Ser político crítico y disidente, una profesión de riesgo

ser político crítico y disidente es una profesión de riesgo

En América, varios líderes críticos y disidentes han sido asesinados, mientras otros han sobrevivido a brutales atentados. En Europa, sin llegar a la violencia física, se opta por cancelar sus partidos, perseguirlos judicialmente y encarcelarlos.

Ser político crítico con el sistema y representante de una alternativa soberanista es una profesión de riesgo que se ha convertido en una realidad en el mundo actual. En América, las amenazas se traducen en balas y atentados. En Europa, la represión toma la forma de persecución política, cancelación mediática y judicialización.

Violencia letal contra líderes conservadores en América

En las últimas décadas, y con especial intensidad en los últimos años, ser político crítico con el sistema es una profesión de riesgo y se confirma con una serie de episodios sangrientos. Varios líderes y candidatos conservadores han sido víctimas de atentados y asesinatos en el continente americano.

En agosto de 2023, Fernando Villavicencio, candidato en Ecuador, fue acribillado a la salida de un mitin en Quito por sicarios ligados al crimen organizado. Había denunciado amenazas previas vinculadas al narcotráfico. Su muerte obligó al gobierno a decretar el estado de excepción y generó condenas internacionales.

En Colombia, el senador Miguel Uribe Turbay, del Centro Democrático, sufrió un atentado en junio de 2025 durante un evento político. El 11 de agosto falleció a causa de las heridas provocadas por un sicario -menor armado- que ejecutó el ataque.

En Estados Unidos, Donald Trump ha sido objetivo de múltiples intentos de asesinato durante la campaña de 2024. El más grave ocurrió en julio, cuando un tirador abrió fuego en un mitin en Pensilvania, hiriéndolo en la oreja antes de ser abatido por los servicios de seguridad.

En Brasil, el entonces candidato presidencial Jair Bolsonaro fue apuñalado el 6 de septiembre de 2018 durante un acto de campaña en Juiz de Fora. La herida, grave y con riesgo vital, requirió múltiples cirugías. Pese a las secuelas, Bolsonaro continuó su campaña y fue elegido presidente semanas después.

Estos hechos demuestran que, en el continente americano, ser político crítico con el sistema es una profesión de riesgo significa enfrentarse a amenazas físicas reales y, en demasiadas ocasiones, mortales.

Los ejecutores varían -desde menores de edad a sicarios de la mafia- pero son los menos importantes. Los que importan son los que dan las órdenes.

Persecución política y judicial en Europa

En Europa, ser político político crítico con el sistema y representante de una alternativa soberanista no implica necesariamente atentados físicos ni mortales, pero sí una maquinaria de acoso político, mediático y judicial. La eliminación física – salvo los «accidentes»- se sustituye por la cancelación social y la ilegalización.

La estrategia es clara: aparentar ser un continente democrático mientras se margina a la oposición conservadora y soberanista. Partidos y líderes como Marine Le Pen en Francia o la AfD en Alemania sufren campañas de desprestigio, procesos judiciales y limitaciones legales que buscan su desaparición del escenario político.

En países de la Unión Europea se han aplicado mecanismos de persecución política bajo apariencia de legalidad. A dirigentes y partidos soberanistas se les niega el acceso a medios, se les imponen multas millonarias, se les acusa de delitos ambiguos y se les retira el derecho a participar en elecciones.

Esto demuestra que, en Europa, ser político crítico con el sistema y representante de una alternativa soberanista se traduce en desaparición pública sin que medien disparos, pero con el mismo objetivo: impedir que voces conservadoras influyan en la sociedad y en la política nacional.

Objetivo común: silenciar al disidente y al crítico

Aunque las formas difieren entre continentes, el patrón es idéntico. En América, las balas eliminan físicamente. Por otra parte, en Europa, las leyes y los jueces silencian políticamente. En ambos casos, ser político crítico significa desafiar a un sistema que no tolera la disidencia.

En países americanos, el crimen organizado y grupos radicales comunistas ejecutan los ataques. La persecución en Europa se ampara en normativas ambiguas y en la manipulación mediática. En todos los escenarios, el conservadurismo soberanista es el objetivo.

La violencia política contra líderes de derechas, sea física o institucional, constituye un ataque directo a la libertad política y a la competencia democrática real. Sin seguridad personal ni garantías legales, las elecciones se convierten en una farsa controlada por quienes manejan el poder.

Claves para entender el riesgo

Varias claves explican por qué ser político crítico y disidente es una profesión de riesgo y se ha convertido en un fenómeno global:

  • Radicalización ideológica: grupos de izquierda y extrema izquierda consideran legítimo eliminar físicamente o políticamente al adversario crítico, disidente o soberanista.
  • Silencio mediático: los grandes medios minimizan o justifican la violencia contra estos dirigentes.
  • Inacción internacional: organismos globalistas como la ONU o la UE miran hacia otro lado si la víctima es opositora.
  • Cultura de cancelación: en Europa, el acoso social y judicial destruye carreras políticas sin necesidad de violencia física.

Ser político crítico con el sistema es una profesión de riesgo no es una metáfora. Es una realidad que se vive con sangre en América y con persecución institucional en Europa.

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