Recientemente, el presidente Donald Trump ha reavivado su interés en que Estados Unidos adquiera Groenlandia, una propuesta que ya había planteado en 2019. En diciembre de 2024, Trump afirmó que, para la seguridad nacional y la libertad global, era «una necesidad absoluta» que EE. UU. poseyera y controlara Groenlandia.
Este renovado interés se debe a varias razones:
- Importancia geopolítica y estratégica: Groenlandia ocupa una posición clave en el Ártico, una región de creciente interés debido al deshielo y la apertura de nuevas rutas marítimas. Controlar Groenlandia permitiría a EE. UU. asegurar rutas de navegación y contrarrestar la influencia de otras potencias, como China y Rusia.
- Recursos naturales: La isla es rica en minerales raros, petróleo y gas natural. Las tensiones geopolíticas, especialmente las restricciones de exportación de China, han incrementado la demanda de estos recursos, y Groenlandia podría ser una fuente alternativa valiosa.
- Influencia global: La adquisición de Groenlandia fortalecería la posición de EE. UU. en el Ártico, una región estratégica emergente, y ampliaría su territorio, consolidando su presencia en el hemisferio norte.
Para avanzar en esta iniciativa, en enero de 2025, el representante Andy Ogles presentó en la Cámara de Representantes de EE. UU. la «Ley Hacer Groenlandia Grande de Nuevo» («Make Greenland Great Again Act«), que autorizaría al gobierno estadounidense a adquirir Groenlandia y otorgaría al Congreso un período de revisión de 60 días antes de integrar el territorio.
Sin embargo, Dinamarca, que administra Groenlandia, ha rechazado firmemente la idea de vender la isla. El primer ministro danés, Mette Frederiksen, ha declarado que Groenlandia no está en venta y que cualquier decisión sobre su futuro debe ser tomada por su población.
Además, Dinamarca ha anunciado planes para fortalecer su presencia en Groenlandia, incluyendo una inversión de 14.600 millones de coronas danesas (aproximadamente 2.000 millones de euros) en defensa, que contempla el despliegue de nuevos buques navales árticos y drones de largo alcance.
En resumen, el renovado interés de Trump en adquirir Groenlandia se basa en consideraciones estratégicas, económicas y geopolíticas. No obstante, enfrenta una fuerte oposición tanto de Dinamarca como de la propia Groenlandia, que han reafirmado su intención de mantener la soberanía y autonomía del territorio.
El Ártico, una región que durante siglos fue considerada remota e inhóspita, ha emergido en las últimas décadas como un escenario estratégico de creciente importancia en la geopolítica global. El deshielo acelerado debido al cambio climático ha abierto nuevas rutas marítimas, acceso a recursos naturales y oportunidades económicas, lo que ha llevado a una competencia silenciosa pero intensa entre las principales potencias mundiales, especialmente Rusia, China y Estados Unidos. Este artículo explora las dinámicas geopolíticas del Ártico, los intereses de los actores clave y las implicaciones para la estabilidad global.
El Ártico: Un escenario en transformación
El Ártico, que abarca partes de Rusia, Canadá, Estados Unidos (Alaska), Noruega, Dinamarca (Groenlandia), Islandia, Suecia y Finlandia, ha experimentado cambios dramáticos debido al calentamiento global. Según estudios científicos, la región se está calentando al doble de la tasa global, lo que ha provocado un deshielo sin precedentes. Este fenómeno ha tenido dos consecuencias principales:
Apertura de rutas marítimas: El deshielo ha hecho que el Paso del Noreste (a lo largo de la costa rusa) y el Paso del Noroeste (a través del archipiélago canadiense) sean más accesibles. Estas rutas reducen significativamente el tiempo y los costos de transporte entre Europa y Asia, lo que las convierte en alternativas atractivas a las rutas tradicionales como el Canal de Suez.
Acceso a recursos naturales: Se estima que el Ártico alberga el 13% de las reservas mundiales de petróleo sin descubrir y el 30% de las de gas natural, además de minerales críticos como tierras raras, níquel y cobre. Estos recursos son vitales para la transición energética y la industria tecnológica.
Estos cambios han convertido al Ártico en un espacio de interés estratégico, no solo para los estados ribereños, sino también para potencias globales como China.
Rusia: El gigante del Ártico
Rusia es, sin duda, el actor más influyente en el Ártico. Con más de la mitad de la costa ártica bajo su control, el país ha priorizado la región como un pilar de su seguridad nacional y desarrollo económico. Bajo el liderazgo de Vladimir Putin, Rusia ha llevado a cabo una serie de iniciativas para consolidar su presencia en el Ártico:
Militarización: Rusia ha modernizado sus bases militares en el Ártico, incluyendo la reapertura de instalaciones de la era soviética y el despliegue de sistemas de misiles avanzados. Además, ha establecido una flota ártica especializada y realiza ejercicios militares regulares en la región.
Infraestructura y desarrollo económico: Rusia ha invertido fuertemente en infraestructura, como el puerto de Sabetta, clave para la exportación de gas natural licuado (GNL) del proyecto Yamal. También ha desarrollado rompehielos nucleares, esenciales para mantener las rutas marítimas abiertas durante todo el año.
Reclamaciones territoriales: Rusia ha presentado reclamaciones ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU para extender su plataforma continental en el Ártico, lo que le permitiría controlar recursos adicionales.
Para Rusia, el Ártico no solo es una fuente de riqueza, sino también un espacio vital para proyectar poder y contrarrestar la influencia de Occidente.
China: El jugador no polar
Aunque China no tiene territorio en el Ártico, ha adoptado una estrategia activa para asegurar su influencia en la región. En 2018, el país se autodenominó un «Estado cercano al Ártico» y publicó su Política Ártica, en la que expresa su interés en la cooperación científica, el desarrollo de infraestructura y la protección del medio ambiente. Sin embargo, detrás de esta retórica hay objetivos estratégicos claros:
Rutas comerciales: China ve el Paso del Noreste como una alternativa clave para su iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative). La ruta ártica reduciría su dependencia del Estrecho de Malaca, un cuello de botella estratégico vulnerable a bloqueos.
Recursos naturales: China, como el mayor consumidor mundial de energía, está interesada en los recursos del Ártico. Ha invertido en proyectos de energía en Rusia y Groenlandia, y busca asegurar el acceso a minerales críticos para su industria tecnológica.
Influencia política: A través de su participación en el Consejo Ártico y acuerdos bilaterales con países árticos, China busca legitimar su presencia en la región y contrarrestar la influencia de Estados Unidos.
China ha adoptado un enfoque pragmático, utilizando la inversión y la diplomacia para ganar influencia en el Ártico sin provocar confrontaciones directas.
Estados Unidos: Entre el desinterés y la reacción
Estados Unidos ha sido criticado por su falta de una estrategia coherente en el Ártico. Aunque el país tiene intereses significativos en la región, especialmente en Alaska, su enfoque ha sido inconsistente. Sin embargo, en los últimos años, ha habido un cambio hacia una postura más activa:
Militarización: Estados Unidos ha aumentado su presencia militar en el Ártico, realizando ejercicios conjuntos con aliados de la OTAN y modernizando sus capacidades en la región. En 2019, el Departamento de Defensa publicó una estrategia para el Ártico que enfatiza la competencia con Rusia y China.
Diplomacia y cooperación: Estados Unidos ha trabajado para fortalecer la cooperación dentro del Consejo Ártico y con aliados como Canadá y Noruega. Sin embargo, su retiro del Acuerdo de París bajo la administración Trump fue visto como un obstáculo para la cooperación regional.
Recursos y economía: El gobierno estadounidense ha promovido la exploración de petróleo y gas en Alaska, aunque enfrenta oposición de grupos ambientalistas. También ha expresado preocupación por la dependencia de minerales críticos de China.
Estados Unidos enfrenta el desafío de equilibrar sus intereses económicos y de seguridad en el Ártico con su compromiso con la sostenibilidad ambiental.
Tensiones y cooperación en el Ártico
Aunque el Ártico ha sido tradicionalmente una región de cooperación, las tensiones entre Rusia, China y Estados Unidos han aumentado en los últimos años. Algunos de los principales puntos de conflicto incluyen:
Militarización: La creciente presencia militar de Rusia y la respuesta de la OTAN han elevado el riesgo de confrontaciones accidentales. Además, China ha realizado incursiones en aguas árticas, lo que ha generado preocupación entre los estados ribereños.
Reclamaciones territoriales: Las disputas sobre la extensión de las plataformas continentales y el control de las rutas marítimas podrían escalar en el futuro.
Influencia externa: La participación de actores no árticos como China ha complicado la dinámica regional, especialmente en el Consejo Ártico.
Sin embargo, también hay áreas de cooperación, como la investigación científica, la protección del medio ambiente y la gestión de recursos. El Consejo Ártico, aunque limitado en su capacidad para resolver disputas, sigue siendo un foro importante para el diálogo.
Implicaciones para la estabilidad global
La competencia en el Ártico tiene implicaciones de largo alcance para la estabilidad global. Por un lado, la militarización y las tensiones entre las grandes potencias podrían desestabilizar la región y aumentar el riesgo de conflictos. Por otro lado, la explotación no regulada de recursos y el impacto del cambio climático podrían tener consecuencias devastadoras para el medio ambiente y las comunidades indígenas.
Además, el Ártico es un recordatorio de cómo el cambio climático está reconfigurando la geopolítica global. A medida que el hielo se derrite, nuevas oportunidades y desafíos emergen, lo que requiere una gobernanza internacional efectiva y cooperación entre los estados.
Conclusión
El Ártico se ha convertido en un escenario clave en la competencia global entre Rusia, China y Estados Unidos. Mientras Rusia busca consolidar su dominio en la región, China utiliza la inversión y la diplomacia para ganar influencia, y Estados Unidos intenta recuperar terreno después de años de relativa inacción. Aunque hay espacio para la cooperación, el riesgo de conflictos y la explotación insostenible de recursos son preocupaciones reales.
En última instancia, el futuro del Ártico dependerá de la capacidad de los actores globales para equilibrar sus intereses nacionales con la necesidad de proteger un ecosistema frágil y garantizar la estabilidad regional. La «guerra silenciosa» en el Ártico es un recordatorio de que, en un mundo cada vez más interconectado, incluso las regiones más remotas no están exentas de las dinámicas de poder global. Gracias por leerme.
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