La crisis interna por la traición de algunos de los servicios secretos españoles ha alcanzado un nivel alarmante. No solo actúan de forma descoordinada, sino que algunos operan al servicio de intereses extranjeros.
Fractura total entre los servicios secretos españoles
La reciente revelación del diario The Objective ha destapado un escándalo sin precedentes: el CNI y el Cifas, inteligencia militar bajo el control del Gobierno de Pedro Sánchez, conocían desde hace más de un año la existencia de un narcotúnel en Ceuta que conectaba con Marruecos. Pese a ello, no actuaron. La infraestructura clandestina fue desmantelada finalmente por la Guardia Civil, que no tenía conocimiento previo del caso.
Este episodio pone en evidencia la profunda desconfianza entre agencias, la falta de coordinación y el aislamiento informativo entre cuerpos con competencias superpuestas. Un sistema de inteligencia que no coopera no solo es ineficaz, sino una amenaza directa a la seguridad nacional.
La fractura en los servicios secretos españoles es ya una realidad palpable. Fuentes internas lo describen como una «insurrección silenciosa» donde cada entidad actúa por su cuenta, temiendo que compartir información provoque represalias o manipulaciones políticas.
Servicios secretos al servicio de potencias extranjeras
Lo más grave no es solo la descoordinación interna. Lo verdaderamente alarmante es la sumisión de parte de los servicios secretos españoles a intereses ajenos a los de España. Que el narcotúnel partiera de Marruecos y que los organismos oficiales no actuaran durante más de un año, por tratarse de un país «sensible» para Moncloa, es un indicio claro de traición a la soberanía nacional.
La complicidad con Marruecos no es nueva. Pero este caso pone el foco sobre una alianza encubierta que favorece al Reino alauí en detrimento de los intereses de los ciudadanos españoles. Es inconcebible que, por temor a tensar relaciones diplomáticas, se permita la existencia de una infraestructura delictiva bajo suelo nacional.
Este episodio revela un escenario donde algunos servicios secretos españoles actúan más como peones de intereses externos que como garantes del orden constitucional.
Cultura del miedo e insubordinación en las agencias
Agentes implicados han confirmado que reina una «cultura del miedo» dentro de las instituciones. El nivel de tensión ha llevado a que algunos funcionarios eviten incluso informar a sus superiores, temiendo que la información sea utilizada con fines partidistas o, peor aún, sea directamente silenciada.
«Ahora mismo nadie se fía de nadie», relatan. Y esto sucede en cuerpos cuya misión debería ser la colaboración y el análisis conjunto. La vigilancia cruzada entre departamentos refleja una paranoia institucional impropia de un Estado serio.
La consecuencia inmediata de esta crisis es clara: la defensa del Estado ha quedado comprometida. La estructura institucional está siendo socavada desde dentro por agentes que han dejado de confiar en sus mandos y en el poder político.
El caso del narcotúnel desde Marruecos a Ceuta, conocido y no intervenido durante tanto tiempo, es una evidencia objetiva de esta traición estructural. Cuando los servicios secretos españoles tienen constancia de una infraestructura ilegal operada desde territorio extranjero y no actúan, la desconfianza institucional se convierte en claudicación de soberanía.
El papel del Gobierno en la descomposición del sistema
Esta situación no puede desvincularse del contexto político actual. Los escándalos de corrupción que salpican al entorno de Pedro Sánchez y su política de presión sobre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad han propiciado este clima de descomposición.
Según fuentes internas, hay sectores que ya no consideran al Gobierno como un aliado, sino como una amenaza directa a la seguridad del Estado. Por ello, actúan por su cuenta, fuera de directrices oficiales, considerando que es la única manera de proteger el interés general. Los servicios secretos españoles, que deberían trabajar unidos para salvaguardar la nación, están inmersos en una lucha intestina donde prima la supervivencia personal sobre la unidad operativa.
La inacción frente a Marruecos es el síntoma más grave. Ya no hablamos solo de negligencia, sino de traición abierta. Si una agencia de inteligencia española permite el desarrollo de actividades delictivas desde un país extranjero sin intervenir, por conveniencia política o presión internacional, está actuando contra los intereses de España.
Este episodio no es anecdótico. Es un síntoma de la descomposición del Estado bajo la administración de Pedro Sánchez. Los servicios secretos españoles no pueden seguir funcionando al margen del interés nacional ni al servicio de potencias extranjeras.
Es urgente una depuración, una reestructuración completa de las agencias de inteligencia y una restauración de la confianza mutua entre los distintos cuerpos. España no puede permitirse servicios secretos que ocultan información, actúan al margen del Estado o, peor aún, traicionan los principios de la nación.