“Son las 5 y no he comido…”. Estas palabras de Pedro Sánchez las escuchamos muchos españoles sobre lo que se dispararon los memes en las RRSS. Sin duda alguna, es un genio en dramatización, cada día se va superando, ¿habrá recibido clases particulares sobre cómo tocar la fibra sensible del espectador? Porque no nos engañemos, para él, esto es como una escenificación, un teatro en el que él es el protagonista y nosotros los que espera que nos sentemos delante de la pantalla para aplaudir lo bien que lo está haciendo.
No era ni será la última vez que tiene la cara de hacer su papel de víctima para dar pena. Hace poco pedía perdón desgarrándose las vestiduras ante el informe de la UCO echando la culpa a otros, claro está. O recordemos cuando escribió el año pasado una carta pidiendo 5 días de reflexión para pensarse si dejaba la presidencia porque su mujer estaba sufriendo una terrible persecución. “Soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer” decía Pedro Sánchez en este texto, a lo que añadía “que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen…”[1] ¿No era para echarse a llorar y darle la razón por los malvados ultraderechas que estaban haciendo eso a su mujer?
Hemos tenido ya muchos presidentes, pero tan falsos y mentirosos no los recuerdo, o por lo menos, no se les notaba tanto.
Pero lo terrible de la situación, querido lector, es que aún son muchos los que se creen a ciencia cierta lo que suelta mediante esa lengua de víbora. Son sus fans, podríamos llamarlos, los cuales, haga lo que haga y diga lo que diga, van a seguir admirándolo porque han tocado lo más sagrado para ellos: sus emociones. Y claro, donde se anteponen los sentimientos, se anula la capacidad de razonar.
Esta percepción de lo bueno y correcto según las emociones que nos generan proviene de corrientes filosóficas, como la del emotivismo moral de Hume, que siguen dando latigazos hoy en día, mezcladas con las nuevas ideologías, todas, perjudiciales para las personas. Según el emotivismo, lo bueno o malo dependerá del sentimiento de agrado, placer, bienestar o rechazo y desagrado que nos genere algo, ante lo que, por supuesto, la razón no pinta nada. Es decir, que lo único que nos distingue más visiblemente de los animales, se desprecia y de esta manera nos vamos dejando llevar por los sentimientos e instintos cual animalitos que no piensan.
Porque este es uno de los problemas serios, muy serios, que tenemos actualmente: eso de pensar por uno mismo es casi un atrevimiento, no vaya a ser que me equivoque y me critiquen, discriminen o etiqueten. Mejor dejarse llevar por lo que diga la mayoría, los medios de comunicación o esos políticos a los que se les considera semi dioses.
Hace bastantes años fui a curso de emociones para docentes y universitarios. Me senté entre todos los jóvenes allí reunidos esperando recibir conocimientos que me sirvieran para mi vida laboral como maestra y personal como madre. Sin embargo, conforme avanzaban las ponencias, me resultaba cada vez más difícil permanecer sentada y callada ante lo que estupefacta estaba escuchando: “la realidad no existe, depende del punto de vista de cada uno”, “lo que se siente construye lo que pensamos”, “los pensamientos no se pueden cambiar” … en fin, me había metido en un curso donde el relativismo era la nota predominante de los contenidos, y aunque traté de explicar mi punto de vista al final en el espacio para las dudas en medio de un público adoctrinado que se desternillaba de la risa, está claro, que eso me sirvió para ponerme en guardia ante lo que se venía encima: las emociones son lo que dirigen el comportamiento y pensamiento de la mayoría de las personas y ante eso, ante ese ataque a la razón, ante estas posturas irracionales, poco o nada se puede hacer llegada una cierta edad debido al aborregamiento…
Hoy en día, los políticos son expertos en manejar las emociones, no sólo las suyas, que también, porque más de uno se lanzaría a estrangular al que tiene en frente, si no me refiero a los demás, al pueblo llano, o al rebaño, tal y como nos perciben muchos.
No nos extrañemos, es puro marketing emocional, porque para esta gente, nosotros somos su producto al que han de convencer para vender sus agendas, ya que de nuestro apoyo o no dependen sus negociones, tal y como está más que demostrado con los casos de corrupción que diariamente salen. Sin embargo, hay otros muchos asuntos que no son investigados o aireados, siendo no menos problemáticos. Tal podrían ser las campañas emotivas por las mujeres violadas y asesinadas, que riegan los chiringuitos de la violencia de género; el sentimiento de miedo y estupor ante las catástrofes naturales y el cambio climático, que se lleva mucho dinero, o el dolor y el sufrimiento que nos hacen sentir por los niños que dicen ser discriminados y sufrir acoso por sentirse de otro sexo al biológico, ante lo que no destapan todas las empresas, profesionales y colectivos que se están lucrando a su costa.
Y mientras va saliendo un audio tras otro poniendo al descubierto el verdadero fango que hay a su alrededor, ya ni el maquillaje puede esconder la desesperación y putrefacción de un presidente que pasará a la historia, para unos como su mesías, para otros, como un mentiroso compulsivo rodeado de corrupción.
Es cuestión de tiempo que caiga, aunque vendrá otro a ocupar su lugar que jugará con las mismas cartas del circo político y mediático generadores de sentimentalismos propio de las novelas o culebrones dramáticos, que es, sin duda, lo que parece que estamos viviendo.
Un saludo y hasta la próxima cita:
Alicia Beatriz Montes Ferrer | educadora, escritora, casada, madre de 6 hijos y española. Es autora de libros sobre educación y género.
[1] https://theobjective.com/espana/politica/2024-05-28/pedro-sanchez-carta-reflexion-investigada/
1 comentario en «Son la 5 y no he comido | Alicia Beatriz Montes Ferrer»
¡Que razón tienes Alicia!