Armas de destrucción masiva. Armas químicas | Albert Mesa Rey

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El conflicto de Ucrania ha vuelto a poner sobre el tapete la posibilidad de que un estado agresor emplee armas químicas contra la población civil.

Las armas químicas tienen la consideración de armas de destrucción masiva igual que las armas nucleares o las biológicas. Se las consideran actualmente las “armas nucleares de los países pobres”. Sin embargo, la utilización de lo que podríamos considerar “armas químicas” tienen un largo recorrido en la historia de la humanidad.

Se tienen referencias de que aproximadamente mil años antes de Cristo los chinos empleaban humos de arsénico para obligar a los ejércitos sitiados a abandonar sus reductos. También que Solón de Atenas envenenaba el agua de ciudades sitiadas en el año 600 antes de nuestra era, y para ello colocaba raíces tóxicas en los pozos de abastecimiento. Por el año 430 antes de nuestra era, en la guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas, se empleó dióxido de azufre y otros humos para la inmovilización de tropas dentro de un fuerte: se perforaba una de las paredes del fuerte y se introducía el humo directamente hacia él.

Cerca del año 200 antes de nuestra era los cartagineses empleaban raíz de mandrágora en el vino para sedar a sus enemigos y dejarlos inermes. En 1591 los alemanes fabricaron bombas pestilentes utilizando pezuñas y cuernos de animales, casi pulverizados, mezclándolos con una resina vegetal extremadamente maloliente llamada Asafetida y prendiéndoles fuego para generar humos muy agresivos. El efecto de estos procedimientos fue siempre el mismo: desplazar al oxígeno y sofocar al enemigo.

En 2015 se cumplió el centenario de la utilización por primera vez de lo que se conoce con el nombre de armas químicas. Fue durante la Primera Guerra Mundial, el 22 de abril 1915, en la segunda batalla de Ypres (Bélgica). Se comenzó utilizando cloro y se siguió utilizando fosgeno, gas mostaza y otros agentes químicos que produjeron innumerables muertos y heridos. En una historia escueta de lo que fue el siglo XX, podríamos considerar qué productos químicos se han obtenido o utilizado con este fin y se podrían distinguir varios periodos.

El primero sería la Primera Guerra Mundial, en el que ya hemos indicado algunos productos químicos utilizados Alguno de estos se utilizó también entre 1921 y 1927 en la guerra del Rif (Marruecos).

El segundo sería el periodo entre 1936 y 1949, donde los países, sobre todo Alemania, se dedicaron a buscar nuevos agentes químicos más potentes y obtuvieron el tabún, sarín, somán y ciclosarín, que se conocen como agentes G, por estar sintetizados en Alemania (Germany) y que se caracterizan por atacar el sistema nervioso. Se puede afirmar que prácticamente no se utilizaron en la Segunda Guerra Mundial, porque Hitler, que había sufrido este tipo de armas en sus propias carnes en la primera prohibió su uso en combate, pero no el Zyklon B (ácido prúsico) usado en las cámaras de gas de los campos de exterminio.

El tercer periodo, a partir de 1950-1955, es en el que se obtiene la conocida como serie V (V-X, V-E, V-G), que se refiere a agentes vesicantes, es decir, sustancias que en contacto con la piel producen irritación y ampollas (la iperita de la Primera Guerra Mundial ya era vesicante) y que empezaron a fabricarse en Inglaterra, pero siguieron en Rusia, Estados Unidos, Japón, etc., y se han utilizado recientemente en Irak y en Siria. Es curioso que lo mismo en la serie G que en la V algunos se descubrieron de forma accidental buscando insecticidas.

Entre las armas químicas débiles estarían:

  • Los «gases lacrimógenos» o «agentes antimanifestaciones»; entre ellos figuran el CN y el CS. El CS es menos tóxico que el CN, y por esa razón es el más utilizado. Con una pequeña cantidad de CS se puede provocar sensación de ardor en los ojos, lagrimeo abundante, dificultades para respirar, opresión en el pecho, náuseas, deseos de vomitar, secreción nasal y cierre involuntario de los párpados. Estos agentes al aire libre no tienen problema de mortalidad, pero en ambientes cerrados no son seguros en este sentido.
  • Los «gases vomitivos» causan efectos más graves. Uno de los más representativos es el llamado DM. Sus efectos son similares a los causados por el CS, pero más intensos y persistentes.
  • Los «agentes urticantes» producen en el individuo afectado la sensación de haber sido flagelados con hojas de ortiga. Son más tóxicos que los anteriores.

Se pueden considerar armas químicas mortales las siguientes:

  • Los «agentes asfixiantes«: Sus efectos iniciales son semejantes a la de los gases antimanifestaciones y vomitivos, pero después de períodos de aparente recuperación aparecen los efectos mortales. Como ejemplo de estos está el «fosgeno» (gas muy irritante, mezcla de cloro y óxido de carbono), produce un encharcamiento de sangre en los alvéolos pulmonares, altera la difusión de oxígeno del pulmón a la sangre y como consecuencia la asfixia mortal. Los más conocidos de este grupo son el cloro, el fosgeno y el difosgeno.
  • Los «gases vesicantes» producen pústulas dolorosas en la piel que pueden alcanzar varios centímetros de diámetro. El más conocido es el «gas de mostaza» denominado «rey de los gases». Su inhalación produce efectos asfixiantes y el contacto con la piel ampollas, en los ojos ceguera. Es absorbido a través de la piel, por ello las máscaras antigás no son una protección suficiente al mismo. Los más conocidos de este grupo son: la iperita, la lewisita y la oxima de fosgeno.
  • Los «gases paralizantes» ó «gases nerviosos«: son los más tóxicos que cualquier otra química. Estos gases paralizantes afectan los nervios que controlan los músculos e inhiben las enzimas orgánicas que eliminan las sustancias formadas por los impulsos nerviosos. Los gases llamados G son el GA (Tabún), el GB (Sarín) y el GD (Somán), cualquiera de ellos es capaz de causar la muerte con una sola inhalación.

Los gases VX que con una sola gota pequeña que resulta invisible, 0,4 mg por vía oral u 8,6 mg por contacto con la piel puede matar fácilmente a un hombre. Dado que estos gases también se absorben a través de la piel, no es suficiente con las máscaras antigás.

  • Los «gases incapacitantes» pueden ser divididos en dos: los físicos y los psico-químicos. Los físicos dejan a la víctima temporalmente indefensa. Los psico-químicos producen alucinaciones o furia maníaca. No actúan a través de la piel, por ello son más fáciles de evitarlos.  

Durante buena parte de la última posguerra, y eclipsadas por la preocupación que suscitaba una posible guerra nuclear, las armas químicas no suscitaron gran interés hasta 1968, en que se emprendieron conversaciones sobre las armas químicas y biológicas en la Conferencia de desarme de Ginebra. Los tratados en que desembocaron aquellas conversaciones siguieron caminos divergentes. La Convención sobre las Armas Biológicas (CAB) fue redactada en un tiempo relativamente breve y quedó dispuesta para su firma en 1972, aunque carecía de medidas de verificación.

Estableciendo una pauta para iniciativas posteriores de prohibición de las armas químicas, la CAB obligaba a los estados participantes a proseguir las negociaciones sobre las armas químicas, con objeto de instituir medidas para su destrucción y para prohibir su desarrollo, producción y almacenamiento.

Las negociaciones sobre la CAQ duraron mucho más, y progresaron a un ritmo desigual a medida que los grandes avances reflejaban los cambios políticos y de otra índole. En 1980, la Conferencia de Desarme estableció un grupo de trabajo específico sobre las armas químicas.

Cuatro años después, se encomendó al grupo elaborar los términos de una eventual prohibición de las armas químicas, y de ese encargo surgió un texto de propuestas sobre la Convención. La mejora de las relaciones entre las grandes potencias a finales de los años 80, el ataque químico de 1988 contra Halabja, en Iraq, la publicidad que se dio a la amenaza de guerra química durante la guerra del Golfo y el anuncio de un acuerdo bilateral entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para destruir la mayor parte de sus existencias de armas químicas y detener su producción confirieron impulso a las negociaciones sobre la Convención.

A pesar de los avances, quedaban todavía varias cuestiones por aclarar. Algunos países deseaban que el desarme químico estuviera vinculado a los progresos del desarme nuclear.

Otros, en cambio, aspiraban a introducir disposiciones de asistencia en casos de defensa frente a un ataque químico. El grado de apoyo que recibiría de la Convención el libre comercio de sustancias químicas y el consiguiente desarrollo económico y tecnológico suscitaban gran preocupación en numerosos países. A muchos de ellos les preocupaba la posible interferencia causada por el régimen de verificación de la Convención, y particularmente de sus inspecciones por denuncia.

Hasta casi el final del proceso de negociación, los Estados Unidos insistían en el derecho a adoptar represalias del mismo tenor en caso de empleo de armas químicas. Poco a poco, los obstáculos fueron superados, y las cuestiones pendientes, resueltas.

En 1992, la Conferencia de Desarme adoptó formalmente un proyecto de Convención. El 13 de enero de 1993, en París, la Asamblea General de las Naciones Unidas solicitó que el Secretario General, depositario de la Convención, la declarara dispuesta para ser firmada. En una muestra sin precedentes de apoyo a un tratado internacional de control de armamento, 130 países rubricaron la CAQ durante los tres días de la conferencia de París.

¿Cómo se utilizan las armas químicas?

Los agentes químicos pueden liberarse como gotitas diminutas, similar a la acción de un aerosol de los que se usa para liberar insecticida. Para que un arma química cause daño, debe entrar en contacto con la piel o las membranas mucosas, inhalarse o ingerirse.

La actividad del agente químico depende de su concentración. Una vez más deberemos acudir a la célebre frase de Paracelso el padre de la toxicología: “La dosis hace el veneno (del latín sola dosis facit venenum)”. En otras palabras, por encima de cierta exposición el agente será letal, por debajo de cierto nivel de exposición, el agente no matará. Por debajo de cierto nivel de exposición, el agente ni siquiera causará daño.

Medidas de protección ante un ataque con armas químicas.

Debido a que la mayoría no tenemos una máscara antigás, ni un equipo de protección NBQ (no son lo mismo que los EPI y no están a la venta para el público en general por ser de uso militar), ni atropina (un inyectable que se usa cuando se expone a agentes nerviosos), la mejor defensa contra las armas químicas está en estar atentos a la información y a las alertas.

Siendo realistas, si no se está en el campo de batalla, es más probable que nos encontremos ante un derrame químico accidental que ante un ataque con armas químicas. Sin embargo, en cualquier situación militar o de terrorismo, estas armas son mucho más probables que las armas nucleares o biológicas.

Hay varios pasos que el público en general puede tomar para limitar su exposición y protegerse en caso de guerra química.

  • Mantener la calma: evitar entrar en pánico y tratar de usar el sentido común. Tener una radio (con pilas) y mantenerse al día con las novedades. Prestar atención a los avisos de defensa civil y pensar reflexivamente antes de actuar. La mejor defensa es enfrentar la situación con la cabeza serena.
  • Buscar un terreno elevado: Los agentes químicos son más densos que el aire. Se hunden en áreas bajas y siguen patrones de viento/clima. Buscar el piso más alto de un edificio o la parte superior de una formación de tierra natural.
  • Buscar espacios abiertos o un suministro de aire autónomo: desde una perspectiva terrorista, un área densamente poblada es un mejor objetivo que un lugar con poca gente. Por tanto, la amenaza de un ataque químico se reduce en las zonas rurales. Tiene sentido aislar el suministro de aire porque la mayoría de los agentes químicos se dispersan después de un cierto período de tiempo (una excepción notable es el VX, que está diseñado para persistir). Evitar la exposición es una buena medida de protección.
  • Usar los sentidos: ¿Cómo saber si ha estado expuesto a un agente químico? Es posible que no pueda ver ni oler uno. En formas puras, la mayoría de los agentes de armas químicas son líquidos claros. Los productos químicos impuros pueden ser líquidos amarillentos. La mayoría son inodoros e insípidos, pero algunos tienen un olor ligeramente dulce o afrutado. La irritación de la piel, la dificultad respiratoria y las molestias gastrointestinales pueden indicar exposición a un agente químico. Sin embargo, si no muere en unos minutos, probablemente no muera en absoluto. Por lo tanto, si cree que ha estado expuesto a un agente químico, busque atención médica tan pronto como se sienta seguro.  

Conclusión: Vivimos tiempos convulsos en los que desgraciadamente los 4 Jinetes del Apocalipsis que se describen en el capítulo 6 de este libro vuelven a cabalgar: El caballo blanco montado por el jinete de la “Conquista”; el caballo rojo montado por el jinete de la “Guerra”; el caballo negro montado por el jinete del “Hambre” y el caballo amarillo montado por el jinete de la “Muerte”.  

Deseo fervientemente que este artículo sea solamente una base de aproximación e información sobre el tema de las armas de destrucción masiva. Este es el tercero y último de la serie. En los dos anteriores que he publicado en esta revista, se trataron los temas del arma nuclear y el arma biológica. Deseo y espero que nunca nos enfrentemos a la circunstancia de padecer los efectos de ninguna de las tres.

Albert Mesa Rey | Escritor

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