Rechazo unánime de los españoles al Gobierno, los partidos políticos y los sindicatos

Según la IV Encuesta de Tendencias Sociales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el Gobierno encabezado por Pedro Sánchez, junto con los partidos políticos, sindicatos y el Parlamento, son las instituciones que menos confianza generan en la población. Un dato que no solo refleja el rechazo al Ejecutivo, sino un hartazgo generalizado hacia la clase política y sus estructuras de poder, percibidas como una casta que vive a costa de los contribuyentes sin resolver los problemas reales del país.

Una confianza en mínimos hacia el Gobierno de Sánchez

El estudio, realizado entre el 8 y el 14 de noviembre con una muestra de 3.801 entrevistas, arroja un dato demoledor: casi la mitad de los españoles (42,7%) otorgan al Gobierno la puntuación más baja, un 1 sobre 10. Esta cifra sube al 62,7% cuando se amplía el rango a quienes puntúan al Ejecutivo entre 1 y 4, lo que confirma el descontento mayoritario hacia Pedro Sánchez y su equipo.

El rechazo no se limita al Gobierno central. Los partidos políticos, en general, comparten este nivel de desprestigio, con un 41,9% de los encuestados que también les dan la nota mínima. Por su parte, los sindicatos, tradicionales aliados del Ejecutivo, obtienen un 38,7% de desaprobación contundente, y el Parlamento tampoco se salva, con un 33,7% que lo valora con un 1 sobre 10.

Un reflejo del hartazgo hacia la clase política

Estos datos no son un hecho aislado. Reflejan un hartazgo social creciente hacia unas instituciones que los ciudadanos perciben como ineficaces y desconectadas de la realidad. Mientras los problemas de los españoles aumentan —inflación, precariedad laboral y una presión fiscal asfixiante—, las respuestas del Gobierno y sus aliados se limitan a discursos vacíos y promesas incumplidas, propios de una casta política.

La desconfianza también responde al esquema de poder que mantiene a los partidos y sindicatos en una posición privilegiada, financiados en buena parte por fondos públicos mientras parecen esquivar las demandas de la ciudadanía.

El coste del desencanto

Esta pérdida de fe tiene consecuencias graves. Una democracia sin confianza en sus instituciones enfrenta un futuro incierto. Cuando la percepción generalizada es que la clase política esquilma a los ciudadanos con impuestos sin ofrecer soluciones reales, el tejido social se debilita.