En un escenario global donde los líderes occidentales no cesan de hablar de paz, democracia y derechos humanos, la realidad demuestra que todo es puro teatro. Los mismos países que levantan la voz en foros internacionales exigiendo el cese de los conflictos y clamando por la defensa de la libertad, son precisamente quienes más se lucran con la industria de la guerra. La hipocresía es absoluta y la guerra de Ucrania ha sido el catalizador perfecto para que Estados Unidos y Francia engorden aún más sus arcas a costa de la muerte ajena.
Estados Unidos y Francia fueron los mayores exportadores de armas del mundo entre 2020 y 2024
Según el último informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), y recogido por Zero Hedge, entre 2020 y 2024, Estados Unidos se consolidó como el mayor exportador de armas del mundo. Sus ventas representaron el 43% de las exportaciones globales de armamento, un aumento considerable respecto al 35% registrado entre 2015 y 2019. En total, Estados Unidos vendió armas a 107 países en ese periodo. Todo un récord para el autoproclamado «defensor de la democracia» -la administración Biden-, que en realidad lidera el lucrativo negocio de sembrar la muerte en el mundo.
Por su parte, Francia, otra de las grandes abanderadas de los valores europeos y la paz mundial, también ha encontrado en la guerra suculentos beneficios. El país galo se situó en segundo lugar con el 9,6% de las exportaciones de armas, superando el 8,6% de los cinco años anteriores. La estrategia es clara: mientras en los discursos se habla de «solidaridad» y «libertad», en la práctica se alimenta el negocio armamentístico a costa de la destrucción de naciones enteras.
La guerra Rusia-Ucrania
Mientras Estados Unidos y Francia se frotan las manos, Rusia, tradicionalmente uno de los grandes exportadores de armas, ha visto mermar su presencia en el mercado global. Sus exportaciones han caído del 21% entre 2015 y 2019 al 7,8% entre 2020 y 2024. Esta caída responde no solo a la creciente autosuficiencia de países como China e India, sino también a las sanciones impuestas por Occidente y la presión diplomática para frenar la compra de armamento ruso. Los principales destinos de las armas rusas siguen siendo India (38%), China (17%) y Kazajistán (11%).
Paradójicamente, la invasión rusa de Ucrania, condenada por los líderes occidentales como una agresión intolerable, ha servido para multiplicar las exportaciones de armas de aquellos que dicen defender la paz. La guerra en Europa ha sido un negocio redondo para las potencias occidentales, que no han dudado en convertir a Ucrania en el mayor receptor de armamento en el periodo 2020-2024, seguido de India, Qatar, Arabia Saudita y Pakistán.
Unos ponen los muertos, otros se llevan los beneficios
Mientras los medios de comunicación y los gobiernos señalan a Rusia como el gran villano, la verdad es que los muertos los ponen Ucrania y Rusia, pero los beneficios se los reparten en Washington, París y Bruselas, entre otros. Porque en el tablero geopolítico actual, la paz es solo una excusa y el negocio de la guerra no entiende de moral ni de principios.
La estrategia global es clara: fabricar conflictos, alimentar guerras y luego presentarse como salvadores mientras se venden armas a ambos bandos. El crecimiento de las exportaciones estadounidenses y francesas coincide con el estallido y recrudecimiento de la guerra en Ucrania. Casualidades que en política y economía no existen.
Resulta especialmente sangrante ver cómo las grandes potencias europeas, que exigen a los ciudadanos de a pie sacrificios en nombre de la «transición verde» y los «derechos humanos», se lucran sin escrúpulos con la muerte de miles de personas en conflictos que ellos mismos alimentan. No importa que los cadáveres se amontonen en las calles de Kiev o Gaza. Lo importante es que las fábricas de armas sigan funcionando y que los contratos multimillonarios se cierren en los despachos de Washington, París o Berlín.
Este es el verdadero rostro de la «comunidad internacional» que, mientras predica la paz y la democracia, engorda sus cuentas bancarias vendiendo muerte al mejor postor. Una vez más, la soberanía de naciones queda supeditada a los intereses de las grandes potencias que dictan las reglas del juego y nos arrastran, sin remedio, a sus guerras y a su miseria moral.
Por cierto, ¿no te preguntas ahora por qué nos quieren arrastrar a una guerra contra Rusia?
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