La pandemia ha acelerado la digitalización del sector sanitario y la adopción de la telemedicina. Sin embargo, esto conlleva riesgos, debido a la naturaleza sensible de la información personal que se recoge, comparte y almacena.
Buscando ayuda para el abuso de sustancias. Seguimiento de sus niveles de glucosa. Inscribirse para recibir terapia a través de visitas virtuales. Compartir síntomas en un portal que configura una visita al médico. Pedido de recetas on line, etc.
Hay un enorme tesoro de información de salud personal que las personas ahora alimentan o aprovechan monitores digitales, aplicaciones de salud, motores de búsqueda y otras herramientas en línea. Si se proporcionara la misma información en el consultorio de su médico, su privacidad estaría protegida. Si alguna vez se ha sentado en la sala de espera de un médico completando un cuestionario de varias páginas sobre su estado de salud e historial, se hace una idea. Pero no es así como funciona el mundo de la salud digitalizada.
En cambio, tenemos un ecosistema de abuso en el que las empresas de tecnología que se han vuelto centrales en la forma en que las personas ahora acceden a la atención médica o controlan su salud operan en gran medida fuera de la ley federal que requiere que los médicos y otro personal médico, hospitales y aseguradoras protejan la información de la salud íntima de un individuo.
Eso significa que las empresas de tecnología pueden, y lo hacen , extraer sus datos digitales en busca de pistas sobre su estado de salud, acceder a información como las recetas que compró y otros servicios de salud que podría haber buscado, y potencialmente vincular esta información a su nombre, dirección, dirección de correo electrónico y otra información de identificación personal. Los datos pueden ser utilizados por plataformas como Facebook y Google para ayudar a los anunciantes a enviarle promociones u otras comunicaciones.
Por ejemplo, en 2019, Google recolectó sin permiso datos médicos de decenas de millones de estadounidenses. El caso, desvelado por The Wall Street Journal, forma parte de una iniciativa de Google llamada Project Nightingale (Proyecto Ruiseñor) mediante la cual Google accede a la información de pacientes de la compañía médica Ascension, la mayor firma católica de ese tipo y que tiene su sede en San Luis (Misouri).
El acuerdo fue suscrito en secreto el año pasado, aunque el intercambio de datos entre Google y Ascension se aceleró este verano, de acuerdo a los documentos internos a los que ha accedido The Wall Street Jornal. Google tuvo así supuestamente acceso a los datos personales de decenas de millones de estadounidenses que residen en 21 de los 50 estados de EEUU.
Esto es, sus datos privados de un asunto tan íntimo y confidencial como la salud, con la medicina digital dejan de ser privados.
(Con información de CNN/The Defender)