El euro digital: el nuevo “tocomocho” de la Comisión Europea | Eusebio Alonso

Siempre me ha parecido curioso el refrán que dice que “Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo”. Mi interpretación es que la perversidad es, por desgracia, insistente y contumaz. No crean que la Comisión Europea, esa que decide todo en Europa y que es elegida sin el menor refrendo democrático de sus ciudadanos, se aburre. Y no se aburre porque no para de idear mecanismos que hagan nuestra vida más difícil y costosa, limitando progresivamente las libertades ciudadanas con la excusa de que todo lo hacen por nuestro bien y por la sostenibilidad del planeta Tierra. Eso sí, disfrazando cuidadosamente sus auténticos objetivos para atraer al mayor número posible de ciudadanos confiados a sus torcidos planes de futuro.

La nueva ocurrencia tiene el nombre de euro digital. En apariencia, se trata de digitalizar la divisa comunitaria, de forma que pueda usarse mediante un monedero digital gestionado por una aplicación instalada en el móvil, o a través de un monedero físico materializado por una tarjeta que quedará vinculada a ese monedero. La moneda usada es el euro digital, emitida por el BCE (Banco Central Europeo) con paridad permanente de 1:1 con el euro. Se trataría de una moneda de tipo CBDC (Central Bank Digital Currency). El BCE justifica esta iniciativa como respuesta al aumento de los pagos electrónicos y la disminución de los pagos en efectivo; así como para proteger la estabilidad financiera frente al auge progresivo de los pagos con criptomonedas. No se oculta que el objetivo final es el de eliminar la necesidad de monedas y billetes que conllevará, de forma perversamente “justificada”, a la desaparición del dinero en efectivo.

La experiencia piloto de uso del euro digital comenzará en octubre de 2025, aunque su implantación definitiva se demorará, previsiblemente, hasta 2027, cuando se produzca la renovación en la presidencia de la Comisión Europea y se disponga de datos suficientes para evaluar el éxito de la iniciativa.

El euro digital no es una inversión, como ocurre con las criptomonedas, que, además, permiten transacciones de forma independiente de cualquier autoridad monetaria soberana, sino simplemente de un medio de pago. El euro digital se presenta como un complemento en el uso del efectivo, aunque “juran”, con la boca chica, que nunca supondrá la sustitución de éste. Permítanme que desconfíe de este compromiso explícito, cuando ya se han producido reiteradas declaraciones de responsables políticos europeos y nacionales en favor de la desaparición definitiva del dinero en efectivo.

Cuando surge una iniciativa de este tipo, lo primero que una persona desconfiada debería preguntarse, igual que si se tratase de investigar un crimen, es ¿Qui prodest? (¿quién saca provecho de esto?) Sorprende mucho que una iniciativa así, que llevará consigo un enorme coste en tecnología e infraestructura, coste que alguien tendrá que asumir, se haga «gratuitamente» en provecho de los ciudadanos, cuando todos sabemos que la Unión Europea ha dado pruebas sobradas de que no le importan los problemas reales de éstos como son: el control de las fronteras, la seguridad ciudadana, el futuro de las pensiones, la búsqueda de una autosuficiencia energética, la protección de nuestra identidad histórica y cultural, la protección del sector primario, la garantía de afrontar las crisis sanitarias con honestidad y solvencia sin limitar las libertades ciudadanas injustificadamente y exigiendo responsabilidad a los causantes de los atropellos jurídicos y sanitarios derivados, la defensa de las libertades ciudadanas frente a los excesos ideológicos, así como de otros muchos asuntos de auténtica importancia que se menosprecian olímpicamente. A la UE tan solo parece importarle la agenda 2030 y como financiar sus enormes e innecesarios costes, como si su sola intervención mesiánica pudiese salvar al mundo de un hipotético peligro climático antropogénico. Ahí podría estar la clave: en cómo financiar los enormes costes de funcionamiento de las ineficaces instituciones europeas y nacionales, siempre lastradas por numerosos gastos innecesarios.

En qué consistirá el euro digital

El euro digital se pondrá a disposición de personas, empresas y entidades públicas que residan o estén establecidas de forma temporal o permanente en un Estado miembro de la zona del euro. Aunque la legislación definitiva no está concluida, desde el punto de vista práctico, el euro digital es simplemente un monedero electrónico de uso, por el momento, opcional. Este monedero se vinculará a una cuenta bancaria desde la que el usuario podrá hacer recargas para que el monedero disponga de un crédito. El monedero podrá servir de soporte tanto a la compra como a la venta de productos y servicios, reduciendo, o incrementando, el crédito asociado en los respectivos monederos de comprador y vendedor. Los pagos podrán realizarse, de forma instantánea, en cualquier parte del mundo sin comisiones. De esta manera, se intenta presentar, sobre el papel, como una atractiva alternativa al dinero de bolsillo.

El usuario podrá disponer de su dinero a través de una aplicación en su móvil o de una tarjeta que cualquiera puede usar y que supuestamente no precisará cobertura de internet para realizar las transacciones, ya que también tendría posibilidad de funcionar offline.

No parece que, una vez transformado el dinero en euros digitales (transferido al monedero), pueda volver a la cuenta a la que esté vinculado, salvo en el caso de cobros y tras orden explicita. Y mucho menos convertirse en efectivo.

Parece que, por el momento, cada ciudadano podrá cargar el monedero con un máximo de 3.000 €. Supongo que preguntarán el porqué. Pues porque según sus cálculos es el máximo que se puede convertir en efectivo en un determinado momento sin poner en peligro la estabilidad financiera en caso de que se produjera una reacción multitudinaria. Tengan ustedes en cuenta que el dinero que pase a formar parte del monedero, ya no estará en la cuenta de la que procede, sino que estará a disposición del Banco Central Europeo encargado de su “custodia”. Si se diera una hipotética migración masiva de fondos a monederos, se podría poner en jaque a alguna entidad bancaria al perder buena parte de su liquidez monetaria.

Los ciudadanos de los países de la UE que todavía no usan el euro como moneda: Bulgaria, Rumanía, Dinamarca, Hungría, Polonia, República Checa y Suecia, no podrán usar el euro digital por el momento.

El señuelo

Cualquier trampa que se precie, tiene que tener un señuelo que la haga atractiva a los ojos de la víctima. Hay que vestir el euro digital con algunas ventajas para atraer a la mayor gente posible. Una ratonera sin queso no funcionaría a poco inteligentes que fuesen los ratones. Veamos algunas de esas supuestas ventajas con las que se viste el euro digital.

  • Se “eliminan” las comisiones que existen en las transacciones con tarjetas de crédito. Se trataría de dinero público sin riesgo financiero y cuyos pagos no requieren intermediarios.
  • Se podrán hacer pagos transfronterizos de forma instantánea, incluso en caso de ausencia de conexión a Internet.
  • Se eliminará la economía sumergida y se dificultará el blanqueo de capitales, pero solo si el euro digital reemplaza, finalmente, al dinero físico. Circunstancia que parece ser el propósito final de esta iniciativa.
  • Se pretende solucionar la brecha digital, proporcionando facilidad de uso por la gente mayor y aquellos que no están acostumbrados al uso de las nuevas tecnologías.
  • Es previsible que, para incentivar el uso del euro digital, se ofrezcan beneficios como un crédito inicial de regalo o beneficios fiscales por hacer uso de él. Por desgracia, la experiencia demuestra que estrategias de este tipo siempre ocultan algo turbio.

Lo que hay detrás del señuelo

Los contras del euro digital, a mi modo de ver, son los siguientes:

  • Si triunfa el euro digital desaparecerá inevitablemente el dinero físico, lo que conllevará la desaparición, sin vuelta atrás, de una de nuestras principales parcelas de libertad y anonimato en el uso de lo que es solo nuestro.
  • El dinero depositado en el monedero deja de estar remunerado y se convierte en un dinero cautivo que no se puede mover de allí salvo para gastarlo. Esto es un ataque a la libertad, ya que el dueño del dinero debería poder hacer lo que quisiera con él, incluso llevárselo a un paraíso fiscal, una vez satisfecha la obligación social de pagar los impuestos que correspondan.
  • Si se pierde el dispositivo o la tarjeta asociados a la cartera virtual (monedero), podría perderse el crédito incluido en él, puesto que, por motivos de facilidad de uso para las personas mayores (eliminación de la brecha digital), no parece ser necesario acreditar la identidad del titular para su uso. Además, tampoco se podrá bloquear, en caso de extravío, como se hace con las tarjetas de crédito o débito.
  • La cuenta de respaldo al monedero digital se usará para hacer frente a pagos cuando el crédito del monedero sea insuficiente. Si este proceso se hiciera automáticamente sin el consentimiento del propietario de la cuenta, sería una intromisión inaceptable en la propiedad individual. Este mecanismo, una vez puesto en práctica, facilitará también la incautación o el bloqueo de cuentas cuando existiera una infracción del usuario pendiente de pago o cualquier litigio con la Administración.
  • Trazabilidad absoluta del uso del monedero por parte del Banco Central Europeo, que podrá compartir la información sin el consentimiento explícito del usuario en base, previsiblemente, a una inevitable cláusula contractual que tendrá que aceptar el tomador del monedero. Al tratarse de registros informáticos, cualquier información contenida en ellos podría ser susceptible de ser hackeada por terceros.
  • Se eliminará, progresivamente, la competencia en el número de proveedores de pago con tarjeta de crédito o débito con la excusa de protegernos de la usura. La eliminación de la competencia nunca debe ser impuesta, sino que debe ser solo consecuencia de la libre elección ciudadana.
  • Aunque la UE parece estar muy sensibilizada con la Ecología, no parece estarlo lo suficiente cuando hablamos de «pasta», dado el inevitable coste medioambiental que supondrá la puesta en marcha del euro digital. Recuerden, por paralelismo, que el funcionamiento de las criptomonedas requiere actualmente del uso de combustibles fósiles. Cuantos más nodos se usan más energía se necesita. ¿Es que el euro digital no tiene impacto medioambiental? No piensen que las energías renovables aseguran disponibilidad 24 horas al día y 365 días al año.
  • El euro digital supone poner en manos del BCE parte de nuestros ahorros. Dinero cuyo uso podrá ser limitado, de forma programable, según la política monetaria y social que desee aplicar la UE. Ello permitirá, si lo considerasen necesario, restringir el uso del monedero a áreas geográficas o periodos de tiempo determinados, así como limitar la cuantía de las transacciones. Es decir, que usted podría no tener permiso para gastarlo dónde quiera ni cuando quiera. Por no hablar de una hipotética caducidad que le obligaría a gastar el dinero antes de una fecha y al ritmo que le marque la autoridad monetaria. No se trata de un delirio apocalíptico fruto de una mente calenturienta. Para que las tan cacareadas ciudades de 15 minutos sean una realidad y se pueda implantar el tiránico sistema de crédito social vigente en China, necesitan herramientas contundentes y el euro digital, una vez haya sustituido al dinero físico, podría ser la más eficaz.
  • Si se normaliza el uso del euro digital, nada impide que las nóminas, pensiones, subvenciones y ayudas se ingresen en el monedero del perceptor, en lugar ingresarlos en la cuenta corriente de domiciliación. Esto sería una jugada maestra para el BCE que embolsaría nuestra nómina directamente en su hucha.
  • En caso de crisis, como pudiera ser una nueva pandemia o una situación financiera grave, tal vez debida a la enorme deuda pública acumulada, el Estado podría confiscar parcial o totalmente el dinero de su monedero digital. Recuerde que con los cambios en la nueva ley de Seguridad Nacional se capacita al presidente del gobierno a requisar, en caso de crisis y de forma temporal, los bienes de titularidad privada. Desgraciadamente, la ley no precisa de qué tipo de crisis habla ni tampoco concreta la temporalidad de la medida.
  • Un euro digital, que no precisa ni siquiera la emisión de papel, prerrogativa de los Estados miembros de la UE, puede ser una fuente desbocada de inflación. Inflación que subirá los precios de los alimentos y de la energía por el mero hecho de que el dinero valdrá menos, al haber una mayor masa monetaria sin contrapartida productiva. Se podría llegar a crear, incluso, más dinero que el que realmente se tiene en depósito lo que facilitaría nuevos mecanismos de corrupción.

¿Qui Prodest?

El funcionamiento del euro digital supone que el BCE recibe, de forma consentida, una cantidad ingente de dinero que la usará para los propósitos que estime convenientes: como por ejemplo seguir comprando la soberanía nacional de cada uno de los paises miembros a cambio de deuda pública. Es decir, ¡seguirán comprando nuestra libertad con nuestro propio dinero! Tengan en cuenta que las transacciones con cargo al euro digital no suponen un cambio en la custodia del dinero implicado, que podrá seguir reteniéndolo el BCE para sus propósitos, sino tan solo un cambio en la titularidad virtual del dinero asociado con la transacción, salvo que hubiese orden explícita para depositar los cobros en euros digitales en la cuenta asociada del perceptor del cobro.

Baste un cálculo sencillo. En la UE hay 450 millones de habitantes, de los que el 80% son mayores de edad. Es decir, 360 millones de ciudadanos mayores de edad. Ciudadanos que podrían ingresar en su monedero de euros digitales hasta una cifra de 3000 € cada uno. Lo que hace la no despreciable cifra de 1.080.000.000.000 € bajo el control del BCE.

La desaparición del dinero físico y el papel de supervisor de nuestras operaciones del BCE supondría una pérdida de libertad enorme para los ciudadanos que podrían ver como sus gastos se supervisan y controlan por un tercero cuyas intenciones no pasan, precisamente, por mejorar su bienestar.

Recientes encuestas demuestran que más del 65% rechazan el euro digital en España. En países tan importantes como Alemania más de la mitad de la población lo rechaza. En consecuencia, se puede asegurar que la implantación forzada del euro digital no es, para nada, una decisión democrática.

Es más que previsible que el uso de la cartera virtual o monedero digital sea impuesto a todos los ciudadanos de la UE en base a la justificación de que ya no hay apenas transacciones en efectivo. De otra manera sería difícil que consiguieran una mínima aprobación de la población, considerando que ya hay demasiada gente que empieza a desconfiar de la medida. Lo crean o no, existe una gran inquietud por contabilizar en toda Europa las transacciones que se realizan en efectivo desde que surgió el proyecto del euro digital. Con esos antecedentes, la moraleja práctica es que nos conviene utilizar el efectivo tanto como podamos, antes y después de que entre en vigor el euro digital en su fase piloto, con objeto de no proporcionar argumentos que sirvan para limitar, aún más, nuestra libertad.

¡Evite que se la den con queso! El control sobre el dinero es, en última instancia, el control sobre la vida de las personas. El euro digital puede ser el comienzo de una terrible Inquisición financiera. Es una ocurrencia innecesaria, costosa y potencialmente liberticida. Si duda, recuerde que: lo que hoy es opcional, mañana podrá ser obligatorio si conviniese al poder. En consecuencia, no sería inteligente darles demasiadas facilidades. No confíen nunca en el que ya les ha defraudado más de una vez.

Si usted opina, como yo, que el euro digital no va a mejorar su vida en el largo plazo, sino todo lo contrario, resístase lo que pueda a aceptarlo. Y si se lo acaban imponiendo, no lo use ni lo dote de crédito. ¡Desconfíe de la tiránica Europa que nos han impuesto! ¡Otra Europa es posible!

Eusebio Alonso | Licenciado en ciencias físicas. Subdirector del diario online  Adelante España.

 

 

 

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