La FDA aprueba el primer salmón cultivado en laboratorio basándose únicamente en las afirmaciones de seguridad del fabricante

La FDA aprueba el primer salmón cultivado en laboratorio

En su carta de aprobación, la FDA afirmó que el salmón cultivado en laboratorio: sin control y riesgos ocultos, ya que entendía que el proceso de producción de la empresa eran “tan seguros como los alimentos comparables producidos mediante otros métodos”.

El primer paso hacia un futuro sin transparencia

La Food and Drug Administration (FDA) de EEUU ha autorizado el primer producto de pescado cultivado en laboratorio en la historia de Estados Unidos. Se trata de un salmón cultivado en laboratorio, creado a partir de células animales por la empresa Wildtype Foods, sin control y riesgos ocultos y basado exclusivamente en evaluaciones realizadas por la propia compañía. Según el dictamen oficial, no hay «dudas» respecto a su seguridad alimentaria. Sin embargo, la realidad es otra: no existe revisión pública, ni experimentación independiente ni estudios a largo plazo sobre los efectos en la salud de este nuevo alimento.

¿Qué es el salmón cultivado en laboratorio?

El salmón cultivado en laboratorio no es pescado. Se trata de células de salmón coho extraídas y cultivadas en bioreactores. En lugar de crecer en un entorno natural, las células se alimentan con sueros sintéticos y factores de crecimiento, como el polémico FGF2, una sustancia vinculada en algunos estudios al desarrollo celular anormal, incluida la proliferación tumoral.

Una vez que la masa celular alcanza volumen, se “forma” el filete en una estructura vegetal, como bambú o agar. Finalmente, se colorea con ingredientes artificiales para simular el aspecto del pescado real. El resultado se parece al salmón, pero no lo es.

La trampa del “Generally Recognized As Safe”

El marco legal utilizado por la FDA para aprobar este producto se basa en la etiqueta “GRAS” (“Generally Recognized As Safe”), un concepto diseñado para aditivos comunes, no para alimentos diseñados con biotecnología avanzada. El problema no es sólo jurídico, sino moral: el sistema GRAS permite a una empresa declarar su producto como seguro sin estar obligada a publicar sus investigaciones ni someterlas a evaluación pública.

Jaydee Hanson subraya:

“Todo lo que sabemos sobre este salmón es lo que la empresa decidió contarnos. No hay suficientes datos disponibles para verificarlos. La FDA debería contar con un proceso con opinión pública”.

En otras palabras, el salmón cultivado en laboratorio ha sido aprobado por confianza en el fabricante, sin auditorías externas, sin estudios en animales, sin datos sobre alérgenos, y sin garantía para el consumidor.

Ingredientes secretos, procesos opacos

Uno de los mayores escándalos asociados a esta aprobación es la falta de transparencia sobre los aditivos empleados. La empresa Wildtype no ha revelado qué ingredientes se utilizan para dar color al producto, ni qué sustancias se añaden al medio de cultivo. Tampoco se ha especificado si emplean antibióticos u hormonas, ni qué efectos pueden tener estos compuestos tras ser consumidos de forma habitual.

El factor de crecimiento FGF2, por ejemplo, es utilizado para acelerar la división celular. Wildtype afirma que se “elimina” antes del consumo, pero no hay pruebas públicas que demuestren que no deja residuos.

Un proceso más farmacéutico que alimentario

Este tipo de productos no se cocina ni se pesca: se fabrica. El proceso recuerda al de la producción de medicamentos o vacunas. En lugar de una granja, se utilizan reactores industriales. En lugar de pienso, se usan medios de cultivo con formulaciones patentadas. Cada filete es producto de ingeniería biológica.

Este sistema es caro, lento y energético. Y aunque se presenta como “sostenible”, no se han publicado estudios comparativos sobre su impacto ambiental. El salmón de acuicultura tradicional, aunque polémico, aún tiene ventajas en términos de escala, trazabilidad y seguridad para el consumidor.

Un experimento en los platos sin el consentimiento del público

El primer restaurante en servir salmón de laboratorio ha sido Kann, en Portland, Oregon. Otros cuatro locales en San Francisco, Los Ángeles y Nueva York han anunciado que lo incluirán en sus cartas próximamente. Lo más preocupante es que no están obligados a informar a los clientes que están comiendo un producto celular.

En otras palabras: ya se está consumiendo sin que el público haya dado su consentimiento informado. Es un ensayo encubierto a nivel nacional, con el consumidor como conejillo de Indias.

Legislación fragmentada y oposición creciente

Estados como Florida, Alabama, Mississippi, Montana e Indiana ya han prohibido o están tramitando leyes para vetar la venta de carne y pescado cultivados. Alegan que estos productos representan una amenaza para el sector primario, pero también que carecen de garantía científica sólida. Incluso Italia ha prohibido la carne sintética, con el argumento de que “no es compatible con la identidad gastronómica nacional”.

Se trata de una reacción lógica ante el intento de imponer por decreto una revolución alimentaria sin respaldo científico, democrático ni ético.

Financiación millonaria, caída estrepitosa

En los últimos años, la industria de la carne celular ha recibido más de 3.000 millones de dólares en inversiones. Wildtype recaudó 120 millones en su última ronda. Pero el entusiasmo se desvanece: la financiación cayó un 75 % en 2023 y otro 40 % en 2024. Muchas startups están cerrando o reduciendo personal.

¿Por qué? Porque la carne celular no es rentable, ni segura, ni aceptada por la mayoría del público. Es una burbuja construida sobre promesas no cumplidas y sobre el deseo de sustituir el sector primario por un sistema tecnocrático controlado por pocas empresas globales.

El gran ausente: el USDA

Uno de los puntos más preocupantes es la exclusión del Departamento de Agricultura (USDA) en este proceso. Normalmente, los productos de origen animal deben ser inspeccionados por el USDA, que establece normas claras para su procesamiento y etiquetado. En este caso, el USDA no interviene. Todo recae en la FDA, que ha delegado la evaluación en el propio fabricante.

Estamos ante una ruptura del equilibrio institucional en el control alimentario. Es el equivalente biotecnológico de legislar sin Parlamento: una puerta trasera que favorece intereses empresariales y debilita las garantías del consumidor.

La soberanía alimentaria

No es sólo una cuestión de salud. También es una cuestión de soberanía alimentaria, ética pública y defensa del consumidor. No podemos permitir que los alimentos se diseñen en laboratorios sin regulación, sin supervisión y sin información.

El salmón cultivado en laboratorio es el primer paso de una agenda que pretende eliminar la pesca, la ganadería y el trabajo del productor rural para sustituirlo por biotecnología patentada. Una distopía alimentaria al servicio de intereses globalistas, no del ciudadano. Porque quien controla el alimento, controla al hombre.

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