Por tierras de España: San Millán de la Cogolla (Monasterios de Yuso y Suso) | José Riqueni

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Comoquiera que la cultura alimenta el alma y la gastronomía nuestras vísceras, a sabiendas de que uno anda por ahí moviendo un conjunto de huesos carneados mientras el espíritu los anima, elegimos un sitio estratégico para dar cuenta de ambos extremos y en lo del mundano y fisiológico del tapear, las calles logroñesas de El Laurel y San Agustín son famosas en toda la extensión de España, pues los riojanos son gentes de exquisito beber y selecto comer, ambos en sobrada abundancia. De ahí que ambas vías urbanas sean conocidas como la senda de los elefantes, porque todo el mundo sale con una trompa.

En esta ocasión nos alojamos es un sitio estratégico por si acaso tantos vinillos nos impedían situarnos en el nombrado casco urbano y así lo hicimos en el hotel Tryp Bracos de Logroño que cumplió con decencia su cometido de dar estancia a nuestras mercedes, pues está situado donde tiene que estar, ni un metro más, ni metro menos, ya que con sólo bajar a la calle, justo al frente, a derecha e izquierda se abren las dos calles del tapeo antes citadas; ah, y lo más importante de todo viaje, la cama, con cama sobrada a nuestra dimensión corporal -cuerpo y no otra cosa cabe imaginar-, y prieta al objeto de sostener nuestro peso, que todo es curiosidad en nuestros gentiles seguidores de estas crónicas ciertas y exactas de andanzas veraniegas. Alojamiento cuya reserva concertamos meses antes, anotando eso de habitación tranquila, adjetivo que desde siempre empleamos.

Pero el tapeo logroñés, del que dimos buena y variada cuenta en las noches de aquellos días, al regresar de la ruta que tocase durante las horas de luz, era una golosina más de aquello que íbamos buscando, balbucear, sumergirnos y aprender cómo fueron los orígenes de nuestra lengua, la lengua española.

De modo que, de buena mañana, dispusimos caballería diésel y noble carruaje en dirección a aquel lugar donde ocurriese ese parto de vocablos y su gramática correspondiente.

No sin antes elegir una cafetería en la que dar cuenta de una tostada untada primero con porción de mantequilla y después con mermelada de melocotón, acompañada con un buen tazón de café, pusimos nuestra mirada en San Millán de la Cogolla y así, sin más demora, buscamos la N-120 en dirección a Burgos. Antes de llegar a la bella Nájera, una vez pasado Alesón, giramos a la izquierda en dirección a Tricio que dejamos atrás hasta llegar a un primer cruce a la izquierda y al poco, en otro cruce, tomaremos a la derecha buscando Berceo. Un poco más allá de Berceo encontraremos nuestro destino. La carretera entre Berceo y San Millán, salpicada de merenderos, es de una frondosidad y unas vistas preciosas.

San Millán de la Cogolla (La Rioja): Patrimonio de la Humanidad desde 1997. Dicho lugar es conocido antes del siglo X, porque en él se retiró a hacer vida eremítica con algunos seguidores Emiliano (Millán) que vivió 101 años (*473†574).

En San Millán de la Cogolla se encuentran los monasterios de Yuso (abajo) y Suso (arriba).

Exterior del Monasterio de Suso

 

Interior del Monasterio de Suso

Monasterio de Suso: Se trata de un monasterio e iglesia mozárabe (s.X). A él se accede en microbús desde Yuso, una vez adquirida la entrada. Situado en un bello paraje, ofrece unas bonitas vistas del valle de Cárdenas.

Monasterio de Yuso

 

Monasterio de Yuso: En el año 1053, los monjes se establecen en este nuevo monasterio del valle y aquí se copiaron las Glosas Emilianenses cuyos originales se encuentran en la Real Academia de Historia. Fue reconstruido entre los S. XVI y XVII. Las tropas francesas de napoleón se hicieron con las monturas de oro y las piedras preciosas de dos relicarios del s. XI, dejando los marfiles tallados de gran belleza que recubrían ambas arquetas. En la iglesia se visita sacristía, museo y refectorio. A día de hoy se trata de un conjunto de edificaciones de gran porte y belleza.

Un monje sin nombre, sabedor de que las gentes de los campos y pueblos hablaban una mezcla idiomática local, algo nuevo que dejaba de ser latín, pero aún no era español, emplea esta variante en sus notas aclaratorias y escribe lo que sigue en el margen de un libro de sermones, en las llamadas Glosas Emilianenses (s. X), notas a pie de página en el folio 72 recto (copia literal) del Códice 60. La intención de este monje copista muy probablemente fue la de aclarar el significado de algunos pasajes del texto latino (latín culto).

Glosas emilianenses

“Cono auditorio de nuestro dueno, dueno Christo, dueno salvatore, qual dueno get ena honore e qual dueño tienent ela mandatione cono patre cono spíritu sancto eno sieculos de los sieculos”. (Con la ayuda de nuestro señor, señor cristo, señor salvador. Cual señor está en el honor y cual señor tiene el mandato con el padre, con el espíritu Santo, en los siglos de los siglos). Se trata del romance, tachado de latín vulgar.

Nota: Desde el punto de vista de la lingüística moderna, el latín vulgar como tal es una expresión basada en una hipótesis antigua y equivocada, que suponía la existencia de dos lenguas paralelas: un latín “culto” (el escrito) y uno “vulgar” (el hablado); pero, verdaderamente, el latín vulgar era el latín mismo, un idioma vivo y en constante evolución, mientras que el latín clásico solo se mantenía en la literatura y administración como el lenguaje escrito culto, para facilitar la comunicación entre las provincias romanas (José Enrique Gargallo Gil, Mª Reina Bastardas, Manual de lingüística románica, Ariel Lingüística, Barcelona, 2007, pp. 77–79).

Siglos más tarde (s. XIII) el romance mantiene su evolución y encontramos al primer poeta culto en castellano, Gonzalo de Berceo:

“Quiero fer una prosa en Román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su vecino ca non só tan letrado por fer otro latino. Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino”.

Nota: Existen otras glosas, las glosas silenses (finales del s. XI), comentarios en lengua romance peninsular realizados por copistas medievales en los márgenes de un texto en latín. En total existen 368 glosas silenses. Estas glosas fueron encontradas en el Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos). El códice que las contiene salió de la abadía burgalesa en 1877 y un año después fue comprado en subasta pública por la British Library, una biblioteca londinense.

Almorzamos en la terraza de atrás del Asador de san Millán, situado justo frente por frente a los edificios que acabábamos de visitar. A la sombra de una sombrilla, al pie de un extenso jardín de césped con una relajante vista de montañas a lo lejos y una frondosa arboleda como medianía de dicha escena, dimos cuenta de ensalada, espárragos y croquetas caseras. Repasando nuestro cuaderno de viaje, en referencia a la elección que hicimos en nuestro recatado almuerzo, en su día anotamos: “¡Pídelos!”. Cabe anticiparnos a muy seguras críticas sobre tan escueto condumio y aclarar que ello es así porque es costumbre asentada dejar sitio a la repostería de cada lugar y son, al menos un par de dulces, los que completan nuestra bolsa estomacal pasado un buen rato de una primera ingesta, siendo por ello que el acto de ingerir la comida central del día se efectúa en dos fases. Que todo hay que sacarlo de donde lo escondemos hasta mostrar cada una de nuestras vergüenzas al grueso de nuestros pacientes y queridos lectores.

José Riqueni Barrios| Escritor 

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