Bajo el paraguas de la lucha anticorrupción, el presidente se deshizo de miles de funcionarios a los que llamaban “tigres” o “moscas”, según la jerarquía que tuvieran
Cuando fue elegido hace una década, Xi prometió acabar con los funcionarios deshonestos, ya fueran “tigres” con altos cargos o “moscas” de bajo nivel.
Purga disfrazada de lucha contra la corrupción
Alrededor de 1.100 cargos fueron sancionados desde enero, según datos del partido. Entre ellos figuran el antiguo viceministro de Seguridad Pública Sun Lijun y el ex ministro de Justicia Fu Zhenghua, que pasarán el resto de sus vidas entre rejas.
“Esta última ronda de purgas, enmascarada como una campaña anticorrupción, garantizará que Xi tenga un control más estrecho, si no absoluto, de los aspectos políticos y personales” del congreso, dijo Willy Lam, analista político en la Universidad China de Hong Kong. El presidente chino obtendrá un tercer mandato como líder del partido en el congreso que comienza el domingo, acabando con las reglas de sucesión seguidas desde los 1990.
Control absoluto del partido
“A pesar de todas las señales de que su gran objetivo de un tercer mandato está de hecho garantizado, Xi sigue paranoico por controlar los nombramientos en órganos de decisión clave en el partido”, añadió Lam.
Sun llegó a ser un lugarteniente de confianza de Xi. Supervisó la seguridad en Hong Kong durante los meses de protestas de 2019, y fue enviado a Wuhan al principio de la pandemia. Pero cayó en desgracia por sus ambiciones políticas y fue acusado oficialmente de “dañar gravemente la unidad del partido”.
Sun confesó en enero en la televisión nacional que había aceptado sobornos por 14 millones de dólares, escondidos en cajas de marisco. Otros que supuestamente estaban en “su camarilla”, incluido el exministro Fu y tres antiguos jefes de policía, también recibieron duras condenas.
“El caso de Sun Lijun está vinculado al absoluto control de Xi sobre el aparato de seguridad, que es indispensable para su agenda política”, dijo Yun Sun, director del programa de China en el Stimson Center de Washington.
“También envía un mensaje firme a cualquiera con ideas discordantes con el liderazgo de Xi”, añadió.
Más allá de la aparente unidad, la política interna del Partido Comunista de China ha estado siempre marcada por profundas luchas entre facciones que buscan ganar influencia. “Hay algunos que son anti Xi pero muy propartido. No les gusta hacia dónde se dirige el partido bajo su poder”, indicó a la AFP Alex Payette, jefe ejecutivo de la consultoría Cercius Group.
El congreso ofrece a Xi la oportunidad de rebajar esta amenaza designando a aliados cercanos en el comité permanente del Buró Político, el órgano de siete miembros que en la práctica ostenta el poder en China. Más que cualquier líder chino desde Mao Zedong, Xi ha construido un fuerte culto a su personalidad. A partir de los 10 años, los niños reciben lecciones sobre el “Pensamiento de Xi Jinping”.
De una dictadura colectiva a una dictadura personalista
De acuerdo con Wu Muluan, experto en política china en la Universidad Nacional de Singapur, el presidente usó la campaña anticorrupción para transformar el PCC de “una dictadura colectiva a una dictadura personalista”.
Arrancando las voces críticas y colocando en su lugar a sus protegidos, ha conseguido llevar bajo su ala a tres focos de poder críticos del partido: el ejército, la máquina de propaganda y el aparato de seguridad interna. Por ejemplo, el nuevo ministro de Seguridad Pública, Wang Xiaohong, conoce a Xi al menos desde mediados de los 1990, cuando trabajaban juntos en la provincia de Fujian (sureste).“Xi elige gente que le ha mostrado una lealtad absoluta durante décadas”, apuntó Wu.
Rodearse de aliados se ha vuelto todavía más importante ante los desafíos presentes: una economía convaleciente, deterioro de las relaciones con Washington o la desconexión del mundo por la política de covid cero.
“La carta anticorrupción es una herramienta potente para Xi para enviar un mensaje al número todavía considerable de oponentes en el escalón superior del partido”, opinó Lam.
“Cualquier oposición puede significar cárcel (…) o al menos un feo acoso de las agencias anticorrupción, como vigilancia las 24 horas”, añadió.
(Con información de Infobae)
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