La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha perdido su esencia como institución defensora de los periodistas como Vito Quiles, Ndongo o Javier Negre. En lugar de velar por la libertad de prensa frente a la intromisión del poder, parece haberse convertido en un lacayo de Sánchez. Esta actitud deja en el desamparo a periodistas críticos con el gobierno, mientras protege a los afines al espectro de izquierda y extrema izquierda. Es fundamental que la APM recupere su misión o desaparezca.
Un doble rasero preocupante
Recientemente, la APM condenó el supuesto acoso sufrido por algún periodista de TVE durante una manifestación en Madrid, organizada por la plataforma Por la España Constitucional. Sin embargo, este gesto ha generado una gran polémica por su carácter sectario. Aunque condenar la violencia contra periodistas es lo correcto, muchos se preguntan por qué la APM guarda silencio cuando los afectados son profesionales de medios críticos con el poder.
Durante protestas recientes contra la ley de amnistía, reporteros de medios independientes fueron increpados sin que la APM hiciera una sola mención. Esta actitud refleja un evidente doble rasero que pone en duda su imparcialidad.
Una institución desvirtuada
La APM nació con el propósito de ser una barrera protectora frente a la coacción política sobre el periodismo. Sin embargo, en la actualidad, parece haber abandonado ese objetivo, alineándose con una agenda que favorece al gobierno. La credibilidad de la asociación está en juego cuando actúa más como un actor político del gobierno que como un ente neutral.
El clamor de los periodistas independientes
Numerosos profesionales del periodismo denuncian la falta de apoyo cuando sufren ataques por su labor crítica hacia el poder. La percepción generalizada es que la APM se ha convertido en un organismo al servicio de una ideología concreta, de un lacayo de Sánchez. Esto pone en entredicho su papel como defensora de la libertad de prensa.
La necesidad de una reforma
Cuando una institución pierde su esencia y misión, solo tiene dos opciones: renovarse o desaparecer. La APM debe recapacitar y asumir su responsabilidad de proteger a todos los periodistas, sin importar la línea editorial del medio o la ideología del profesional. El periodismo libre y plural es esencial, y cualquier intento de coartar esa libertad debe ser condenado sin excepciones.
La APM debe demostrar con hechos que su compromiso es con todos los periodistas, no solo con aquellos afines al poder. La libertad de prensa no puede estar condicionada por afinidades políticas o por subvenciones gubernamentales. La sociedad necesita una APM fuerte e imparcial que defienda a quienes arriesgan su integridad por informar con objetividad. Si no recupera su misión, la APM corre el riesgo de quedar relegada al olvido…o desaparecer.