 2 km

-Linarejos. Linarejos pertenece al municipio de Manzanal de Arriba. En su término se encuentra la Covacha de Portillón y el Canchal de Melendro, ambos declarados bienes de interés cultural en la categoría de arte rupestre. Pero lo que más nos llamó la atención fue la construcción de las casas de antaño en la que se empleaba la pizarra negra en los tejados y la piedra en los muros. ​

Linarejos (Zamora)

-Santa Cruz de los Cuérragos. Declarado Conjunto Etnográfico.

-Vuelta sobre nuestros pasos y cruce a la derecha para recorrer unos 13 km y girar nuevamente a la derecha. A unos 4 km encontraremos Riomanzanas.

-Riomanzanas. El río del mismo nombre recorre un lateral del pueblo y un arroyillo, un hilillo de agua, lo hace a través

. Al poco de bajarnos del coche la estampa que contemplamos es la de los parroquianos, vestidos como merece la ocasión, que caminan pausadamente en ordenada fila, en silencio. Llevan a su virgen en andas por las calles del pueblo. Repican las campanas de la iglesuela. Una gaita y tambor presiden el cortejo, sus notas del ayer llaman a los vecinos a unirse a la comitiva y alegran el alma. El paisaje que enmarca estos ritos del hombre es un paisaje de ensueño, alejado del mundanal ruido, detenido en el tiempo. Asistimos a esa España auténtica, a la esencia de lo nuestro, esa España que fue y aún permanece en contados lugares. Este es uno de ellos, por más señas, un escenario como de cuento.

Senderismo en Riomanzanas

 Recordando el ayer de Riomanzanas

Por Elías Ranilla Fernández

Camino de la iglesia, el cortejo iba lanzando “aturrios”

¡¡Iuuuuu…jujuuuuu…!!

y canciones:

                           Los mozos

Qué contenta va la novia,

porque sale de soltera;

más contento va el novio,

porque va a dormir con ella.

                          Las mozas

Dicen que casar, casar,

yo también me casaría,

si la vida de casada

fuera como el primer día.

-La carretera que hemos ha traído desde Linarejos es preciosa. Tomamos dirección Villarino de las Manzanas por una carretera distinta a la que hemos traído hasta aquí.

-Villarino de las Manzanas. Una constante en esta zona es la arquitectura urbana que emplea la pizarra en los tejados y la piedra en las fachadas.

Cae sin prisas la tarde de verano en Villarino, como a cámara lenta. Son las 6:35 pm de un martes 15 de agosto de 2006. Una luz de oro convierte en tonos pastel el paisaje y eleva su belleza al máximo. Estamos en un rincón hermoso por su sencillez, rotundo por mostrar una naturaleza cuasi virgen. Más gozo no cabe en nuestro interior, porque siempre nos mueve la ilusión de toparnos con lugares como éste y ahora, en pleno éxtasis del viajero que descubre un tesoro etnográfco y paisajístico. No obstante, por ser sinceros, en el recuerdo de aquello nos asalta la conciencia y nos hace ver que en realidad fuimos unos extraños que perturbaron la paz de los lugareños y que resultaron grotescos frente a un escenario tan auténtico, tan despojado de las máscaras y ese postureo propio y definitorio de los urbanitas que habitan las ciudades con conexión 5G, esas colmenas inhumanas de la que procedemos y que nos señalan, nos delatan como “los otros”, aquellos que no pertenecen a lo rural, es decir, a la tierra, al agua, al fuego y al cielo, a nuestra madre Naturaleza.

-Figueruela de Arriba.

-Mahide.

-San Pedro de las Herrerías.

-Boya.

-Villardeciervos. Declarado Conjunto Histórico-Artístico.

ALREDEDORES: Si aún nos queda energía vital en el alma y gasoil en el depósito, desde Villardeciervos podemos dar una vuelta siguiendo las siguientes localidades: Cional (playa fluvial al borde del embalse de Valparaiso), Codesal, Sagallos, Manzanal de Arriba y Sandín.  Una vez en Sandín, tomar dirección Entrepeñas y buscar la conexión bien con la autovía (A-52) bien la nacional (N-525), dirección Benavente en ambos casos, para recorrer unos 18 km y de seguido dejar la vía que hayamos elegido y girar a la derecha entrando en la N-631 rumbo a Zamora ciudad.

-Cruce a la derecha para entrar en la N-631 hacia Zamora ciudad.

© José Riqueni Barrios | escritor

 

Deja un comentario