DKT: la red glocal de aborto con pastillas | Carlos Polo

DKT: la red glocal de aborto con pastillas

Cuando se habla de aborto en el mundo, la atención suele centrarse en debates legislativos o en sentencias de tribunales. Pero hay un actor silencioso que opera por debajo del radar: DKT International, una organización que ha convertido el negocio del aborto con pastillas en una estrategia global adaptada a realidades locales. Sus oficinas se expanden por los cinco continentes y su brazo en Perú, DKT Perú S.A.C., ofrece un ejemplo claro de cómo se articula esta maquinaria que combina marketing social, redes paralelas de distribución farmacológica y alianzas con laboratorios en India.

El caso DKT muestra que el aborto químico no es un fenómeno aislado, sino una estrategia glocal: pensamiento global y ejecución local. Lo que se decide en oficinas internacionales en Washington o Nueva Delhi se traduce en operaciones en Lima, Bogotá o Accra, siempre con un mismo objetivo: ampliar el acceso a pastillas abortivas, incluso en países donde el aborto es ilegal o culturalmente ajeno y rechazado por la población.

El término “glocal” proviene de la fusión entre lo global y lo local. DKT lo aplica con precisión: ofrece la idea de un “aborto seguro y accesible” a través de medicamentos estandarizados como el misoprostol y la mifepristona.

A diferencia de las farmacéuticas tradicionales, DKT no depende de cadenas formales de hospitales o farmacias, sino de redes de distribución encubiertas y campañas dirigidas al público juvenil. Su herramienta clave es el marketing social, una técnica que combina publicidad, redes comunitarias y ventas informales para colocar productos sensibles como preservativos, anticonceptivos de emergencia o directamente pastillas abortivas.

Esto le permite:

  1. Evadir controles sanitarios: al moverse en canales paralelos, no está sometida a los mismos filtros regulatorios que un medicamento convencional.
  2. Vender en mercados restringidos: introduce misoprostol y mifepristona incluso en países donde el aborto es ilegal.
  3. Promover el aborto autogestionado en casa: impulsa la narrativa del “aborto seguro y privado” con la modalidad de automedicación.

Dentro del entramado de DKT, existe una filial clave: DKT WomanCare Global. Su función es colaborar con fabricantes para ampliar el acceso y la asequibilidad de productos de planificación familiar y aborto químico. Esta división no se limita a las pastillas: también distribuye kits de aspiración manual endouterina (AMEU), dispositivos de evacuación uterina adquiridos de la ONG Ipas. Hoy se comercializan en más de 90 países. Con ello, DKT WomanCare controla tanto el aborto medicamentoso como el aborto quirúrgico ambulatorio.

El caso Perú: DKT Perú S.A.C.

Una investigación de Population Research Institute y la Asociación Origen ha puesto al descubierto esta conexión glocal.

En Perú, DKT opera bajo el nombre comercial DKT Perú S.A.C., inscrito como droguería en Pachacamac, Lima, con RUC N° 20601395453. La Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas – DIGEMID es la autoridad sanitaria que le otorgó registro farmacológico del misoprostol, a pesar de que en el país este medicamento tiene un uso clínico restringido y el aborto es ilegal salvo en caso de riesgo de vida de la madre.

El detalle más preocupante es que DKT Perú importa su misoprostol desde India, fabricado por Naari Pharma Private Limited, una farmacéutica dedicada a la salud femenina que no solo produce, sino que también es socia estratégica de DKT International.

Así, el medicamento que ingresa legalmente a Perú bajo registro sanitario termina vinculado a una red global que lo comercializa ilegalmente con fines abortivos.

Naari Pharma no es un simple proveedor. En documentos públicos de DKT International se afirma que trabajan juntos “para registrar, importar y distribuir misoprostol y mifepristona de alta calidad y bajo costo”. Incluso, en publicaciones en LinkedIn, DKT WomanCare reconoce a Naari como el fabricante de sus productos estrella para aborto medicamentoso: MisoMife-Fem® Combo y MisoFem®.

La relación no es exclusiva con Perú: Naari también figura como fabricante de las pastillas vendidas por DKT Colombia S.A.S. y DKT Ecuador S.A., confirmando que esta red opera de manera regional, con un mismo laboratorio surtiendo a varios países.

Cuando dicen “salud reproductiva”, están incluyendo el aborto

La narrativa oficial de DKT es potente desde el punto de vista comunicacional: hablan de “empoderar a las mujeres”, “ampliar el acceso a la salud” y “proteger derechos reproductivos”. Pero detrás de esas frases, la evidencia muestra que lo que en realidad promueven es el aborto con pastillas como método de planificación familiar.

Su página web lo dice con claridad: ofrecen “opciones asequibles de aborto con medicamentos” mediante un “marketing social dinámico”. Los kits de misoprostol/mifepristona son presentados como productos de primera necesidad, equiparados a un anticonceptivo más.

La operación de DKT plantea varias consecuencias que los países deben tomar en serio:

  1. Erosiona la soberanía sanitaria: los marcos regulatorios nacionales quedan subordinados a una estrategia global.
  2. Normaliza el aborto clandestino: al promover el aborto autogestionado en casa, se difumina la frontera entre legalidad e ilegalidad.
  3. Sobrecarga el sistema sanitario: cuando el aborto autogestionado genere lesiones en la salud de la mujer, será el sistema sanitario local quien tendrá que hacerse cargo, con costos asociados.
  4. Construye legitimidad social: al hablar de “salud reproductiva” y “opciones seguras”, se busca reducir la resistencia cultural al aborto.

DKT International no es una ONG benéfica ni una simple empresa farmacéutica. Es un network abortista glocal que combina pensamiento global, logística multinacional y acción local para imponer el aborto con pastillas en más de 100 países.

En Perú, su filial DKT Perú S.A.C. es la pieza de un engranaje mucho mayor: registros sanitarios, importaciones desde India, marketing social y narrativa de derechos. Todo ello permite que un medicamento como el misoprostol, diseñado para usos clínicos concretos, termine funcionando como herramienta de aborto clandestino bajo la fachada de “salud reproductiva”.

El caso DKT muestra cómo el aborto se ha transformado en un fenómeno globalizado que ya no depende solo de parlamentos o cortes, sino de redes empresariales transnacionales que saben adaptar su discurso y su estrategia a cada contexto local. En otras palabras: un negocio global con rostro local.

Carlos Polo

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