El BCE teme que el empleo no remonte hasta 2023

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El Banco Central Europeo (BCE), que ha ampliado su bazuca de compras de deuda en 600.000 millones, ya ha publicado unas proyecciones que sirven como primera guía para cuantificar el daño económico provocado por el coronavirus a medio plazo en la eurozona. El resultado está lejos de ser una V o U, como se había especulado: será una recuperación mucho más lenta que la caída del PIB. Como resultado de ello, el empleo no se recuperará a los niveles previos antes de 2023, y los Estados tendrán que afrontar una ‘nueva normalidad’ en la que la deuda pública reduce el margen para futuras intervenciones.

La caída del PIB del segundo trimestre, según los indicadores a tiempo real que manejan los economistas del BCE en Fráncfort, “no tiene precedentes”, como admitió este jueves Christine Lagarde, presidenta de la autoridad monetaria. La institución calcula que hubo una caída del PIB de la eurozona del 3,8% y que, entre abril y junio, está registrándose otra del 13%.

Para el conjunto del año, el BCE espera una reducción de la riqueza generada en el área monetaria del 8,7%, aunque maneja dos escenarios alternativos en función de la duración del virus y el éxito de las políticas económicas, que sitúan el desplome del PIB en una horquilla entre el 5,9% y el 12%. En realidad, todos los agentes económicos asumen una recesión desconocida desde las guerras mundiales, pero las proyecciones económicas de la autoridad monetaria dibujan el primer escenario a medio plazo que sirve de hoja de ruta para su política.

En esta guía, la recuperación no es tan rápida como lo está siendo el agujero económico. El horizonte temporal abarca 2020, 2021 y 2022, y para este último ejercicio los economistas del banco central aún no prevén una recuperación completa de los niveles previos de PIB o empleo. El pronóstico del banco central en su escenario central es de una caída del PIB del 8,7% en 2020, para recuperarse un 5,2% en 2021 y un 3,3% en 2022, quedándose a las puertas del nivel de 2019.

“Las opiniones del BCE sobre la economía de la eurozona son más pesimistas que el consenso y apuntan a una profunda recesión en 2020 (-8,7% frente al 7,6% del consenso) y probablemente a un proceso de recuperación más accidentado e incierto”, apunta Patrice Gautry, economista jefe de UBP. “Durante la conferencia de prensa del BCE, Christine Lagarde pintó un cuadro muy negativo, y se esforzó en destacar las malas perspectivas de la inflación y la importancia de volver a la senda de la inflación anterior al covid-19”, arguye Azad Zangana, economista y estratega de Schroders.

En el caso del empleo, la proyección apunta a un daño mayor. La base de ocupados descendería un 2,8% este año, para aumentar un 0,4% el próximo y un 1,5% el siguiente. Como resultado, la tasa de paro escalaría desde el 7,6% del último ejercicio hasta el 9,8% en 2020 y el 10,1% en 2021, volviendo después al 9,1%.

En las previsiones del BCE, la tasa de paro escalaría desde el 7,6% del último ejercicio hasta el 9,8% en 2020 y el 10,1% en 2021, volviendo después al 9,1%

Hay varias lecturas. La primera es que, aunque el BCE no desagrega el resultado por países, es evidente que es una noticia especialmente mala para España, que suele destruir empleo con mayor velocidad que otros países europeos, y diferentes casas de inversión sitúan el país como el más afectado por el peso de los sectores más golpeados, como el turismo, o la dependencia del empleo en las pymes. Los primeros indicadores de confianza apuntan, también, a una incipiente recuperación heterogénea.

La situación del empleo en España, por ahora, está marcada por los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), sin saber cuántos de estos empleados, por desgracia, no volverán al trabajo tras el estado de alarma. En mayo, se incorporaron al sistema 187.814 nuevos afiliados, según el Servicio Público de Empleo (SEPE), y 387.815 afiliados que estaban en ERTE se reincorporaron al trabajo. Pero todavía había 760.000 afiliados menos que antes de la crisis del coronavirus y tres millones en situación de ERTE.

Otro factor dramático para España en la comparativa con otros países es la temporalidad, con un 25% de la población ocupada, la ratio más alta de la eurozona y lejos de la media, en torno al 15%. Esto hace que los más débiles sean los que más sufren esta crisis que, de hecho, se ceba más sobre este colectivo, y así lo han mostrado los primeros indicadores en España. Pero en el conjunto del euro, el BCE espera dos movimientos contrarios entre los costes laborales unitarios y la remuneración por empleado debido a la imputación de los ajustes en el empleo. En el primer caso, habría un aumento del 4,4% este año, y en el segundo, una caída del 1,9%. Que baje este indicador puede ser por dos razones: que haya mayor pérdida de empleo en trabajadores con salario por encima de la media, o que haya ajustes salariales generalizados, algo que ya se está viendo en España con los ERTE y otras medidas empresariales encaminadas a recortar el coste salarial.

Para los siguientes ejercicios, se suavizaría el efecto del covid sin regresar al punto de partida. Estas proyecciones son consistentes con la idea de que el empleo no se recuperará antes de 2023. Por otro lado, la previsión apunta a un descenso de la productividad del 6% este año, dado que la caída del PIB es mayor que la del empleo, pero después ocurriría lo contrario en 2021, dando lugar a un rebote en la productividad del 4,8%, y otro del 1,7% en 2022.

Una montaña de deuda

El BCE tiene claro que el universo de deuda pública disponible para sus programas de compras, que alcanzarán los 1,83 billones (millones de millones) entre 2020 y la primera mitad de 2021, crecerá a un ritmo vertiginoso. La ratio de deuda sobre el PIB acabó en el 84,1% en 2019, y terminará en el 101,3% este año, según vaticina el banco central. Fruto de la recuperación de la producción con mayor velocidad que el aumento de emisiones netas, descendería hasta el 100,6%, y el 99,9% en los dos años siguientes.

El déficit público no parece que vaya a ser una prioridad de las políticas fiscales en el corto plazo. La caída de ingresos automáticos por el daño económico y las políticas de gasto dispararán el déficit público, según el BCE, hasta el 8,5%, un agujero en las cuentas públicas que contrasta con el -0,6% del año anterior. También habría un saldo negativo para los dos próximos ejercicios, con un 4,9% y un 3,8% respectivamente. Pero la falta de ajustes dejará en negativo, igualmente, el déficit estructural, que es el saldo de las cuentas públicas excluyendo el impacto del ciclo económico. En 2019, el déficit fue del 0,9%, y en 2020, 2021 y 2022, el BCE espera que se mueva entre el 2,4% y el 2,6%.

El aumento esperado del apalancamiento de las economías que comparten euro es del 20%. En esa línea, según todos los servicios de estudios, estará España, con la agravante de que parte con mayor endeudamiento, del 96% en 2019, y aumentará hasta el 115% el año que viene, según los economistas, en este caso, del Fondo Monetario Internacional (FMI).

España afronta la crisis con una posición vulnerable por su deuda pública y también por su posición inversora internacional neta (PIIN), que, con un 74% o 921.708 millones en 2019, supera con creces a la mayoría de sus vecinos europeos, incluyendo Italia. La economía española ha mejorado esta deuda externa gracias al récord de exportaciones durante el ciclo de recuperación que ha acabado de forma abrupta.

Sin embargo, el comercio exterior no se recuperará tampoco, al menos, antes de 2023, según el cuadro macroeconómico con el que trabaja el BCE. Las exportaciones de la zona euro, que venían de crecer un 2,5% en 2019, se hundirán un 13,6% en 2020, y rebotarán un 8,4% en 2021 y otro 4,9% en 2022. Las importaciones, por su parte, vivirán una evolución similar: -12% en 2020, 7,4% en 2021 y 5,3% en 2022.

El análisis del BCE coincide con el de la mayoría de expertos académicos o de gestoras y bancos de inversión, al sugerir un daño estructural sobre el comercio mundial, que ya se estaba viendo amenazado con la guerra comercial de Estados Unidos y China. Aún es pronto para saber si las dos potencias retomarán este conflicto tras el coronavirus, teniendo en cuenta las elecciones presidenciales a las que se enfrenta Donald Trump. Pero sí hay cierto consenso en que las políticas neoliberales y pro globalización de las últimas décadas van a perder espacio frente a una mayor intervención de los Estados, que también fomentarían reducir la dependencia exterior.

La caída de exportaciones se compensaría con la esperada subida para las importaciones en la cuenta corriente, con un superávit esperado por encima del 2% del PIB de la eurozona en el horizonte temporal considerado, en línea con lo visto en 2019. Aunque el BCE recorta estos pronósticos, ya que en marzo esperaba saldos superiores al 3%.

En cualquier caso, las previsiones realizadas por el BCE, como por cualquier otro organismo en este momento, están condicionadas por una situación de “incertidumbre radical”, concepto que suele usar el exgobernador del Banco de Inglaterra Mervyn King. Como ha dicho Lagarde, dependerán del virus y del éxito de las políticas públicas.

Por lo pronto, el consumo público es la única variable para la que el banco central no anticipa caídas, con un aumento del 2,5% en 2020 y de más del 1% cada uno de los dos próximos años. En el mismo periodo, el consumo privado se desplomaría un 7,8% en el ejercicio presente, recuperándose un 6% y un 3,3% en los dos años posteriores, mientras que la formación bruta de capital fijo (inversión empresarial) se hundirá, según la proyección, un 15,5% este año. Es difícil imaginar, en condiciones normales, una variación de esta magnitud. El rebote del 4,9% en 2021 o del 5,9% en 2022 serían insuficientes para regresar al estado anterior al coronavirus.

(El Confidencial)

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