La vicepresidenta primera y comisaria de Competencia de la Comisión Europea y exministra de Transición Energética, Teresa Ribera, define claramente una etapa política marcada por el sectarismo ideológico, la alienación globalista, el dogmatismo climático y un daño profundo a la industria y a las familias españolas.
Teresa Ribera, alumna aventajada del globalismo
Sin lugar a dudas, Teresa Ribera ha sido una de las políticas más sectarias que ha padecido España en las últimas décadas. La izquierda la elevó a sacerdotisa del nuevo credo climático. Su trayectoria responde al manual del globalismo impulsado por el globalista George Soros y sus satélites ideológicos. Es tal la sintonía con Soros que se dice que el que la ha promovido en España. De hecho, señalan, que fue ella la que presentó a Sánchez a Soros.
Teresa Ribera no nace del consenso ni del rigor técnico. Nace del dogma globalista. Durante años impuso la llamada “emergencia climática” como verdad indiscutible. Quien disentía sufría el señalamiento inmediato. Negacionista, fascista, reaccionario o enemigo del planeta eran las etiquetas habituales.
Algunos expertos recuerdan que su verdadero “Trabajo Fin de Máster” globalista fue su actuación durante la DANA. Aquella nefasta gestión que provocó centenares de muertes, celebrada por el relato oficial pese a sus consecuencias, le abrió las puertas de Bruselas. Europa premió obediencia ideológica, no eficacia.
Desde el calendario de cierre nuclear hasta la condena del motor de combustión, todo llevó su firma. Ribera anunció con tono apocalíptico la desaparición del coche tradicional. No ofreció debate. Impuso dogma y fe.
Europa rectifica y deja en evidencia el dogma climático
La marcha atrás de Bruselas con el motor de combustión no es un simple matiz técnico. Supone una admisión de fracaso. Europa reconoce, aunque lo disfrace, que la estrategia impulsada por Teresa Ribera y su globalismo climático no funcionaba.
Ni funcionaba industrialmente, ni socialmente, ni económicamente. La rigidez y el sectarismo ideológico chocó contra la realidad productiva. La industria no puede sobrevivir bajo decretos morales dictados desde despachos alejados del mundo real.
El problema no se limita a Teresa Ribera. Ella encarna un marco globalista encarnado en la agenda 2030 y que ha dominado la agenda europea durante una década. Un modelo regulador, intervencionista y hostil al tejido productivo. Un modelo de las élites globalistas que va en contra de los intereses de los ciudadanos.
Europa decidió colocarse en desventaja frente al resto del mundo. Encargó a su industria que produjera más caro. Castigó su energía. Señaló sectores completos como moralmente impuros. El resultado fue inmediato.
Cierres de fábricas. Deslocalizaciones. Desempleo industrial. Dependencia creciente de terceros países. China produce sin complejos mientras Europa sermonea y se empobrece. Teresa Ribera y su globalismo climático ha contribuido fervorosamente a ese escenario.
El ataque a la industria del automóvil y a las familias
La persecución al automóvil merece capítulo propio. Durante décadas sostuvo empleo, innovación y exportaciones. Apostó por el coche eléctrico y sentenció al de combustión. Europa no acompañó su transición con realismo. Optó por imponerla por decreto.
El motor de combustión no cayó por ineficiente. Cayó por herético. Bruselas decidió tecnologías ganadoras desde despachos ideologizados. Hoy llegan rectificaciones sin autocrítica ni responsables. El daño ya existe.
Las políticas verdes también han provocado una transferencia de rentas de pobres a ricos. Las clases populares financian, vía impuestos y energía inflada, el estilo de vida verde de las élites. El coche eléctrico resume esta injusticia.
España sufre especialmente. Rentas medias bajas, parque móvil envejecido y dependencia absoluta del coche para trabajar. Teresa Ribera globalismo climático ha legislado desde una burbuja sociológica ajena a la vida real.
Aquí, estas políticas no solo fallan. Resultan injustas. Castigan a familias, autónomos y trabajadores. Disfrazan afán recaudatorio de ecologismo moral.
El ridículo político y la lección pendiente
Lo más preocupante es la ausencia total de enmienda. Europa rectifica, pero nadie asume errores. El ridículo de Teresa Ribera simboliza una forma de gobernar basada en la imposición ideológica. Un dirigente mínimamente con sentido ético habría dimitido, la globalista Teresa Ribero, no.
Una política que desprecia la libertad económica. Que ignora el mercado. Que cree que la realidad se adapta al discurso oficial. La realidad nunca negocia.
Europa empieza a descubrir una verdad elemental: no se puede liderar el mundo industrial renunciando a la industria. Tampoco se combate la pobreza creando políticas que la multiplican.
Teresa Ribera y su globalismo climático dogmático deja una lección clara. Las ideologías importadas, el sectarismo verde y el desprecio a la soberanía económica conducen a la ruina. España y Europa necesitan realismo, libertad y sentido común. Teresa Ribero es lo contario.




