La ley fue originalmente aprobada para los mayores de 18 años con enfermedades terminales, pero en 2021 se incluyó a quienes padecen afecciones físicas graves y crónicas, sin necesidad de que sean una amenaza para sus vidas.

En febrero de este año, el Gobierno canadiense de Justin Trudeau propuso legalizar la eutanasia para los niños, las personas con enfermedades mentales y las personas con demencia que lo soliciten por adelantado.

Y ahora para drogadictos

Y lo último, según publica el Daily Mail, es que cuando en marzo de 2024 se modifique la legislación del país sobre muerte médicamente asistida, los pacientes con problemas de salud mental, incluidos aquellos con problemas de abuso de sustancias, que no padezcan dolencias físicas podrán solicitar el suicidio asistido.

En la actualidad, las personas que padecen únicamente enfermedades mentales como depresión y trastornos de la personalidad, sin afecciones físicas, no pueden optar al suicidio asistido.

En los próximos meses, una comisión parlamentaria especial volverá a estudiar la medida antes de su puesta en marcha, tras las opiniones divergentes de los partidos políticos canadienses, añade Dayli Mail.

El número creciente de eutanasia en Canadá

En Canadá, en 2022, hubo 13.241 muertes asistidas en frente a 10.092 en 2021, 7.611 en 2020, 5.665 en 2019, 4.493 en 2018, 2.838 en 2017 y 1.018 en 2016.

El informe de 2022 también indica que el número de muertes asistidas aumentó un 31,2%, lo que representa el 4,1% de todas las muertes.

 Plano inclinado

O sea, que Canadá es un país que representa un ejemplo perfecto del ‘plano inclinado’ en el que caen los países que aprueban esa práctica o el suicidio asistido: se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales…, que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia sin su consentimiento.

La eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo.

(Con información de Hispanidad)