Desconociendo la Constitución | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Como todos los años, y por estas fechas, se pone de moda el hablar, homenajear y dar pábulo a la “Leyenda Constitucionalista” y sobre todo a lo que en cada momento interese a los políticos de turno.

Hemos visto a los ciudadanos, todos los años, visitando el templo de la Patria, siendo recibidos en la puerta del edificio por la máxima autoridad del mismo. Autoridad que en un momento dado y ante una situación crítica o de desastre, es y puede ser la máxima autoridad de España, siempre y cuando el gobierno quedase incapacitado o separado de la capacidad de gobernar el País.

La situación pues de la actual presidenta es de un poder total, en un momento de crisis total. Pero, ¿nos hemos preguntado los ciudadanos de a pie si realmente está esta señora capacitada para ejercer la máxima autoridad del Estado, de la Nación? Pues francamente, pienso, que no. No lo está y a las pruebas me remito. Esta misma semana y la anterior, y la anterior, y así sucesivamente en todas y cada una de las que se suceden desde el inicio de esta Legislatura, donde hemos podido comprobar, no solo el nivel de imparcialidad, que es exigible a quien ostenta dicho cargo, sino en muchas ocasiones el nivel intelectual y de preparación que tiene, así como la personalidad que debe atesorar quien dirige el lugar de representación de la voluntad popular.

Y vamos por partes. Si empezamos por estudiar quién es el presidente del gobierno de España, de la Nación Española como dicen algunos, lo primero que hay que recordar sería, que ese cargo es un cargo ejecutivo, para llevar adelante la nave del estado, pero nunca como si fuese un presidente de una república, ya que en España la máxima autoridad moral y en algún caso, pocos, pero alguno, también ejecutiva es la persona del Rey.

Y aquí volvemos a la Constitución, ese libro redactado a gusto de unos cuantos individuos, algunos fallecidos, alguno todavía vivo. Individuos que se pusieron de acuerdo para satisfacer a todos los allí presentes y a otros que no estándolo presionaban desde detrás de las bambalinas del teatro de la política. Es decir, de los agentes económicos y los agentes internacionales que querían llevar a España a la senda que la llevaría al lugar donde se encuentra actualmente. Algunos opinan que no pretendían esta situación y que lo que ha sucedido es meramente que el devenir de la vida nos ha llevado al camino de la destrucción de España.

No lo sé, quizás ni ellos mismos lo sepan, pero lo que sí es cierto, es que el apremio de tiempo, por un lado, y las presiones nacionales, nacionalistas, independentistas y sobre todo las presiones internacionales llevaron a aquellos «padres», de la Constitución vigente a crear un barco con demasiadas posibilidades de hacer vías de agua a poco que alguien quisiera lograrlo. Y ahí estamos.

Cuando se cumplen un montón de años de esa creación constitucional, nos encontramos con un estado en descomposición acelerada. La incapacidad de quien puede frenar ese devenir, no ya por ser incompetente, sino por haberse perdido los valores que como ciudadano de España por un lado y de persona con valores en sí misma, ha hecho, que quienes más odian a la propia tierra que les vio nacer, que les sirvió de soporte con sus instituciones y con el trabajo y el sacrificio que desde hace más de quinientos años ha servido de cimientos a la Patria, se sientan con derecho a aferrarse a un sillón, que no merecen, a costa de la destrucción de esa Nación que les vio nacer, y que les ayudo a ocupar el puesto que ahora ocupan, y del que se benefician económica y socialmente.

Hace años, cuando yo todavía estudiaba para mi ejercicio profesional y mientras realizaba un curso en Barcelona, me sorprendió una afirmación realizada por una compañera de curso, una mujer, de profesión ingeniero, de más que de mediana edad, que había nacido en Ciudad Real, pero se había criado en Cataluña, que apenas si se expresaba en español, pues su lengua, por interés de ella misma era el catalán, decía pues que “le debía todo lo que era a Cataluña”. Me sorprendió, me indignó y sobre todo me hizo darme cuenta de la bajeza que los políticos independentistas tenían al haber logrado que aquella frase, tan ridícula y llena de falsedad, se pronunciase.

Pero desde entonces, me he dado cuenta, que el señor Rufián no tiene la culpa, sino los politiquillos del resto de España, que, con tal de calentar asiento, llevarse “crudo” sus emolumentos y lo que no son esos tales. Eran los verdaderos responsables. Y ahí volvemos a la sede de la soberanía popular, donde en momentos, en los que en bloque se levantan los representantes de un partido, y digo bien, porque esto es una partitocracia y no una democracia, y votan a favor de una propuesta más, de las muchas que se realizan en contra de España, con total y absoluto desparpajo y desprecio de la Nación y los ciudadanos.

¿Por qué la señora Batet y su vicepresidente son así?, tan faltos de imparcialidad y con varas diferentes de medir, según quien esté en la tribuna o en el escaño, ese escaño “que deben abandonar” los que no son de su cuerda, que no me extraña que todos los lugares por los que debiera hacer aguas una Constitución, que curiosamente desconocen, aunque todos se pasan el día presumiendo de que son los demás los que la desconocen, ayude a llevar a España al desastre y la disgregación.

Y ese desconocimiento y esa impunidad al tratar los derechos de los ciudadanos, es lo que nos va a llevar a la desaparición total del Estado. Aunque son tan fatuos y cortos de entendederas, que no se dan cuenta, que ese final, también es el final de ellos. Finalmente, donde la impunidad de los cortos de luces, servirá para que ellos paguen a quien menos se lo espera.

José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional.

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