Un desastre largamente anunciado: el coche eléctrico | Albert Mesa Rey

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Hoy quisiera incidir en un aspecto polémico de nuestra sociedad buenista y ecológica.  Es algo fácil de demostrar, pero muy difícil de reconocer por los gobiernos: el coche eléctrico contamina casi el doble que los coches de gasolina.

¿Qué cómo puedo decir algo así, tan políticamente incorrecto? Muy sencillo, voy a tratar de explicarlo: el coche eléctrico, tal y como hoy se concibe, almacena la electricidad de la red eléctrica en sus baterías y, aprovechando esa energía almacenada, nos lleva a trabajar, a casa, o a recoger a los niños al colegio.

¿Hasta ahí de acuerdo? Supongamos que sí. Pero el caso es que las baterías no tienen un rendimiento del cien por cien. A poco que hayamos estudiado un poco de física sabremos que eso lo explica el Segundo Principio de la Termodinámica. Es decir: «metemos» en ellas un kilovatio, por ejemplo, y a la hora de aprovechar la energía almacenada, a causa de calentamientos, deficiencias de los procesos químicos, resistencias, etc., el resultado práctico es que de allí sale menos de un kilovatio. Mucho menos de hecho, si las cosas se hacen de la mejor manera posible, recuperamos del orden del 80% de la energía gastada en almacenar allí la electricidad para mover el coche; pero si no se hacen muy bien, puede que apenas se aproveche la mitad de lo que metimos.

Además, antes de meter la electricidad de corriente alterna de nuestra red doméstica en la batería, la habremos tenido que convertir en corriente continua, lo cual, aunque lo hagamos con un buen convertidor (y las fuentes de alimentación de nuestros equipos eléctricos no suelen serlo de momento), ahí se producirán pérdidas de otro 15% o más.

Asimismo, para que llegue la electricidad a nuestro domicilio ha habido que transportarla cientos de kilómetros, pasándola a alta tensión, luego a media tensión y luego a doscientos veinte voltios, con pérdidas en cada paso que en conjunto no suelen ser inferiores a otro 10% de la energía producida en la central y que se disipa en forma de calor no aprovechable (Efecto Joule). Estas pérdidas se producen por la resistencia de los cables al paso de la corriente eléctrica explicada por la Ley de Ohm y por el rendimiento de los sucesivos trasformadores.

El problema reside también en que, cómo en algunas centrales eléctricas estamos quemando gasóleo o gas, o carbón para producir electricidad, el resultado es que si ese gasóleo lo utilizásemos en mover el coche directamente, recorreríamos el doble de kilómetros que si lo utilizamos para producir electricidad en alguna parte del país lejos de las ciudades, convertirla, transportarla a cierta distancia, volverla a convertir, almacenarla en una batería, y sacar de ella a la mañana siguiente sólo la mitad de lo que hemos gastado en la central eléctrica.

El coche eléctrico tiene muchas ventajas, sobre todo que no contamina en la ciudad, sino que la contaminación se produce lejos, pero cerca o lejos es contaminación y eso también debería preocupar a los defensores del cambio climático y el calentamiento global. Podríamos aceptar que es silencioso, suave, si esto satisface a las mentes sensibles… pero, por favor, no digamos que ahorra emisiones de CO2.

Otro aspecto importante es cuánto contamina su fabricación y qué hacer con las baterías una vez lleguen al final de su vida útil. Debemos saber que dependiendo del material de que estén construidas se estima su duración entre 400 y 2000 cargas y descargas.

Todas baterías tienen, y no es un secreto para nadie, que en su construcción se emplean materiales altamente contaminantes para el medio ambiente.  Las más usadas en automoción son: plomo-ácido (las más antiguas); níquel-cadmio (NiCd); níquel-hidruro metálico (NiMh); ion-litio (LiCoO2); ion-litio con cátodo LiFePO4 y las de polímero de litio (LiPo).

Dado que la gasolina que metemos en nuestros coches está cubierta por todo tipo de impuestos estatales y regionales, el resultado es que, pese a su mal rendimiento, el coche eléctrico quizás podría resultar más barato para el consumidor, hasta que los Ministerios de Hacienda se den cuenta de la situación y nos suban entonces el precio de toda la electricidad, que durante estos últimos tiempos ya alcanza un precio de “pobreza energética” en amplias capas de la población. Al final habremos hecho un pan con unas tortas.

Es cierto que los coches llamados “híbridos enchufables”, que utilizan un motor de combustión interna para producir electricidad y esta para mover el vehículo, obtienen ahorros energéticos notables, pero se basan más en que el motor de combustión funciona en ellos a las revoluciones óptimas todo el tiempo (y eso ahorra mucho combustible), a que nos ahorramos los rozamientos y pérdidas de la caja de cambios, del diferencial y de las rótulas del eje de la transmisión y, sobre todo, a que la electricidad producida va directamente a los motores eléctricos en lugar de pasar por una fase de almacenamiento, que es donde se producen las mayores pérdidas del proceso en el caso de los coches que son cien por cien eléctricos.

Cada vez que un gobierno anuncia que el futuro es del coche eléctrico, suele aparecer alguna eminencia que advierte, de alguna manera poco agresiva (nada de insultar al ministro de turno que lo acaba de decir), que habría que pensar en cambiar la estructura de la generación y la distribución eléctrica antes de abordar un despliegue masivo de los coches eléctricos o propone que esto debiese ir acompañado de la popularización de sistemas renovables de generación de esa energía.

El tema de las renovables sería asunto para otro artículo quizás tan políticamente incorrecto como este. Posiblemente quizás mejor sería una campaña masiva de propaganda veraz y no interesada de la descriminalización de la energía nuclear como solución más limpia, económica y hasta si se me apura esa palabreja tan en boga: “sostenible”. Por otro lado, sería una solución para que países como el nuestro dejasen de depender energéticamente de otros de dudoso tinte democrático.

En otras palabras, que si lo que va a mover los coches hay que producirlo en centrales eléctricas, habría que multiplicar estas de una manera por ahora inconcebible, y si no se hace a base de centrales no contaminantes, el remedio sería muchísimo peor que la enfermedad.

Amable lector: Si tienes tiempo e interés en ampliar o contrastar alguno de los conceptos citados de este artículo, sugiero que “pinches” en los enlaces que he ido resaltando. Gracias por leerme.

Albert Mesa Rey| Escritor

1 comentario en «Un desastre largamente anunciado: el coche eléctrico | Albert Mesa Rey»

  1. Estimado Señor Mesa,
    He leido con mucho interés su artículo sobre el coche eléctrico.
    Quisiera hacerle dos preguntas:
    1. Los enlaces que Usted menciona, se refieren a las cifras de pérdidas/rendimientos? Me interesaría tenerlos, estoy a punto de presentar mi proyecto (generador de hidrógeno para almacenamiento de energía renovable) y hago un estudio comparativo sobre el tema hidrógeno/ baterias.
    2. Qué opina Usted del coche de hidrógeno y pila de combustible?

    Muchas gracias
    Ernesto Burkhalter

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