El Camino de Santiago, ayer y hoy | Francisco Martínez Peñaranda

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El Camino de Santiago es un auténtico acontecimiento cultural, turístico, deportivo, económico, político y religioso.

Y me permito poner lo de religioso en último lugar con todo el dolor de mi corazón. Porque hablando con peregrinos y caminantes he podido constatar, que el porcentaje de aquellos que lo recorren por motivos espirituales es muy escaso, y dentro de estos, los cristianos son una triste minoría.

El significado del Camino, año tras año, se ha ido convirtiendo en algo así como una mezcla de excursión y senderismo, aderezado con algo de  encuentro con uno mismo o con la “madre naturaleza”.

Por supuesto, para algunos son sanas jornadas de reflexión y compañerismo, con ciertos retazos de espiritualidad, pero en la mayoría de los casos no lo son desde una perspectiva genuinamente cristiana.

Es importante intentar comprender lo que significó el Camino de Santiago en el mundo antiguo y medieval.

En otro tiempo, durante siglos y siglos la peregrinación a Santiago fue un hecho trascendental en la vida de los cristianos.

Jesús se define a sí mismo diciendo: “Yo Soy el Camino.” Y toda nuestra vida es esto, un camino.

Los cristianos de los primeros siglos eran considerados como extranjeros y peregrinos en este mundo, y así lo escribe San Pedro en su primera carta y así aparece en las Actas de los Apóstoles.

Porque, cuando la humanidad dejó de mirar a Dios, quedó desorientada, ya que dejó de mirar al oriente y pretendió instalarse, buscar la seguridad, e hizo la Torre de Babel signo del Globalismo  actual, buscando sus seguridades y esperanzas en este mundo.

Y este acto de instalarse, es lo que  lleva al hombre a vivir con miedo al futuro, aterrorizado por la muerte. Queda esclavo de la incertidumbre, y debido a esa ruptura con su Creador cae en la trampa. Porque el hombre instalado confía solo en sus seguridades y al colocar un techo entre la tierra y el Cielo, se encuentra perdido en el desasosiego.

Abraham empezó su viaje movido por la fe, dejó su tierra y su parentela, y se puso en camino. Creyó en el anuncio.

Y así es como el peregrino cree en el anuncio y se pone en camino, disfrutando del presente, en total precariedad y libertad, puestos los ojos en la meta.

Santiago apóstol, también dejó su tierra y vino a España, para anunciar la buena nueva hasta el final del mundo, hasta el Finis-terre. Y así los peregrinos, dejaban su tierra y partían para un viaje decisivo, para la aventura de su vida.

Antes de viajar, los peregrinos hacían una confesión general, pagaban sus deudas y se reconciliaban con sus enemigos, pedían perdón a cada uno. Aquello era como un segundo bautismo, dejaban todo, hacían testamento y marchaban sin saber si iban a regresar. Los peregrinos, se vestían entonces con una ropa especial muy austera que llevarían durante varios años, y quizás para el resto de su vida.

La peregrinación es por tanto un acto trascendental, un acto escatológico, donde a partir de este momento el que se pone en camino, está muerto para el mundo, y se pone en manos de Dios. El peregrino vive de la limosna, de la providencia y es por esto un acto de entrega a Dios que manifiesta la Vida Eterna al mundo.

Santiago es por tanto figura de este peregrino, que se pone en camino, se reconoce una criatura dependiente de Dios y proclama y puede experimentar que Dios es un padre que verdaderamente provee. Y es así como el peregrino, se abandona a la providencia, esta es su enseña y su experiencia, el abandono a la voluntad de Dios cada día, recibiendo cada acontecimiento diario como una palabra de Dios a la cual se somete con humildad sin rebelarse.

Para el mundo medieval, la peregrinación, no es una devoción, si no una verdadera iniciación cristiana, en la dimensión del tiempo y del espacio. Después del camino, a veces de varios años, la peregrinación se completaba con la vista a la tumba de Santiago, y también  con la visita al último límite del mundo conocido, el cabo de Finis-terre, donde los peregrinos recogían conchas, como signo y recuerdo de su gran aventura.

Volvían como hombres nuevos, que habían conocido  el abandono a Dios, y el descanso en su amor y voluntad. Algunos no volvían. Pero todos incluso los vivos, habían muerto en el camino, habían muerto para el mundo, porque habían conocido la libertad.

Para el hombre contemporáneo, no es fácil entender, la razón por la cual, aquellos peregrinos, viajaban durante años hasta la tumba de Santiago y hasta el límite del mundo conocido, arriesgando, la vida, abandonándolo todo, llevando una vida de mendigos, sometidos a enfermedades, escasez, frío, lluvia, sol y a bandoleros, para llegar hasta la tumba del Apóstol.

En la teología moderna, existen corrientes de pensamiento que consideran al hombre con una misión completamente terrenal, horizontal, como una lombriz que escarba la tierra queriendo sobrevivir, sin ningún sentido de la trascendencia, y para este enfoque de la teología es muy difícil comprender la experiencia del peregrino y su abandono a Dios.

La peregrinación a Santiago, hoy en día ha sobrevivido, en ocasiones en formas de devoción, en otras, como un acto de superación o una manifestación por la paz. Pero en un gran porcentaje, como experiencia espiritual, impregnada en cierta medida de pincelada turística, algo así, como el que se va quince días a la India a practicar yoga, para recargar las pilas y volver con fuerza a dar caña en la bolsa de World Street.

Para el hombre medieval, la peregrinación era signo de su vida que estaba orientada al Cielo. Y esto fue lo que significó el Camino de Santiago para toda Europa. Un Camino trascendente.

Terminaré este breve artículo, con aquellas palabras de san Juan Pablo II que escuché en el Monte del Gozo en 1989, el año de mi boda, junto a mi joven esposa.

“Vieja Europa, encuéntrate a ti misma, redescubre tus orígenes, revive tus raíces”.

Francisco Martínez Peñaranda escribe para usted de vez en cuando, gracias por atenderme.

Francisco Martínez Peñaranda es esposo y padre de siete hijos, artista y compositor, escritor y educador afectivo sexual. Actualmente es director del programa radio La Tierra y la Gente en Decisión Radio

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