Las mentiras sobre la expulsión de los judíos de 1492 por parte de los Reyes Católicos

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El 31 de marzo de 1492, se firmaba en Granada el decreto de la Alhambra, que expulsaba a este grupo de personas de la Corona de Aragón y la de Castilla

Este es un hecho sigue siendo uno de los más controvertidos y manipulados, siendo utilizado como argumento para desacreditar o denunciar a los Reyes Católicos.

Firmado en Granada el 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos decretaban la expulsión de los judíos. Sin embargo, ni fue la primera, ni la última; tampoco fue masiva ni buscaba ser lesiva. Países como Francia e Inglaterra suman siete expulsiones (cuatro el primero y tres el segundo), pero no son sabidas – y ni tan siquiera levemente recordadas- por la sociedad española ya que la propaganda contra el Imperio español se impuso.
El encargado de la redacción del decreto fue el Arzobispo de Toledo, Primado de España. Los Reyes Católicos le impusieron tres condiciones que debían quedar plasmadas. ¿Cuáles? En primer lugar, que lo que se tendrían que ir fueran por usura y de herética pravedad -herejía cometida contra la religión cristiana-. En segundo lugar, que se les diera tiempo suficiente para convertirse al cristianismo a marcharse. Y, finalmente, que los no conversos pudieran disponer de sus bienes muebles e inmuebles, aunque no podían sacar ni oro ni plata.

Algo de historia

El Rey Felipe Augusto de Francia ordenó la confiscación de bienes y la expulsión de la población hebrea de su reino en 1182, algo que se iría prolongando durante el siglo XIV en tres ocasiones más: 1306, 1321 y 1394 por distintos monarcas galos. Es más, la primera expulsión realmente masiva la dictó Eduardo I de Inglaterra en 1290.
Según comentó el periodista y divulgador de historia César Cervera, la expulsión de 1492, «en realidad no tiene nada de especial poniéndolo en contexto con el resto de expulsiones» y explicó que lo realmente llamativo de este suceso es que ocurra de forma tardía respecto a los otros países. Por otro lado, este edicto tenía un plazo de cuatro meses para abandonar el país o convertirse al cristianismo ya que esta medida buscaba en última instancia unificar todo el reino bajo una misma religión, en un tiempo en el que política y credo iban muy de la mano.

Los falsos conversos

En 1478, el prior dominico Alonso de Hojeda expresó a Isabel la Católica su preocupación ante los falsos conversos en el seno de la Iglesia ya que la identidad religiosa de los conversos no era nada clara: existían abundantes pruebas de que muchos de ellos no habían renunciado a todo su pasado judío ya que consideraban que algunas de sus tradiciones eran compatibles con la fe cristiana.

¿A cuantos afectó realmente la expulsión?

Durante el reinado de los Reyes Católicos los judíos representaban el 5 % de la población de sus reinos con cerca de 200.000 personas. De todos estos afectados por el edicto, 50.000 nunca llegaron a salir de la península pues se convirtieron al cristianismo y una tercera parte regresó a los pocos meses alegando haber sido bautizados en el extranjero. Algunos historiadores han llegado a afirmar que solo se marcharon definitivamente 20.000 habitantes, entre los cuales no estaban aquellos calificados como «talentos de las ciencias y el dinero», que en su mayoría aceptaron la conversión.

¿Consecuencias?

Las consecuencias económicas de la expulsión han sido muchas veces exageradas al interpretar que la marcha de los judíos eliminó de la vida social y económica hispánica los «únicos grupos» que podían haber recogido el impulso del primer capitalismo. No obstante, como expresa el historiador Joseph Pérez: «La expulsión de los judíos produjo problemas a nivel local pero no una catástrofe nacional». Y continúa explicando que «en términos estrictamente demográficos y económicos, la expulsión no supuso para España ningún deterioro sustancial, sino solamente una crisis pasajera rápidamente superada».

Una propaganda dañina

Este episodio de la Historia de España ha sido utilizado como parte de la leyenda negra antiespañola dejando una imagen de los Reyes Católicos como unos fanáticos religiosos irracionales capaces de causar la ruina económica y demográfica de sus reinos antes de convivir con los judíos. Estas exageraciones y mentiras se han quedado en el imaginario popular cuando en aquel entonces esta decisión fue vista como un síntoma de modernidad y fue una acción aplaudida por media Europa. Es más los españoles fueron tachados de «malos cristianos» por convivir durante siglos con musulmanes y judíos, además de su disposición a mezclar su sangre con conversos.
(Con información de Sarah Durwin/El Debate)

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