La noche del domingo 14 de febrero, en la aldea de al Awar (provincia egipcia de Minya), se celebró una vigilia conmemorativa en la iglesia-santuario dedicada a los «Mártires de la fe y de la patria», donde se conservan sus restos mortales. A la conmemoración litúrgica, presidida por Anba Pavnotios, arzobispo copto de Samalut, asistieron varios sacerdotes y una nutrida representación de las familias de los mártires, entre otros.
En los días anteriores, un programa de televisión dirigido por el periodista Hamdi Rizk y titulado «De Minia a Libia al paraíso» había reconstruido la historia de los mártires coptos asesinados por yihadistas a través de un reportaje desde el santuario de la aldea de al Awar. En el reportaje, a través de las entrevistas recogidas entre varios familiares de los mártires, se puso de relieve la historia de martirio en sus rasgos de experiencia fecunda y consoladora para la fe de muchos egipcios bautizados.
El año pasado, el quinto aniversario de la masacre de los mártires coptos de Libia se celebró de forma solemne en el santuario de al Awar, del 1 al 16 de febrero, a través de celebraciones litúrgicas, conferencias, visitas guiadas al museo-santuario y encuentros de oración. Este año, la emergencia pandémica ha obligado a revisar los programas y a celebrar el aniversario, evitando aglomeraciones. El flujo de peregrinos al santuario, aunque disminuido por los periodos de cierre forzoso y las medidas encaminadas a garantizar el distanciamiento social, nunca se ha detenido.
Los 20 coptos egipcios y un compañero de trabajo de Ghana fueron secuestrados en Libia a principios de enero de 2015. El video de su decapitación fue publicado en línea por sitios yihadistas el 15 de febrero siguiente. Apenas una semana después de la noticia de la masacre, el Patriarca copto ortodoxo Tawadros II decidió registrar a los 21 mártires decapitados por afiliados del autodenominado Estado Islámico (Daesh) en el Synaxarium, el libro de los mártires de la Iglesia copta, estableciendo que su recuerdo se celebrará precisamente el 15 de febrero.
Los restos mortales de los coptos asesinados en Libia fueron identificados a finales de septiembre de 2017 en una fosa común en la costa libia, cerca de la ciudad de Sirte. Sus cuerpos habían sido encontrados con las manos atadas a la espalda, vestidos con el mismo mono naranja que llevaban en el macabro video filmado por los verdugos en el momento de su decapitación.
«El video que retrata su ejecución – dijo a la Agencia Fides Anba Antonios Aziz Mina, obispo copto católico emérito de Guizeh después de la masacre de los 21 mártires – fue reconstruido como una escalofriante puesta en escena cinematográfica, con la intención de difundir terror. Sin embargo, en ese producto diabólico de ficción y horror sangriento, vemos que algunos de los mártires, en el momento de su bárbara ejecución, repiten ‘Señor Jesucristo’. El nombre de Jesús fue la última palabra que salió a sus labios. Como en la pasión de los primeros mártires, se encomendaron a Aquel que los acogería poco después. Y así celebraron su victoria, la victoria que ningún verdugo puede arrebatarles. Ese nombre susurrado en el último momento fue como el sello de su martirio».
(InfoCatólica)