Sánchez en alpargata; el embajador cesado en su puesto | Luis Losada

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La desidia de Sánchez por la cosa pública, el interés general y el bien común se ha convertido ya en seña de identidad de su gobierno. ¿Qué hay una crisis internacional? Seguimos en la hamaca. ¿Qué todos los presidentes de nuestro entorno han comparecido ya? Espero unos días y me hago una foto en alpargatas. Vergüenza.

La imagen de Sánchez contrasta con la de nuestro embajador en Kabul, Gabriel Ferrán, un señor. Había sido cesado por Sánchez un día antes de irse el presidente de vacaciones. Aún así, cesado, ha tenido que gestionar la crisis y se ha quedado hasta que el último repatriado ha subido al avión de nuestras Fuerzas Armadas. 

Dirán que era su obligación. Pero podía haber alegado que estaba cesado. Y en todo caso, el cumplimiento del deber se ha convertido en tal excepción que provoca aplauso. Fíjense en los incumplimientos constantes y reiterados de los deberes presidenciales por parte de Pedro Sánchez.

Las dos imágenes, la de la alpargata y la de la dignidad del embajador, son un buen reflejo de nuestra sociedad: una clase política mediocre que no está a la altura y una sociedad digna, profesional, dispuesta al sacrificio, responsable. Por eso más que nunca, ‘¡qué buen vasallo si hubiera buen señor!’

Si los Ferrán que en España son asumieran responsabilidades de gobierno, otro gallo nos cantaría. No lo hacen porque quizás crean que es un entorno vetado para profesionales. O peor: un ambiente prohibido para profesionales honrados. O sencillamente que no valen para el navajeo y la adulación necesaria en la política.

Sea la razón que sea la realidad es que la expulsión política de los Ferrán empobrece nuestro espacio público, nos hace perder eficacia en el espacio público e incrementa los costes de la cosa pública.

La alta barrera de entrada de la política a los profesionales honestos y honrados es probablemente el mayor drama de nuestra España de hoy: obligados a servir a mediocres e incapaces que ningunean su capacidad, derrochan su profesionalidad y denigran el servicio público. ¿A qué nadie se imagina al embajador Ferrán en alpargatas? Pues eso.

       Luis Losada | Periodista

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