El Ibex se lo reparten entre el globalismo y la dictadura sanchista: BlackRock está presente en 21 de las 35 grandes empresas de España. Moncloa controla participaciones por un valor superior a los 37.000 millones.
El Ibex en manos del globalismo y del sanchismo es una realidad que refleja la lucha entre BlackRock, con más de 40.000 millones de euros invertidos, y Moncloa, que controla 37.000 millones a través de la SEPI y otras participaciones estatales. Entre el fondo globalista de Wall Street y el intervencionismo socialista, las grandes empresas españolas se han convertido en títeres en un campo de batalla.
BlackRock: el gigante globalista que domina el mercado español
Desde su llegada a España en 1994, BlackRock ha extendido su influencia de forma implacable. Con el paso de los años, ha consolidado posiciones en energía, banca y telecomunicaciones, sectores que son auténticos nervios de la economía española. Hoy está presente en 21 de las 35 grandes empresas del Ibex, lo que demuestra el nivel de poder alcanzado. Su apuesta en España ronda los 40.000 millones, la mayoría en deuda corporativa y en capital de las principales compañías.
Su estrategia se ha visto favorecida por la debilidad de los gobiernos nacionales, que han permitido la penetración masiva de capital extranjero. El resultado es que hoy, buena parte de las decisiones clave de nuestras grandes compañías dependen de Wall Street.
Destacan sus posiciones en Santander, Sabadell, Iberdrola, Repsol, BBVA y Naturgy. En los tres primeros bancos controla más del 6% del capital, mientras que en Repsol y BBVA roza el 8%. Además, en Naturgy ha llegado a ostentar más del 20%, aunque hoy se mantiene en torno al 18,8%.
En lo que va de año, BlackRock se ha beneficiado del rally del Ibex, que ha subido cerca de un 30%. Su estrategia se centra en reforzar posiciones estratégicas, especialmente en el sector financiero y energético, pilares clave para cualquier economía.
La contraofensiva del sanchismo: control desde Moncloa
Mientras tanto, Pedro Sánchez en su golpe de estado institucional quiere controlar el poder económico, Para ello, utiliza el dinero de todos los españoles para expandir su control económico. A través de la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) y otros organismos, Moncloa ha tomado posiciones en compañías consideradas “estratégicas”.
Actualmente, el Estado controla participaciones relevantes en Enagás, Redeia, Indra y Telefónica. También mantiene una fuerte presencia en CaixaBank (alrededor del 18%, herencia del rescate bancario) y en Aena, donde llega al 51% a través de Enaire.
En total, el Gobierno administra más de 37.000 millones de euros en acciones. Una cifra que, aunque inferior al capital de BlackRock, revela hasta qué punto el sanchismo quiere extender sus tentáculos sobre la economía nacional.
Intervencionismo y riesgo para la inversión en España
El intervencionismo socialista no se limita a controlar participaciones. Desde 2022, el Ejecutivo ha impuesto fuertes condiciones regulatorias a operaciones corporativas superiores a 15.000 millones de euros.
El caso más sonado fue la OPA de BBVA sobre Sabadell, en la que Moncloa intentó torpedear la operación. Esta intromisión provocó la reacción de grandes inversores y motivó recursos judiciales contra la decisión del Tribunal Supremo.
Globalismo y sanchismo: dos caras de una misma amenaza
El Ibex en manos del globalismo y del sanchismo no es una mera disputa de poder económico. Supone un riesgo directo para la soberanía nacional. Por un lado, el globalismo de BlackRock impone intereses financieros ajenos a España. Por otro, el sanchismo socialista utiliza recursos públicos para reforzar su control político sobre sectores estratégicos.
Ambos caminos conducen al mismo resultado: la pérdida de independencia económica y la sumisión de nuestras empresas a intereses que no responden a los ciudadanos españoles.
El Ibex en manos del globalismo y del sanchismo representa una amenaza doble. Por un lado, BlackRock controla buena parte del poder financiero en España. Por otro, Pedro Sánchez ha decidido extender la sombra del Estado para dirigir la economía al servicio de su golpe de estado.
La consecuencia es clara: pérdida de soberanía, debilitamiento de nuestras empresas y riesgo creciente para los inversores. El futuro económico de la nación no puede quedar en manos del globalismo ni de la dictadura sanchista.