Tema sumamente apropiado en estos días es el que tiene relación con el Apóstol Santiago, el discípulo de Cristo que llevó el Evangelio a España, que fue el primero en recibir el martirio y cuyos restos se veneran en Compostela.
La devoción al Apóstol es una devoción multisecular que ha ido creciendo con el paso del tiempo.
Esa es la explicación por la cual la representación más conocida del Apóstol es aquella en la que aparece blandiendo una espada, montando un caballo blanco y con un moro vencido a sus pies.
Ahora bien, a partir del Descubrimiento de América, España cruza el Océano llevando consigo soldados, colonos y misioneros.
En esos momentos se estaba produciendo un fenómeno de transculturación o sea que tanto la Fe de Cristo como las costumbres hispánicas estaban siendo trasplantadas al Nuevo Mundo.
Pues bien, dentro de ese fenómeno de transculturación, llegó también la devoción hacia el Apóstol Santiago.
Una devoción que arraigó de manera tan profunda que prueba visible es el hecho de que –después de la Virgen María en sus diversas advocaciones- el nombre más repetido en ciudades, ríos y accidentes geográficos es precisamente el de Santiago.
Y es así como muchas ciudades del Mundo Hispánico llevan el nombre del Apóstol: Santiago del Estero (Argentina), Santiago Cotagayta (Bolivia, Santiago de León de Caracas (Venezuela), Santiago de Guatemala, Santiago de Querétaro (México), Santiago de los Caballeros (República Dominicana), Santiago de Veraguas (Panamá), Santiago de Cuba, Santiago de Chile y una larguísima lista que por momentos parece interminable.
En el puerto mexicano de Veracruz se conserva una parte del Baluarte de Santiago.
En las Islas Filipinas se conserva la Fortaleza de Santiago en Cavite (Manila).
¿A qué se debe tanta devoción hacia el Apóstol en tierras del Mundo Hispánico?
Parte de la explicación se encuentra en que los primeros soldados y colonizadores que llegaron al Nuevo Mundo aún tenían fresca en la memoria la recién concluida Reconquista en la cual el Apóstol jugó un papel muy importante.
Por tal motivo cuando los soldados de Cortés lucharon contra los aztecas o los de Pizarro contra los incas, lo más natural fue que invocasen la protección del Apóstol que tanto había ayudado a los cristianos que luchaban contra el Islam.
Los exploradores que llegaron al Nuevo Mundo consideraron que la conquista y colonización de las tierras recién descubiertas era una prolongación de la Reconquista.
Eso explica que soldados, misioneros y colonizadores le diesen el nombre de Santiago tanto a grandes ciudades como a pequeñas poblaciones que iban fundando a su paso.
Por su parte los indígenas que iban adoptando la Fe Cristiana vieron en el Apóstol a un santo muy especial.
Santiago, montado a caballo y en actitud de combate, era para los nuevos cristianos un santo muy poderoso ya que los protegía de los enemigos; no olvidemos que en la memoria de los neófitos aún estaba reciente el recuerdo de aquellos sacrificios humanos de los que se habían librado gracias al Cristianismo.
De este modo encajó muy bien en la mentalidad de los nuevos cristianos la recia figura de un caballero que venía a protegerlos de aquellos enemigos que deseaban sacrificarlos ante crueles dioses de piedra.
Así pues, entre la devoción hacia el Apóstol heredado por quienes aún tenían en su memoria la Reconquista y el deseo de ser protegidos por un santo valiente y poderoso, fue como la devoción hacia el Apóstol adquirió una gran popularidad en tierras del Mundo Hispánico.
Una devoción que no solamente se conserva sino que va en aumento conforme va pasando el tiempo.
Nemesio Rodríguez Lois | Escritor, historiador y periodista
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