José Luis Pozo Fajarnés es Doctor en filosofía, conferenciante y tertuliano en diferentes medios, además de autor de numerosos artículos publicados en las revistas . También ha escrito varios libros entre los que destaca: “¿Es Estados Unidos un país racista?” , Acaba de publicar «El origen de la hispanofobia en la izquierda española«
El periodista Javier Navascués le entrevista para Infocatólica. Por su interés reproducimos dicha entrevista
¿Por qué un libro sobre la Hispanofobia de la izquierda española?
No podemos hablar de una sola “izquierda” pues lo que hay y ha habido a lo largo de la historia son diferentes izquierdas. En España, además, tenemos el ejemplo de la confrontación que se ha dado entre ellas, por poner un ejemplo: en la Guerra Civil Española, las izquierdas se enfrentaron (mataron) entre ellas en diferentes momentos. Pero este solo es un ejemplo de los muchos que podríamos señalar de entre todos los que se ha dado a lo largo de la historia de su existencia. Por aclarar desde cuando podemos hablar de “izquierda”, o mejor, de “izquierdas”, el momento originario fue el de la Revolución Francesa. Y en España solo podemos hablar de izquierda desde la Constitución de 1812. Así pues, si a partir de ahora hablamos de “izquierda” lo haremos solo como término genérico, y teniendo en cuenta que ese genérico representa muy diferentes sensibilidades, muy diferentes modos de acción política, dependientes de diferentes ideologías de izquierda (o de izquierda falta de ideología definida, por ser divagante, por adecuarse a diferentes discursos y modas).
Así pues, entenderemos por “izquierda” a grupos y partidos políticos como es el caso del PSOE; del partido comunista, aunque poco queda en España de comunismo en sentido estricto; de organizaciones políticas pomo Podemos o Sumar, que son de esas izquierdas señaladas como divagantes, como indefinidas. Pero también por muchas instituciones artísticas, culturales, etc. La izquierda es la que suele ser la que más veces se moviliza para salir a la calle. Y cuando vemos sus manifestaciones echamos en falta algo que da razones para que la consideremos como hispanófoba: en sus manifestaciones no suele haber banderas de España. Si lo comparamos con lo que sucede en otros países, cuando vemos manifestaciones de un signo u otro, esta falta de expresión nacional solo la encontramos en España.
Además de ello, sucede habitualmente que los que se consideran de izquierdas suelen mirar por encima del hombro, o incluso se enfrentan y miran con desprecio (aunque solo sea para sus adentros) a los que en pulseras, en cinturones, en la ropa, en el coche, o en la entrada de sus casas o en sus balcones, hacen gala de su nacionalidad, al mostrar una banderita española.
Si nos preguntamos el porqué de ese rechazó a nuestra bandera no podemos quedarnos con respuestas simples, maniqueas, en las que aparecen los buenos, la izquierda, que siempre mira por el bien común de los españoles, y los malos, la derecha, que mira por interés del capital. Una derecha que se ha transformado en “ultra” por el mero hecho de enfrentarse a los primeros. Y así, sucede que el que lleva un llavero o similar, con la bandera no pregunta, a los que no lo llevan, el porqué de no llevarlo. No lo pregunta por saber la respuesta: la bandera es expresión de lo peor, de la ultraderecha, del “franquismo”.
Para entender porque ese rechazo de nuestro emblema nacional debemos de buscar respuestas que vayan más allá de esa simplificación. Respuestas que nos permitan entender ese modo de ver la cuestión asumido por tantos españoles. Un modo de ver pernicioso para el futuro de nuestra España, de nuestra patria, para el futuro de nuestros hijos.
Debemos buscar respuestas que nos permitan comprender por qué las leyes educativas, promovidas por la izquierda que ha gobernado y que gobierna, no permiten que en España se estudie la época imperial española: los siglos XVI, XVII y XVIII. Esa política quiere borrar la Historia de España. Esa política es la que se ha impulsado desde 1991, con la LOGSE, pero sobre todo con la última ley educativa aprobada, la LOMLOE. Esta ley señala que los estudiantes de Segundo de bachillerato solo estudian la Historia de España a partir de la Constitución de 1812 (y con esto no quiero ni debo quitar responsabilidad a los gobiernos de derecha, que no han sabido contrarrestar estas políticas).
Podríamos incidir más en las razones, pero solo con lo señalado tenemos que entender la necesidad de confrontar esa ideología anti española, esa hispanofobia. Necesitamos entender por qué quieren que veamos a España como un proyecto fallido de nuestros antepasados. Por qué la izquierda no tiene ningún problema en que España se rompa. Y el desprecio por la bandera común denunciado es uno de los síntomas que lo expresan. Además de que solo conociendo lo que fue España, podemos contrarrestar el odio que muestra esa izquierda (sin quitar responsabilidad a otros que no son de izquierda: los diferentes nacionalismos que durante más de un siglo estamos sufriendo).
¿Cuál es el origen histórico de esta Hispanofobia en la izquierda?
La respuesta a esta pregunta merecería ser muy extensa, pero trataremos de hacer un resumen que permita clarificar mínimamente tal origen.
Tenemos que diferenciar dos modos de ese “odio a España”, de esa hispanofobia: En primer lugar tenemos que atender a que tras la caída del Imperio español y del surgimiento de las izquierdas (ya hemos dicho que solo podemos hablar de “izquierda” desde finales del siglo XVIII), la hispanofobia no se instaló de un modo claro en la ideología de izquierdas, pues el rechazo de “lo español” (rechazo que desde siglos habían fomentado los enemigos del Imperio: italianos, ingleses y franceses) solo lo encontramos indirectamente. La izquierda liberal, en su facción progresista, lo que rechazaba era el catolicismo. Este rechazo sin embargo es de algo que caracterizó el imperialismo español, y que marcó su modo de ser y de actuar: España fue un “Imperio católico”. Una característica que lo diferenció de todos los imperialismos que luego se dieron, a la vez que lo adecuaba a los últimos años del Imperio romano de Occidente.
Aunque esa izquierda española del siglo XIX no fuera propiamente antiespañola, lo era de algún modo al expresarse como anticatólica. Y eso era ya más que un síntoma de la futura hispanofobia. La hispanofobia en un sentido pleno se iba a dar una vez que los políticos liberales dejaran de ser considerados de izquierda. Cuando esto sucedió también se asumieron en España –además del ideario negrolegendario de los enemigos del imperio señalados más arriba– otras falsedades ignominiosas. Mentiras sobre su historia que esta vez iban a penetrar en nuestras fronteras por otro imperialismo pujante, el alemán. Unas ideas hispanófobas que calaron en España son las que la izquierda ha asumido en las últimas décadas.
Este nuevo factor se añade al relato negrolegendario de ingleses y franceses. Un relato que cuajó sobremanera tras la invasión napoleónica. Unos años en los que surgió una caterva de “hispanistas” extranjeros. Ingleses en mayor número. El nuevo factor negrolegendario fue el ideario alemán que llegó a España a través de tres diversas fuentes. Esta doctrina alemana influyó sobremanera y fue un eficaz instrumento para la asunción las ideas negrolegendarias por parte de los españoles, y de la hispanofobia que más adelante caracterizará a la izquierda en los últimos años del siglo XX.
La nueva filosofía alemana que penetró a finales del siglo XIX, con el krausismo. Destacamos entre todos ellos la figura de Gumersindo Azcárate por sus tesis sobre la nula participación de España en en desarrollo científico y filosófico. Y años después, a principios del siglo XX, con Ortega y Gasset y sus discípulos (textos como “España invertebrada” han sido perniciosas para nuestro presente). De esta filosofía alemana, el tercer foco, quizá el más importante, es el del marxismo. A analizar la repercusión del ideario marxista apuntando a España y a su papel en la historia dedicamos el libro “La hispanofobia de la izquierda española”. En él saco a la luz la responsabilidad que los escritos de Marx y Engels sobre España tienen en la conformación de la ideología hispanófoba de la izquierda. Pero no solo de estos dos autores, también la de otros marxistas que desarrollan, o que al menos tienen en consideración, las tesis de estos. Destacamos figuras como la de Manuel Sacristán o Pedro Ribas, ambos editores de los escritos sobre España de los padres del marxismo.
¿Por qué el marxismo ha sido tan contrario a la idea de España?
La filosofía desarrollada por Carlos Marx y Federico Engels es una filosofía enraizada en lo que otros filósofos alemanes habían desarrollado. Alemania fue el último imperialismo consolidado en Europa, pese a ello, los avatares que derivaron en su unificación tuvieron como referente a derrotar a España y su catolicismo. La construcción de Europa que fue dándose en la Época Moderna se dio en confrontación con el Imperio realmente existente: con el Imperio español. Podríamos resumirlo en una frase: “Europa se construyó contra España”. En el desarrollo de esa confrontación, y para desacreditar a España que era el enemigo poderoso, se fue fraguando la Leyenda negra. Los imperialismos que se fraguaron tras la disolución del Imperio español ganaron la batalla de la propaganda, y las mentiras vertidas durante ese periodo calaron en la población española, siendo asumidas sin reparo, hasta estos días, en los que al menos una parte de su población está rechazándolas.
En este contexto es en el que tenemos que situar lo que Marx y sus epígonos han dicho de España. Siguiendo la estela de sus más acérrimos enemigos, pues de ellos toma sus argumentos el marxismo es el más importante baluarte en lo que respecta a dar a conocer las falsedades vertidas sobre el pasado español. Cuando Marx escribe los textos sobre España, publicados en el New York Daily Tribune, en los años 50 del siglo XIX, tiene asumido ese modo de entender lo que fue España y lo que supuso en el pasado. Lo que nos cuenta en sus escritos es la repetición de lo que ha leído en los autores negrolegendarios que consulta. Y lo que escribió hace casi dos siglos, se reedito cien años después –en 1960– para repetirse sin descanso desde entonces en innumerables ediciones.
Marx no es un historiador, es un periodista. Sus textos son, como no pueden ser de otra manera, reflejo de su ideología. El modo que tiene Marx de entender la Historia de España dependía de las falsedades que iba leyendo. Aunque dándoles un sesgo particular. Marx, al narrarlas, las iba aderezando con su modo de entender las transformaciones sociales y la historia. Marx para hablar de España se informó de lo que decían de ella diferentes autores extranjeros: Robert Southey, Terence Hughes, Michael Quin, William Walton (con ellos se inaugura la categoría de los «hispanistas», que han seguido proliferando desde entonces), pero también consultó a diferentes autores españoles, como Manuel de Marliani, Blanco White, el conde de Toreno, además de otros. Todos ellos críticos con el papel de España en la Historia. Marx lo que hace en esos artículos, demandados por el diario neoyorkino, es ser vocero de todas esas falsedades que iba leyendo. Escritos a los que hay que añadir, por prelación de lo que iba a venir, los de Engels que, como su mentor, también dedico muchos escritos a tergiversar lo que sucedía en la España de la época. Posteriormente otros seguidores y desarrolladores del marxismo siguieron abundando en las mentiras repetidas por Marx y Engels.
Los artículos de Marx señalados, así como los de Engels, se han recopilado en decenas de ediciones en las que nunca aparecen todos ellos, pues siempre son ediciones parciales de los mismos. Aunque es pertinente señalar que las primeras ediciones más completas fueron las soviéticas, las de la Editorial Progreso (editorial que tenía una ramificación de textos en español, para España e Hispanoamérica).
Los diferentes comentadores marxistas reconocidos algunos, otros no tanto, merecen ser mencionados por las características diferenciadoras de la ediciones de las que se ocuparon. En lo que todos coincidían era en la de no ser críticos con la postura hispanófoba de Marx (solo una edición previa a los años mencionados, pues es de 1929, se caracterizó por tratar de contrarrestar ese negrolegendarismo de Marx, la que editó Cenit, con la traducción y comentarios de Andrés Nin y Genaro Artiles). Estos marxistas que han reeditado los textos han abundado en esas las falsedades referidas a la Historia del Imperio español (Sacristán y Ribas entre los españoles, pero destacaremos el interés que en ello mostraron los comentaristas soviéticos de la Editorial Progreso. Unas ediciones que, por otra parte, son los más consultados hoy día, pues están en Internet para que cualquiera pueda leerlos y imprimirlos libremente)
Señalaremos que ya nadie atiende a los autores que Marx leyó para hablar de nuestra historia. Lo que ahora se lee son los textos de Marx sobre España y lo que han dicho de ella sus secuaces. Los autores que fueron sus fuentes solo son leídos por estudiosos interesados Contados con los dedos de una mano, y sobran dedos. Estudiosos entre los que me incluyo, aunque mi interés es solo el de denunciar esa leyenda negra aireada por ellos en su tiempo, y que ha influido, a través de Marx, en el problema de hispanofobia que actualmente soportamos.
¿Cuál es el origen de esa visión maniquea de buenos y malos?
El origen de esta visión maniquea, la que hoy separa a los hispanófobos y los que no lo son, podemos datarla en los primeros años del siglo XIX. La destrucción de España en los años en que transcurrió la francesada (un modo mucho más adecuado de mencionar lo que se conoce como “Guerra de la independencia española”) y tras la pérdida añadida de la España transoceánica, derivó en una nueva situación política. El Imperio español ya había dejado de ser tal Imperio. El testigo lo tomaron los enemigos que se habían ido haciendo fuertes: Inglaterra y Francia, sobre todo la primera. Aunque no podemos dejar de lado ni los intereses de Prusia, que unificaría gran parte de los territorios germanos, ni los de Rusia.
En esa situación de decadencia, la política desastrosa desarrollada por los liberales marcó una dicotomía de “buenos y malos” que ha llegado hasta hoy (aunque los que han ido recibiendo cada calificativo hayan ido variando con el paso del tiempo). Pero el origen de tal plasmación maniquea para referirse a los españoles adscritos a un polo u otro, tiene el primer referente en la confrontación entre liberales: los liberales moderados y progresistas se opusieron de un modo que fue nefasto para España. Todos estos liberales eran de izquierda, pues de un modo u otro se enfrentaban a la derecha, que era la defensora del Antiguo Régimen. Solo la entrada en el juego de “otras izquierdas” provocaron la transformación en derecha de los liberales (como vemos lo que entendemos por izquierda y derecha precisa de clarificación, algo que procuro desarrollar en el libro “El origen de la hispanofobia de la izquierda española”). El caso es que ese enfrentamiento de buenos y malos continúo más adelante con otros protagonistas buenos y otros protagonistas malos. Y con el paso de más años siguió la dicotomía maniquea hasta la confrontación actual: la de los progresistas y los que no comulgan con ellos (ultraderechistas según el modo de ver de los primeros).
Llevamos más de doscientos años de maniqueísmo. Aunque no sabemos si algún día concluirá, al menos debíamos clarificar de donde viene, de ahí la importancia de la pregunta. Por otra parte, solo una actitud crítica, que se exprese con seriedad, podrá tomar distancia y, de ese modo, focalizar ambos polos maniqueos. Solo si esa crítica fuera atendida por una mayoría responsable podría acabar con este problema que está destruyendo nuestra nación. Una nación que no merece el olvido. Solo reescribiendo su pasado, con las mayúsculas que merece, dejará de ser incierto el porvenir.
¿Se podría decir que en el fondo lo que molesta es la profunda catolicidad del Imperio español y su legado?
Previamente hemos apuntado lo que esta pregunta nos vuelve a traer a colación. El Imperio español fue un Imperio católico. El modo de entender al hombre y el mundo del cristianismo católico permitió que durante tres siglos ese Imperio fuera el protagonista de la Historia universal. Los imperialismos que lo derrotaron tenían otra concepción del hombre y del mundo, quizá derivó de ello que no tuvieran la relevancia del Imperio español, ni duraran tanto tiempo. El imperialismo inglés, el francés y el alemán tuvieron una concepción supremacista del ser humano, también el actual estadounidense. La gran diferencia entre el primero y estos ahora mencionados fue que el español ecualizó a la población de todo su territorio, haciendo de todos los súbditos hombres de la misma condición (condición derivada del ideario católico, que ve a los hombres como hijos de Dios, y en consecuencia, como iguales ante él).
Los otros imperialismos consideraron que los hombres no eran iguales, que o eran unos elegidos por Dios y otros no, o que unos eran hombres y los otros no. En relación a lo señalado en primer lugar, los argumentos eran teológicos. El supremacismo de los europeos del norte derivaba del modo de ver luterano, pero sobre todo del calvinista: solo unos pocos eran los elegidos. Respecto de lo segundo, la diferencia entre los considerados como hombres (los blancos) y los que no (los negros, los orientales, y más tarde los indios) dependía de la nueva filosofía y del naturalismo floreciente del siglo XVIII. Una y otro expresaban ideas racistas, las cuales fueron, junto con los argumentos teológicos, la seña de identidad de la acción llevada a cabo por todos esos imperios. Los cuales se caracterizaron por ser colonialistas y depredadores. Por aniquilar a los habitantes de los lugares a los que llegaron, y detractores de sus riquezas.
Este modo de entender al mundo y el hombre es el que triunfó, pero está muy lejos de conseguir los logros del Imperio español y su ideario católico (un catolicismo previo a los cambios del Concilio Vaticano II). Si “molesta” lo católico del Imperio español es lógico, los que derrotaron ese Imperio defienden unas ideas muy alejadas de la doctrina católica que marcó la primera globalización desarrollada por España. Borrarla de la Historia es una tarea que están consiguiendo. Los que confrontamos la Leyenda Negra y la hispanofobia asociada a ella, no podemos dejar de reaccionar. No para reescribir la Historia, pues está en los relatos olvidados, unos relatos que adolecen de estudios. Los que confrontamos la Leyenda negra queremos sacar a la luz lo que nos cuentan tales relatos olvidados bajo el polvo de los diferentes archivos que los guardan.
¿Por qué la izquierda española ha asumido de manera acrítica los postulados de la Leyenda Negra?
Esta pregunta casi la hemos respondido ya. Aunque podemos añadir algunos argumentos a los previamente señalados. En los años sesenta, en España, como en otros muchos lugares del mundo, la historiografía marxista tomó posiciones en muy diferentes ámbitos de la cultura. Sobre todo en la educación superior, pues las cátedras de universidad y de institutos de enseñanza media se contaminaron de ese modo de entender el cambio social e histórico. Ese interés por el modo de entender marxista de la historia derivaba de que la tercera parte del globo terráqueo estaba ordenada por diferentes modos de marxismo. Además de que tal desarrollo tenía una influencia muy grande en los lugares donde no lo estaba. Aunque el tour de forces que mantenía con el capitalismo terminó inclinando la balanza del lado de este último en muy pocos años.
A la caída de la URSS, tras dejar de lado el modo marxista de economía en ella y en los demás lugares de influencia soviética, directa o indirecta, no le siguió una anulación del ideario con origen en los postulados de Marx. Estos postulados y sus desarrollos –como ideas–fuerza que son– tan pregnantes, no se abandonaron. En España y en el mundo hispano, los textos de Marx se han seguido leyendo, como si de verdades inquebrantables se tratara. Estas falsedades, como las más viejas negadoras de lo que fue España, no solo se leen en los textos de Marx y los de sus secuaces. Pero no solo en ellos, no debemos dejar de lado a los hispanistas que siguen proliferando. Unos y otros abundan en el ideario negrolegendario. La izquierda política, pero sobre todo la izquierda cultural (artistas, historiadores, sociólogos, y un largo etcétera), airean las falsedades, para con ello confrontarse a los que denominan como “ultras”. Ultraderechistas que lo son por no pensar como ellos, o por el mero hecho de mostrar la bandera de España en llaveros, camisetas, o en las pegatinas de sus vehículos. Fomentan la confrontación visceral, una confrontación que no admite la crítica. Para ser crítico hay que conocer los argumentos del contrario, si no se hace, no hay crítica, solo ideología.
Esa es la cuestión, pues la ideología es mucho más potente que el razonamiento. La dificultad que debemos enfrentar, para vencerla, y con ello que podamos llevar a cabo una defensa eficiente de España y de su historia, es la de destruir esa ideología perniciosa.
¿Cómo publicaciones como la suya ayudan a conocer la verdad y perder complejos de nuestra historia?
Desde hace ya casi tres décadas, se ha comenzado a dar una reacción anti negrolegendaria que está en auge. El libro “La hispanofobia de la izquierda española” como otros muchos que se han editado, y que siguen editándose, ayudan a conocer nuestra Historia mediante su lectura, pero también mediante las actividades asociadas a la publicación. Actividades de propaganda que no deben dejarse de llevar a cabo (como está entrevista que están leyendo; u otras, como son: conferencias, tertulias, presentaciones del libro, etc.).
Suelo defender que esta tendencia comenzó con la publicación del libro “España frente a Europa” (1999), del filósofo Gustavo Bueno. Un texto muy polémico, sobre todo entre historiadores y filósofos. Este texto fue un acicate para que surgieran muchos otros en la misma línea, tanto en España como en Hispanoamérica. Y desde hace unos años, un gran número de asociaciones hispanistas se han empeñado en que las ideas de todos estos autores, que denuncian la ideología negrolegendaria sean leídas. También que sus autores sean vistos y escuchados por un público interesado, que cada vez es mayor en número. Un público que también puede atender a esos argumentos al poder acceder a grabaciones de vídeo en los diferentes canales de Internet que gestionan esas mismas asociaciones pro hispanistas. Estos canales, que cada vez proliferan más, permiten que los autores puedan publicitar sus libros, y consiguen multiplicar el efecto de la literatura anti hispanófoba. Además, las tertulias y charlas de terceros también se fomentan, muchas de ellas son de gran interés, tanto como el que generan los textos de los que extraen los argumentos esgrimidos.
¿Cuál es la aportación específica de su libro en relación a otros trabajos que refutan la Leyenda Negra?
Como ya he señalado y como puede leerse en el título de la obra, el libro pone el acento en la responsabilidad del marxismo para que las ideas negrolegendarias e hispanófobas hayan proliferado entre la izquierda española. Al odio visceral que el nacionalismo ha mostrado desde su consolidación en los años de la debacle del 98 (del siglo XIX) se sumó más adelante el odio de la izquierda (un odio que solo precisó ampliarse, pues era el mismo que ha tenido por el catolicismo, una ampliación con fecha, tal y como hemos defendido: los años 60 del siglo XX). Los argumentos negrolegendarios han sido los que han calado en la izquierda española para que aceptara y compartiera el desprecio por España, por su historia y por sus símbolos patrios.
“La hispanofobia de la izquierda española” es un libro que como otros muchos denuncia ese ataque a España y a su Historia, para así huir de la debacle futura. Lo que lo hace diferente es la denuncia que de la ideología marxista se hace en él. Hasta el día de hoy el prestigio de Marx y del marxismo en un gran número de españoles no les había permitido ver la responsabilidad de esta ideología en el desprecio por lo español y por España. Solo una suerte de “daltonismo” pudo ser –y sigue siendo– el que no ha permitido que los lectores de los escritos de Marx y Engels sobre España pasaran desapercibidos en lo tocante a ser un caudal de argumentos negrolegendarios. Desde nuestra perspectiva no podemos entender cómo es que la denuncia que hacemos en nuestro texto no se hubiera dado previamente.
Esperemos (pues incluyo también a los lectores) que la divulgación del libro, si es que esta se da suficientemente, permita poner en su sitio a Marx y el marxismo en lo tocante a su papel en la divulgación de esta Leyenda Negra asumida por un número de españoles que, pese a estar disminuyendo día a día, todavía es demasiado grande.