El mundo ha enloquecido. Acabaremos todos embutidos en una camisa de fuerza. No quiero que el tumulto me pille con paso cambiado y por eso ya he encargado la mía, con sus bonitos correajes. Todo es un contradiós. Dando voz al hombre de la calle, que de nada entiende demasiado, pero no está desprovisto de una chispa de cordura y de sentido común, el uomo qualunque, me pregunto: ¿Qué pejiguera le ha dado a la clase dirigente del mundo occidental con las flatulencias de las vacas? Lo mismo en Australia que en Dinamarca. De un tiempo a esta parte el asunto ha copado titulares en la prensa y uno no sale de su perplejidad.
La jugada consiste en multar a los ganaderos por la emisión de gases de sus reses. ¿El objetivo? Que humillen la cerviz y clausuren sus explotaciones pecuarias para de ese modo erradicar definitivamente la ganadería… sustituida por una nueva alimentación a base de forraje, algas e insectos rebozados en crema de cacahuete con la excusa del omnipresente tremebundismo climático. Se dice que las mayores fortunas del planeta (Bill Gates y otros de similar pelaje) están inyectando millones a paladas en el proyecto. A lo que se ve, las vacas, al expeler sus ventosidades, contaminan que es un contento, pues producen gas metano nocivo para la atmósfera. Supongo que se focaliza en las vacas porque son más grandes (y sagradas en la India) que las ovejas, aunque su cabaña es menos numerosa. Ambas especies pertenecen al orden de los rumiantes, distinguido en el reino animal con el dudoso honor de la aerofagia invicta.
Si nos guiamos por el precepto “lo que tiene boca, tiene culo”, pues lo que entra por un orificio, por otro sale, bien que en distinto formato, va de suyo que todos los seres vivos, lo mismo la hormiga matabele que el rinoceronte, dejan tras de sí un rastro de material deyectado, cierto que no siempre inútil, pues algunas poblaciones tecnológicamente rudimentarias utilizan bosta de vacas, o de camellos, a guisa de combustible. Los cnidarios (anémonas, corales, medusas) son la excepción, pues disponen de un solo orificio, razón por la cual esas bestezuelas jamás se besan en la boca.
En España (año 2023), la cabaña bovina arroja un balance de 6’4 millones de cabezas (muchas me parecen). Las ovejas las doblan en número y alcanzan los 13’6 millones. Si atendemos al peso promediado una vaca da 510 quilos en báscula y una oveja 70, descontadas diferentes magnitudes por edades y razas. Quiere decirse que, en tonelaje absoluto traducimos las ovejas censadas en otros dos millones de vacas, pizca más o menos. Curiosamente, el cómputo del ganado porcino se rige por un criterio diferente y trágico para los gorrinos. El caso es que ese animal es tan aprovechable, de él se dice “nos gustan hasta los andares”, el famoso “trote cochinero”, que la estadística del sector cuenta sus cabezas, no por las vivas, si no por las sacrificadas. De tal modo que en 2022, en España, se le dio “pasaporte” a la bonita suma de 55’6 millones de especímenes. Una auténtica escabechina. Un san Martín apocalíptico. Tocamos a algo más de un cerdo por año y avecindado en el país (y no hemos descontado a los musulmanes), aunque una parte de la matanza se deriva a la exportación. Confieso que da “pudor” (*) abordar este pestilente asunto, pues es fácilmente reconocible el invasivo olor a purines que dejan en el aire esas explotaciones.
Aproximadamente 47 millones de españoles, a un promedio de 60 kgs por individuo (contando niños y adolescentes), pesamos alrededor 30 mil millones de quilos (3 mil millones de toneladas), igualando el peso total del ganado vacuno… luego quienes atienden a esa nacionalidad (incluidos los renegados) son canjeables por algo más de 6 millones de vacas (y ya sumamos 14). Cierto que, a proporción, emitimos menos gases a la atmosfera, pero hay, como en toda materia, sonadas excepciones. Aquí saltan a la palestra Rull, o Turull, dos de los más destacados dirigentes del golpe de Estado fallido (en primera instancia) de octubre de 2017 perpetrado por la Generalidad. Juntos componen el musical binomio “Tururull”, los “Milli y Vanilli” del separatismo catalán. Uno de ellos, tanto monta, tras su estancia en prisión, profundamente zaherido en su amor propio, manifestó que la dieta suministrada por las autoridades penitenciarias españolas obedecía a un premeditado intento de colonizar sus tripas (no es una humorada) mediante una dieta a propósito diseñada para provocarle continuas y blandas flatulencias, insidiosa circunstancia que, a su juicio, constituiría un episodio de brutalidad policial por vejaciones y torturas digestivas. Ya en libertad tuvo ocasión de reorientar a la farándula su anterior desempeño político y ganarse en lo sucesivo las lentejas como pedómano en ferias itinerantes, pero optó por ocupar la Presidencia del parlamento regional, demostrando de modo palmario que el ser humano siempre puede caer más bajo.
Los prohombres y autoridades infeudados a la agenda 2030 no parece que, a corto plazo, vayan a multarnos por largar al exterior ventosidades a través del tubo de escape del que la naturaleza nos ha dotado sabiamente, pero sí aplica tan draconiana punición a los ganaderos por sus animales estabulados… que habrán de repercutir en el precio de las viandas a consumir tan onerosa y entrometida regulación, siendo la carne, hasta que la Humanidad en pleno se declare vegetariana, un artículo de primera necesidad. Se pastorean vacas, ovejas y cabras, y variadas especies animales en otras latitudes, pero no fabulosos y colosales rebaños de dinosaurios, ya extintos, a Dios gracias, cuyas flatulencias no nos es dado siquiera imaginar. Para muestra un botón, una expedición paleontológica ha descubierto recientemente fósiles de un espécimen patagón que equivaldría en volumen y peso a unos catorce elefantes adultos.
La ganadería supuso una conquista de capital importancia para garantizar la evolución y supervivencia de la Humanidad. No en vano, gracias al aporte proteínico procedente de la caza, nuestra especie pudo hacer frente a mil desafíos. A fin de cuentas, qué es la ganadería si no la caza domesticada. La caza y la cocción de alimentos permitieron reducir el espacio mandibular que la dentición ocupaba en el cráneo de nuestros ancestros, grandes dientes para desgarrar carne cruda, dejando hueco para un mayor desarrollo del cerebro y propiciar la aparición de individuos de mayor inteligencia (Homo sapiens Pisarello). También nos ayudó, y no poco, la agricultura, que vale por la sedentarización de la menos productiva recolección itinerante de frutos y bayas silvestres. Pero todo esto no lo digo yo, que es cosa de antropólogos como Ardrey, Montagu o Morris, y de etólogos como Konrad Lorenz, que en su día fueron tachados de “agresionistas” por los precursores, en esas disciplinas académicas, del universo “woke”.
(*) “pudor”, en catalán (pronunciado “pudó”) significa “fetidez”
Javier Toledano | Escritor
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4 comentarios en «¿Estamos todos locos? Vacas flatulentas | Javier Toledano»
Digo yo que esa gente tan lista que cobra tantos millones, tendrá alguna forma de transformar el metano en algo aprovechable. ¿Por qué son tan burros?.
hola hola… apreciada MCarmen, para mí tengo que cuando uno se dedica a pensar y repensar esos asuntos tan extravagantes, me refiero a esos grandes sabios, acaba por desbarajustarse el cerebro… esas sesudas cavilaciones han de tener consecuencias y nunca buenas para la salud mental… la pega reside en el daño que causan a los demás y el coraje que da que tomen esas decisiones a cargo del contribuyente…
hola hola… un buen amigo corrige el peso sumado de los 47 millones de españoles… le creo, pues las Matemáticas no son mi fuerte, dando en báscula tres mil millones de kgs., que es la cifra correcta… gracias mil por sacarme del error…
No sé qué cantidad de metano producirán los rumiantes, poligástricos, que es un gas producido por el aprovechamiento de forrajes, que los monogástricos no son capaces de aprovechar con la misma eficacia dichos materiales. Por contra todos los seres vivos, incluidos los vegetales, al respirar producen CO2, que es un gas también de efecto invernadero. Digamos que la vida es incompatible con el medio ambiente. A ver qué dicen los expertos de medios ambiente…