10 claves para derrumbar la transexualidad en los menores | Alicia Beatriz Montes Ferrer

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El Dr. John Money de la John Hopkins University de Baltimore (USA), consideraba que la identidad de género de una persona era debida a la educación que había recibido y podría por tanto ser distinta del sexo biológico con el que había venido al mundo.

Con este pensamiento se dispuso a hacer una comprobación práctica con dos gemelos de sexo masculino nacidos en 1965, con la peculiaridad de que uno de ellos había nacido con un problema físico en su órgano masculino por lo que su pene tuvo que ser circuncidado. El Dr. Money aprovechó esta situación para recomendar a los padres que lo castraran y lo educaran como una niña asegurándoles que no habría ningún problema. Y efectivamente así se hizo el 3 de Julio de 1967, día en que Bruce fue mutilado y se le reconstruyeron unos genitales femeninos externos.

La trágica historia es larga de contar, así que, resumiendo, finalmente los dos gemelos, ya de adultos, acabaron suicidándose tras una vida llena de sufrimientos por esa situación identitaria ficticia de Bruce[1].

Las hipótesis del Dr. Money nunca se pudieron comprobar, su experimento con un final terrible quedó en el olvido, pero sus ideas se expandieron a gran velocidad hasta nuestros días tal y como estamos tristemente comprobando.

Llevamos unos meses en España dándole vueltas al asunto de la transexualidad en los niños, gracias a unos políticos, que, si bien podrían definirse con muchos apelativos despectivos, me quedaré con decir que son unos déspotas sin escrúpulos.

En la sociedad el tema está latente, unos a favor, otros en contra y la inmensa mayoría no opina. Éstos últimos prefieren seguir con su vida, no meterse en asuntos tan controvertidos y escuchan como quien oye llover. Hasta que les afecte a ellos…

Pero no somos pocos los que sabemos que la transexualidad en los menores es una terrible aberración y hemos de frenar como sea que se normalice y acepte. Por esto, es importante que sepamos defender nuestros argumentos:

  1. Permitir el cambio de sexo en los menores no les supone una mayor liberación ni felicidad.

Aunque a priori nos pueda sorprender, hay bastantes personas que defienden la transexualidad en los niños. Sí, así es. El cambio de sexo para éstas no es más que un mero paso que supone una gran liberación para ese niño que aplauden (como cuando aplaudían en los balcones durante la pandemia cuando nos tenían presos en casa).

¿De qué liberación estamos hablando? El niño siente que está en un cuerpo equivocado. Se siente con otro sexo distinto del biológico y por esto pide el cambio de sexo. ¿Se libera un niño que se deja llevar por lo que siente, por sus sentidos?

La libertad es un don maravilloso del que Dios nos ha otorgado, pero hay que saber desarrollarla y dirigirla, en caso contrario, como diría Karol Wojtyla, la persona se puede volver esclava de inclinaciones compulsivas deshumanizantes y antisociales.

Se puede vivir esclavo de vicios, de una vida egoísta, de cosas materiales… pero también se puede vivir esclavo por causa de la ignorancia. No se puede ser realmente libre si no se conoce toda la realidad. Es más, aunque se conociera toda, se seguiría siendo esclavo si no se tiene el conocimiento de que elegir una opción u otra, puede tener consecuencias buenas o malas.

Por lo tanto, un niño que ha sido privado de que se le trate adecuadamente esa confusión que siente con respecto al sexo, que no se le brinda más salida que el cambio de sexo y que no conoce las consecuencias de esa decisión, nunca podrá ser libre y mucho menos vivir plenamente feliz así, siendo presa del engaño y la manipulación. Nadie puede encontrar la felicidad negándose así mismo, porque esto nos autodestruye.

La felicidad de un niño no depende de darle cumplimiento a sus deseos, caprichos y anhelos. Más desgraciado será, nos dice San Agustín, el que consigue alcanzar lo que no le conviene que el que no consigue lo que desea.

  1. La transexualidad infantil va contra la naturaleza humana inamovible.

Ya sé que decir esto es muy políticamente incorrecto en los tiempos que corren, pero es que parece mentira, que tras tantas décadas en las que parecía que tan sólo era válido aquello que la ciencia corroboraba, ahora, de un plumazo, se cargan este aval científico para abrir la puerta al mundo imaginario sensorial del género. Las personas no tenemos género, pero tampoco tenemos sexo. Somos seres sexuados, somos mujer o varón, algo intrínseco en nuestra naturaleza desde la fecundación. Este sexo con el que hemos nacido va a determinar toda nuestra persona en cuanto al aspecto físico, neurológico, biológico, psíquico, emocional y espiritual. Tenemos un sexo masculino o femenino, no impuesto, si no dado por la naturaleza humana. El sexo no es algo de quita y pone como el que se pone extensiones de pelo o uñas postizas.

Científicos de todo el mundo llevan años advirtiendo sobre este asunto. En España, por ejemplo, podemos citar las reclamas de Julio Tudela, experto en Bioética del Observatorio de Bioética de la Universidad de Valencia o la vicepresidenta del Colegio de Médicos de Madrid, la Dra. Luisa González. Los profesionales médicos están sufriendo mucha persecución si alzan su voz contra la dictatura ideológica del género.

La identidad humana no se puede formar por la autopercepción personal de cada uno como defienden. Para que se desarrolle en la persona una correcta identidad hemos de tener en cuenta las tres dimensiones inseparables que se tienen y que se han dar a la vez: en el cuerpo (biología, fisiología o anatomía), en la mente (psicología, espiritualidad) y en la sociedad (sociología, cultura). Es un proceso que se va consolidando entre los 6- 9 años de forma natural generalmente. Si alguna dimensión no corresponde con la otra, entonces podemos hablar de que hay algún desequilibrio. Si un taburete tiene tres patas y una falla, éste no se sustenta por mucho que lo intentemos.

  1. Se le empuja al niño a vivir alejado de la verdad en un mundo sensorial imaginario.

Un zorro, en la puerta de un gallinero, dice al perro guardián de la granja: “Nací como zorro, pero me siento gallina, es mi nueva identidad. Exijo entrar en el gallinero”. Esto es un meme que se comparte en las RRSS, y aunque suene a risa y absurdo, resume la realidad que vivimos.

Digan lo que digan los relativistas, la verdad es una. Aunque una persona delgada se mire al espejo y se vea gorda, está viendo una realidad que no se sustenta con la verdad, tal como sucede con la anorexia. De igual manera, una persona puede mirarse al espejo y no sentir que refleja su identidad sexual por estar vislumbrando sólo la parte correspondiente a su identidad psicológica y social separada de la biológica.

Sustentar la verdad de la realidad que nos afecta en base a sentimientos es algo irracional fuera de toda lógica. Tan sólo hay que tener en cuenta que estos estados anímicos son pasajeros, volátiles, caducos. No permanecen en el tiempo, van y vienen según las percepciones que vamos recibiendo. Hoy me puedo sentir pletórica, pero mañana, me puede doler la muela y sentirme “sin ganas de fiesta”.

Dejarse arrastrar por el deseo, por los sentidos, sin ninguna regla moral, es fruto de una mentalidad relativista que invita constantemente a huir de la propia realidad personal cuando no gusta, duele o no se puede aceptar.

Que a un niño se le permita decidir según los sentimientos sin una base real, es arrastrarle a una vida mentirosa, y así no podrá nunca estar verdaderamente satisfecho consigo mismo.

  1. Exteriormente puede parecer de otro sexo distinto al suyo, pero interiormente no.

Cambiar el nombre en el registro civil o ponerse ropa del sexo contrario, no significa que el sexo, algo constitutivo de la naturaleza humana, varíe. Es un terrible engaño. Yo me puedo vestir de mariposa, pero no por eso lo soy por mucho que me gustase serlo.

Los cambios de sexo llevados a cabo por la intervención quirúrgica, pueden ser exitosos en ocasiones y ofrecer a la persona un aspecto totalmente acuerdo con el sexo con el que dice sentirse. Sin embargo, se obvia que es tan sólo algo exterior, tal y como vengo indicando, cada una de las células del ser humano es del sexo masculino o femenino y eso no hay cirugía que lo modifique. Una vez muerta esta persona, tras un análisis de sus huesos pasados unos años, evidenciarían que se trataba de un hombre o mujer, no de un transexual.

El escritor Jorge Scala nos recuerda que hay aspectos de la realidad que nos rodea que no se pueden modificar por ir contra naturam[2].

El hecho de que tantas personas estén cayendo en estas mentiras se debe, entre otras causas, a la mentalidad cientificista que se tiene de que algo técnicamente posible es moralmente aceptable, tal y como ya advertía S. Juán Pablo II en su Encíclica Fidet et Ratio. Un gran error que estamos pagando caro.

  1. Existen trastornos reales de identidad sexual, pero no justifican que se normalice la transexualidad de los niños.

Ciertamente en la naturaleza humana, en ocasiones, ocurren desequilibrios. Hay quienes nacen con un dedo menos, otros con el pelo blanco y también podemos encontrar personas a las que no se les ha desarrollado correctamente algunos órganos, como podría ser parte del cerebro o los órganos sexuales.

Francis Martínez Peñaranda señala, que “como siempre ocurre en la naturaleza, se producen enfermedades, alteraciones y trastornos genéticos durante la formación del embrión o durante la gestación, en porcentajes ínfimos, sobre un porcentaje de 4´6 por 100.000 habitantes”[3]

Lo que no es normal es el aumento que se está produciendo en todos los países permisivos con la transexualidad en los menores.

En Inglaterra, en el curso 2009/2010 el número de niñas que fueron derivadas por médicos para el tratamiento de cambio de sexo fueron 40, y en el curso 2017/2018 las derivaciones de la seguridad social al tratamiento de cambio de sexo, fueron 1.806 niñas, un incremento de un 4.400 por 100.

En Madrid la cifra del aumento de estas peticiones se sitúa ya en el 500% y subiendo como la espuma.

Claramente nos enfrentamos a una moda adolescente con un final de pesadilla.

  1. No se tienen en cuenta trastornos psíquicos u otras causas que puedan haber llevado al niño a rechazar su sexo biológico.

Resulta llamativo y a la vez preocupante, que a un menor que sienta malestar con su sexo biológico, se le derive directamente a la unidad del género, que da lugar al comienzo de la hormonación y más tarde a la cirugía, sin tan sin quiera necesitar un informe previo médico. Es más, hallamos fácilmente psicólogos que, sin reparos, apoyan la transición al sexo contrario como la solución.

Bien es sabido, por los testimonios de los que han pasado por ahí, que el perfil del que demanda el cambio de sexo coincide con una serie de rasgos previos: tiene algún desequilibrio afectivo familiar arrastrado desde años, baja autoestima, ser víctima de bullying, no aceptación de su físico, haber sufrido abusos sexuales, tener trastornos alimentarios, depresión, autismo[4]… y un largo etcétera. O incluso, está repitiendo lo que le han enseñado en el colegio, la televisión y las redes sociales. Es decir, actúa por mimetismo.

Si se tienen estos datos avalados por profesionales, ¿por qué se desprecian? Está clara la intención destructiva de las siguientes generaciones y el afán de esterilizaciones masivas.

Sirva de ejemplo el caso reciente de Susana[5], una joven autista que ha demandado a la seguridad social por haber permitido que le extirparan el pecho y los ovarios sin supervisión de un psiquiatra que detectara su autismo. Ya el daño está hecho y su vida destrozada.

  1. El menor ignora por completo las consecuencias irreversibles de esa decisión.

En ningún momento tras la petición del menor de someterse a este cambio de sexo, se le informa sobre las consecuencias que esto le puede suponer. Es más, ni las personas que lo apoyan se interrogan sobre esto.

Nos enfrentamos a un tema muy serio que atenta contra la propia naturaleza humana. Nunca antes en la historia de la humanidad se había llegado a este extremo de manipulación del ser de la persona, y que supone la antesala a la aceptación del transhumanismo que ya asoma la patita. Extirpar partes sanas de un cuerpo en proceso de crecimiento, someter a un niño de por vida a una terapia de hormonas, es ir matándole en vida. Como un goteo constante, espiritual y físicamente se irá desgarrando.

Celso Arango, médico psiquiatra, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón[6], advierte con contundencia:

“Todo procedimiento médico tiene unos efectos secundarios y la operación es irreversible, y eso muchas personas lo desconocen…”.

Son muchas las consecuencias[7] que se derivan de esta decisión tomada bajo condiciones, generalmente, en un estado de ansiedad, depresión o angustia… El Colegio de Pediatras de Estados Unidos[8], lo lleva advirtiendo varios años:

  • Los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia y el resto de su vida.
  • Las hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud, entre ellos hipertensión, coágulos de sangre, derrame cerebral y cáncer.
  • Las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo, incluso en Suecia, que se encuentra entre los países con mayor respaldo LGTBI.
  • Los bloqueadores hormonales que los adolescentes toman por no aceptar su sexo, inhiben el crecimiento y la fertilidad en un niño que antes era biológicamente sano.
  • Según el DSM-V, hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural.

Además, las complicaciones derivadas de la cirugía pueden dar lugar a fuertes infecciones, una reconstrucción del órgano no deseada o dolores constantes.

Estas personas tienen muchas tentativas de suicidio y sufren ataques de autolesiones físicas. La felicidad que ansían y que les habían prometido sentirían, nunca llega, por lo que el estado de depresión y ansiedad es casi una constante. La atención psiquiátrica suele convertirse en una rutina.

Muchos transexuales, que no se identifican con los lobbys, están en contra de la hormonación a niños por ser grave para su salud y porque no se sostiene por la simple palabra del menor que lo solicita.

  1. Son cada vez más los jóvenes arrepentidos del cambio de sexo.

La asociación Amanda, que reúne a padres que están sufriendo la llamada Disforia Acelerada o Disforia de Género de Inicio Rápido (DGIR) de sus hijos menores de edad, recopila muchos testimonios desgarradores de adolescentes y jóvenes que han pasado por un gran infierno que ha empeorado con los años[9].

Tal es el aumento del número de menores pidiendo la llamada “autodeterminación de género”, que algunos países que dieron luz verde al cambio de sexo en los menores, ahora, tras el estrepitoso fracaso social, las consecuencias irreversibles y el aumento tan elevado, están dando marcha atrás. Tal podría ser el caso de Francia, Noruega, Reino Unido, Finlandia y el último Suecia. Países que en su momento presumieron de progresismo por seguir la agenda del género, pero que han tenido que humillarse y reconocer el error que ha supuesto. ¿Quién va ahora a reparar el daño que a miles de adolescentes les han causado estas leyes liberticidas, acientíficas y sin escrúpulos?

  1. A la industria farmacéutica le interesa que haya cada vez más transexuales.

Los lobbies LGTBI reciben grandes subvenciones para extender sus garras y atrapar entre sus redes a personas vulnerables, especialmente los menores, que se encuentran desprotegidos y desorientados. Sobre todo, será por medio de las RRSS así como el trabajo adoctrinador de los centros educativos, donde los niños podrán ser una víctima fácil.

Al igual que ocurre con la pornografía, el aborto, las droga o la prostitución, el dinero es el que mueve el fomento de la transexualidad. ¿Acaso no ganan dinero con cada cambio de sexo que se realiza? Podemos hablar de una cifra que oscila entre los 9.000 € y 24.000€[10].

  1. Se vulneran derechos del menor.

Se habla de proteger los derechos de los niños por el interés superior del menor. En realidad, lo que se está haciendo, es atender al interés de los que se están llevando ganancias de este brutal adoctrinamiento en base a mentiras.

Consentir el cambio de sexo en los niños supone atentar contra el principio nº2 de los Derechos de la infancia que presume de “una protección especial… para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad…”. Evidentemente, dadas las consecuencias físicas, psíquicas y sociales tan dañinas que tiene la transexualidad en los niños, queda totalmente pisoteado este derecho.

También vulnera el principio nº9 que afirma: “El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata…” ¿Acaso dejar a un niño que decida por sí mismo, según sus sentimientos, que dé un paso tan crucial en su vida, no es dejarle abandonado? De un modo cruel, se le manipula su mente, debido a su innata inocencia e incapacidad de decidir y opinar por su escasa madurez. Es una auténtica explotación infantil en favor de los intereses económicos que sustentan esta ideología de género.

Estamos hablando de menores sin apenas percepción de la realidad aún, están en proceso de maduración, pero son niños, inocentes, que exploran, prueban… la vida para ellos es aún como un juego y juegan a cambiarse de sexo. Viven el presente y el futuro se les antoja lejano.

Dejémoslos crecer de forma sana sin intromisiones ideológicas. Ayudar a los niños con confusiones identitarias supone escucharles, acompañarles, brindarles ayuda de profesionales para esclarecer de dónde le viene la repulsa que sienten hacia su sexo y enseñarles a vivir realmente libres según la verdad y el bien que les reporta aceptarse tal y como han nacido.

¡Dejemos en paz a los niños!

Alicia Beatriz Montes Ferrer

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[1] ALICIA BEATRIZ MONTES FERRER “Frente a la ideología de género, educar en la libertad desde la infancia”

[2] JORGE SCALA, La ideología de género o el género como herramienta de poder, Ediciones Sekotia, S.A., Madrid, 2010, Pp. 26.

[3] Ver más sobre la explicación científica de la transexualidad y distintos trastornos de identidad en la obra de Francisco Martínez Peñaranda “Sin paternidad no hay libertad. La tiranía del género”. Ed. SND Editores. Madrid. 2019. P. 118.

[4] https://adelanteespana.com/la-inmensa-mayoria-el-97-de-menores-trans-tiene-autismo-depresion-u-otros-problemas-mentales

[5] https://www.elmundo.es/papel/historias/2023/02/22/63f64bbcfc6c83e24a8b4586.html

[6] https://haciendotepreguntas.abc.es/a-los-menores-no-les-dejamos-conducir-pero-si-cambiar-de-sexo.html

[7] https://asociacionlibertas.es/wp-admin/post.php?post=1135&action=edit

[8] https://www.actuall.com/familia/el-colegio-americano-de-pediatras-desmonta-la-ideologia-de-genero-y-la-transexualidad-infantil-en-8-puntos/

[9] https://mailchi.mp/5acd9b943493/lo-que-cuentan-las-familias

[10] https://www.mejorclinica.com/blog/precio-cambio-de-sexo-espana

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