El pasado 24 de febrero asistimos atónitos a la invasión de un país soberano, Ucrania, por una potencia agresora, Rusia. Lo que en un principio Vladimir Putin pensó que podría ser un paseo militar, se ha visto dificultado por la heroica resistencia del pueblo ucraniano. Hemos visto escenas de un drama humano de dimensiones colosales con 2,3 millones de desplazados, mujeres y niños buscando refugio en Europa; hombres movilizados contra el invasor y el bombardeo con misiles de las ciudades.
El mundo entero ha reaccionado contra la agresión con sanciones económicas contra Rusia y ayuda militar para Ucrania. A la vista de los acontecimientos, el sátrapa de Moscú ha resucitado el jinete apocalíptico del empleo de armas nucleares. Como jefe de Equipo de Delimitación en Defensa ABQ (Atómica, Bacteriológica y Química) que fui en mi juventud, repasemos un poco la historia y sobre todo los terribles efectos que tienen este tipo de armas.
Ya se cumplen 77 años del primer uso de un arma nuclear contra población civil y desde entonces no se había vuelto a usar contra poblaciones civiles en el marco de un conflicto bélico. Esperemos que tampoco se usen en este conflicto, pero la amenaza ya está sobre el tapete.
Era el 6 de agosto de 1945, eran los últimos compases de la Guerra en el Pacífico en el marco de la 2ª Guerra Mundial. Alemania se había rendido a los Aliados el 8 de mayo de este mismo año. El Enola Gay, un bombardero Boeing B-29 Superfortress pilotado por el coronel Paul Tibbets despegó del aeródromo de la Isla de Tinian y después de 6 horas de vuelo se situó en la vertical de la ciudad japonesa de Hiroshima.
En su bodega había un solo artefacto. Una bomba nuclear que llevaba una carga de 64 kilos de Uranio 235, con una potencia explosiva cercana a los 16 kilotones, equivalente a 16.000 toneladas de TNT. La bautizaron con el nombre de “Little Boy” (Niñito o literalmente Niño Pequeño)
El lanzamiento de la Little Boy se produjo a las 08:15, hora de Hiroshima, según lo planeado. Cayó durante 43 segundos desde los 9470 metros a los que volaba el bombardero y detonó, como estaba previsto, a 600 m de altura sobre la ciudad. A las 8:14 era un día soleado en Hiroshima, a las 8:15 era un infierno.
Lo que ocurrió en los días sucesivos es parte conocida de la Historia y no es el objetivo de este artículo. Hoy quisiera tratar los efectos mecánicos y fisiológicos de la explosión de una bomba nuclear de fisión, como las que estallaron sobre Hiroshima y Nagasaki, o las de fusión, que nunca se han empleado sobre población civil.
Los efectos de una detonación nuclear pueden dividirse en: materiales y biológicos siendo estos distintos en relación con otro factor, el tiempo transcurrido desde el ataque. Así distinguiremos tanto en los efectos materiales como en los biológicos, unos efectos inmediatos o primarios en el momento de la detonación y los minutos posteriores y unos efectos tardíos o secundarios, que se prolongarán a lo largo de días, meses o años.
La detonación: Los artefactos empleados en un ataque nuclear sean lanzados como una bomba desde un bombardero o lanzados mediante misiles balísticos explotan en el aire, nunca en tierra para maximizar su poder destructivo. El terreno absorbería una parte significativa de ese poder destructivo.
La ¨Zona Cero” Es la zona situada en la vertical de donde se produce la explosión (epicentro) y sus cercanías. Aquí la mortalidad alcanza el 100% y todos los efectos se reciben simultáneamente sin desfase alguno. El efecto conjunto es tan brutal que no puede quedar nada en pie. Se le conoce también como área de devastación o aniquilación total.
Los efectos inmediatos o primarios: En el momento de la detonación (efectos inmediatos), los elementos de destrucción que se desencadenan son y causan:
Unos efectos térmicos: En el momento de la detonación causa una ola de calor de unos 4000ºC en un radio variable según la potencia del artefacto. En Hiroshima en radio de calor alcanzó un radio de unos 4,5 Km desde el punto 0. (el punto bajo la vertical de la detonación).
En una bomba atómica de unos 20 megatones se alcanza una temperatura en su interior de unos 300 millones de °C. Téngase en cuenta que el centro del Sol tan solo alcanza los 20 millones de grados
El Pulso electromagnético es también otra forma de efectos térmicos pero causado por la intensa emisión de rayos gamma y la conducción del plasma resultante. El área afectada por ese flujo de cargas en movimiento se carga con un poderoso campo electromagnético, cuyo campo electrico alcanza valores del orden de miles y hasta decenas de miles de voltios por metro. El resultado es que todos los sistemas electrónicos que haya en esa zona y que no estén protegidos por una jaula de Faraday dejarán de funcionar quedando averiados de forma irreversible.
El pulso electromagnético en lugar de la explosión tiene una velocidad cercana a la velocidad de la luz, disminuyendo con la distancia al punto 0.
Al final, aproximadamente el 35% de la energía de la bomba se liberará en forma de radiación térmica. Los efectos térmicos producen incendios inmediatos en un radio de varios kilómetros dependiendo de la potencia del artefacto que haya estallado. Estos incendios pueden estar activos durante días. Si la ciudad no es evacuada rápidamente, las llamas, las elevadas temperaturas y los gases tóxicos acabarán con todo ser vivo que haya permanecido entre sus ruinas. Sobre la vida humana y animal se producen quemaduras de mayor gravedad y extensión dependiendo de la distancia a la “Zona Cero”
Unos efectos mecánicos: Tras la detonación se produce una onda expansiva u onda de choque de unos 1.224 Km/h (la velocidad del sonido) En el caso de las bombas atómicas la destrucción sobre el terreno es enorme aun cuando la onda de choque ni siquiera ha escapado del epicentro de la explosión.
Si bien el aire circundante ya ha incrementado su temperatura en miles de grados debido a la radiación térmica aún existe un volumen de aire calentado hasta unos 100 millones de grados centígrados. Ese aire solo puede hacer una cosa: expandirse. El aire sobrecalentado en las cercanías de la zona cero es impulsado hacia la periferia reforzando el efecto abrasador de la bola de fuego.
El aire tremendamente caliente del epicentro no solo se expande, sino que también asciende dejando un vacío en el área de la explosión completando la destrucción.
La Radiación ionizante: Es la radiación electromagnética y corpuscular emitida directamente por la explosión. Esta se constituye por una serie de partículas producto de la desintegración como núcleos de helio y electrones (partículas alfa y beta, respectivamente) y de fotones o radiación electromagnética a muy alta energía (radiación gamma).
Estos últimos son los realmente peligrosos, a efectos inmediatos, debido a su gran alcance y poder de penetración. Su velocidad es la de la luz por lo que sus efectos se perciben simultáneamente al flash luminoso. A pesar de eso, su alcance no es demasiado alto debido a la fuerte interacción de dicha radiación con la materia lo que hace que pierda intensidad rápidamente con la distancia. De hecho, es esa interacción la que confiere la letalidad a dicha radiación.
Las radiaciones ionizantes tienen la capacidad de provocar mutaciones en el ADN. Los resultados de estas mutaciones suelen afectar principalmente a células de crecimiento rápido como pueden ser las células germinales (óvulos o los espermatozoides provenientes de la espermatogénesis) con el resultado de nacimientos de criaturas deformes o inviables, y por otro lado las células de la hematopoyesis, con lo que la incidencia de leucemias es muy alta en poblaciones que han sobrevivido a un ataque nuclear.
Onda de choque | Radiación térmica | Radiación ionizante | Radiación residual |
40 – 60% | 30 – 50% | 5% | 5 – 10% |
Cuantificación en porcentajes de los daños de una detonación nuclear.
Los efectos tardíos o secundarios: Después del ataque nuclear y la contaminación radiactiva cobra su mayor importancia. Los vientos de la zona dispersan materiales radiactivos contaminados. La lluvia radiactiva precipita sobre la tierra partículas radiactivas que están flotando en la atmosfera. El periodo de semidesintegración del Uranio 235 que es el isótopo empleado en armas nuclearen de fisión es de 7,038 × 108 años y el del Plutonio 239 es de 24 200 años. Ese sería el tiempo en que la mitad del total del material residual de la detonación se desintegraría en átomos más estables, es decir, no radiactivos.
Después del ataque debe delimitarse las distintas zonas dependiendo de la radiación residual detectada sobre el terreno. La descontaminación de las zonas afectadas es larga y costosa. Habrá como poco que remover y enterrar en cementerios nucleares muchísimas toneladas de tierra, pero en las zonas más próximas a la Zona Cero será imposible y deberán cerrarse por tiempos larguísimos.
Los efectos tardíos sobre las personas: La población que se ha visto expuesta al ataque nuclear y ha sobrevivido o los que por estar en una de las zonas expuestas se ha contaminado van a sufrir una serie de alteraciones. Los efectos a largo plazo de la radiación y la lluvia radiactiva serían: Disfunciones del sistema nervioso central (a dosis muy elevadas). También náuseas, vómitos y diarrea causados por lesiones en el tracto gastrointestinal, que pueden ocasionar una deshidratación potencialmente fatal y problemas de nutrición; y destrucción de la capacidad del cuerpo de producir nuevas células sanguíneas, lo cual provoca hemorragias incontroladas (debido a la ausencia o la significativa reducción del número de plaquetas) e infecciones potencialmente mortales (debido a la ausencia o reducción del número de glóbulos blancos).
Desestructuración de la sociedad: Cabe pensar que, si el ataque es generalizado sobre amplias regiones continentales, afectando a sus principales centros industriales y núcleos de población, el daño producido será inimaginable.
Para empezar la capacidad de la sociedad para recuperarse quedará reducida al mínimo. Los pocos hospitales y ambulatorios que siguiesen en pie quedarían colapsados a las pocas horas del ataque. La atención clínica eficiente sería inviable dada la escasez de medicamentos, imposibilidad de importar más ni de recibir ayudas de países vecinos si estos también han sido atacados.
Asimismo, la electricidad puede pasar a convertirse en un bien preciado. Las pocas infraestructuras que aún funcionen tendrán que echar mano de electrogeneradores de combustible. La red eléctrica estará fuera de servicio y la mayoría de las operaciones se tendrán que hacer a oscuras y sin las más mínimas condiciones de higiene ya que el suministro de agua potable probablemente se habrá cortado. La telefonía fija y móvil también habrá quedado inhabilitada, ocurrirá lo mismo con la distribución del correo.
Es de prever que un estado atacado convoque el estado de emergencia o algo parecido, en esas circunstancias el ejército puede hacer uso de las armas contra la población civil en caso de ser necesario pudiéndose dar casos de abuso de autoridad sin que estos sean jamás advertidos por sus superiores. Si la administración del estado ha quedado mucho más afectada se puede dar el caso de una escisión del estado en pequeños estados feudales gobernados por individuos particulares que no obedecerán órdenes del estado. Es posible que la policía quedara relegada a funciones de orden público desobedeciendo las órdenes de un gobierno central.
Epílogo:
La proliferación de las armas nucleares entre las potencias durante la Guerra Fría (19945-1991), estableció una política de disuasión y una estrategia de Destrucción Mutua Asegurada (DMA), lo que da como resultado el terror de que existió a una represalia extremadamente destructiva ante cualquier tipo de agresión.
Desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki al final de la Guerra del Pacífico en el marco de la 2ª Guerra Mundial, no se han empleado armas nucleares sobre poblaciones en el marco de un conflicto bélico. Esperemos que tampoco se usen en este conflicto ni en el futuro.
De todas formas, el mundo occidental y España en particular afrontan otro peligro. Hace poco recibí un meme por WhatsApp que me hizo reflexionar, decía: “En la entrada de una universidad en Sudáfrica está el siguiente mensaje para reflexión de los estudiantes”.
“Para destruir una nación no se requiere de bombas atómicas o misiles de largo alcance. Sólo se necesita bajar el nivel de educación y permitir que se copie en los exámenes”
- Los pacientes mueren en manos de tales doctores.
- Los edificios colapsan en manos de tales ingenieros.
- El dinero se pierde en manos de tales economistas y contables.
- El Humanismo muere en manos de tales religiosos.
- La Justicia muere en manos de tales jueces.”
El colapso de la Educación es el colapso de una Nación. Pero esto sería tema de controversia y debate para otro artículo.
Albert Mesa Rey | Escritor
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