Lealtad | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Esta semana hemos vivido el mayor teatro del mundo que podíamos esperar. Por desgracia, el sistema democrático, no solo, no es el mejor sistema de gobierno que podemos tener, sino que gracias a los últimos años y, sobre todo a los políticos que tenemos, empezamos a considerar este un sistema bastante malo, sobre todo en el contexto y con las normas que estamos utilizando para su habitual uso.

Durante años, en mi caso más de cincuenta, he considerado los diversos sistemas políticos existentes en la antigüedad y en el momento presente. Siempre he pensado que podíamos buscar entre los existentes lo mejor para España y para los españoles, pero la evolución de la situación en estos años, me han dado, por desgracia, la razón a los múltiples reparos que cuando se impuso en España un sistema, teóricamente democrático, porque existía un sistema de votaciones que incluía al pueblo al completo, respaldado además por un sistema que descansaba en una Ley de Leyes, una Constitución en definitiva, que garantizaba ese sistema que en teoría sería el más adecuado para buena gobernabilidad de España.

Pero…, el pormenorizado estudio del sistema elegido y de su Ley Garante, nos lleva a muchas dudas, las cuales, ya nos surgieron en un primer momento, pero indiscutiblemente esa histeria colectiva que se fraguó desde 1975 en adelante, llevó a todos por el camino de la democracia constitucional en la que se supone estamos. Pero como todo gigante, los pies al final son de barro y eso acabará pasando factura, pues el buen hacer de unos, el interés de otros y sobre todo, el interés supremo de llevar al país a un nuevo sistema que mejorase la situación en el País y que a todos o casi todos los ciudadanos españoles llevaba a los mismos a la ilusión, una ilusión, que como yo recordé no ha mucho a un político, la profesionalidad de éstos está matando la ilusión de los que siempre creemos que el bien común y el futuro de la Patria son los intereses generales de todos nosotros, cuando nada más lejos de la realidad y nada más lejos de nuestras ilusiones.

Estas últimas semanas son el culmen de los últimos años de los casi cincuenta que llevamos de un teórico sistema democrático que nos llevase a un maravilloso futuro institucional. Pero…, y nuevamente hay un pero, las sospechas de que el sistema no era el adecuado, nos han llevado a verle las orejas al lobo, bueno no solo las orejas sino las malas intenciones y demás situaciones destructivas de esta sociedad. El mal, como ya abundé en mis opiniones de cautela hace casi cincuenta años, son muchas, pero una muy en especial: La partitocracia, el peor de los males que podíamos tener y que se ha apropiado de sistema desde el minuto cero del mismo.

Nadie, y yo el primero, discute que deben existir los partidos políticos en un sistema de representación e instituciones. Pero lo que si pongo en duda es la excesiva presencia y sobre todo importancia que el sistema ha dado a la cúpula directiva del mismo. No a las personas, sino a los partidos y coaliciones, lo que ha permitido que todos y cada uno de los vicios del sistema se hayan hecho los dueños del sistema.

Cuando usted sabe que se van a producir unas elecciones es porque las convoca un líder de un partido que ocupa la máxima autoridad política. Cuando el sistema pone en marcha los plazos y forma de las mismas son los partidos los protagonistas. Y lo más importante, son los partidos los que crean las listas de elegibles que bajo sus siglas se presentan. Esto es importante, pero lo más importante es el no poder hacer variaciones en esas listas, ni en nombres ni en posiciones de elegibilidad. Son listas cerradas y su confección no es para nada democrática, sino totalmente dirigida por quien manda en cada partido. ¿Cómo es posible? Si lo vemos con absoluta tranquilidad e independencia, llegamos a la conclusión de que la dictadura de los partidos nos impone a los candidatos, y por desgracia es así.

Mi estudio de la evolución de este sistema es claro. Hace años, personas de reconocida solvencia estaban en estas listas, eran personas que habían luchado por unas ideas y por unos principios. Hoy, eso ya no es así. Los partidos se han ido llenando de militantes que, con la única idea de medrar en los mismos, para obtener esos puestos elegibles y que suponen la obtención de puestos directivos en las instituciones, que permiten el manejo de dinero y de puestos en los mismos. Es lo que hay, y es problema básico es que poco a poco este tema se ha ido generalizando, y no conozco ningún caso de político en las instituciones, que, en su discurso, ya digo, en su discurso y ni siquiera hablo de hechos, diga de su interés por el bien común y no por ideas muy aparentes, pero poco prácticas e irrealizables que le lleven al poder y sobre todo a lo que anejo lleva el poder.

Si quieren un ejemplo, miren la distribución de puestos en los resultados de las últimas autonómicas y municipales. Miren a Extremadura, a Murcia o a Cantabria, y sigan mirando, ¡es un no acabar!…

¿Por qué? Pues ya se lo acabo de explicar y el problema es que, a estas alturas de la película, ya no hay ninguna solución. Por lo menos, no creo que haya una solución democrática, porque lo que no hay es quien la aplique, ya que la inmensa mayoría de los protagonistas, están en ese juego. En fin, que Dios nos coja confesados, porque la debacle del sistema se aproxima y lo que también dificulta el trabajo para arreglar el entuerto, es que no creo que haya nadie en esta recua, que sepa lo que significa la palabra LEALTAD… Y ahí lo dejo.

José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional.

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