¿Por qué el recuento exacto de muertes por COVID-19 sigue siendo difícil de determinar 3 años después?

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El número de muertes derivadas de las infecciones por COVID-19 ha sido controvertido y debatido desde el inicio de la pandemia. Gran parte de ello se debe a la forma en que los médicos siguen informando las muertes asociadas al virus.

Las cifras cambiantes de las principales organizaciones sanitarias también han contribuido a la confusión, alimentando la especulación. Esto se debe a que las tasas de mortalidad basadas en las estimaciones de “exceso de muertes” de los funcionarios están sujetas a cambios.

El término “exceso de muertes” relacionadas a COVID-19 se refiere a un número teórico de víctimas mortales que no figuran en los informes oficiales de los departamentos de salud de los distintos países.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) lo describen como una diferencia entre el número de muertes observadas y las esperadas en un período determinado.

Como cualquier teoría, esto no es necesariamente exacto.

En mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe sobre el exceso de muertes en el mundo a causa de COVID-19, estableciendo la cifra en 15 millones. Apenas un mes después, los científicos de la organización admitieron errores en sus estimaciones, lo que dio lugar a un ajuste en el número.

De otra parte, el número real de víctimas mortales de COVID-19 contabilizadas desde el comienzo de la pandemia es de algo más de 6.5 millones.

Las drásticas diferencias en lo números han llevado a algunos gobiernos a rebatir la cifra de exceso de muertes de la OMS. El gobierno de India calificó abiertamente las estimaciones de “especulativas e información incorrecta”.

En marzo, los CDC también hicieron un ajuste similar a la OMS y eliminaron de su registro de datos 72.277 muertes relacionadas con COVID.

Una cuestión de opinión

Mientras tanto, los profesionales médicos en Estados Unidos se están sincerando sobre la naturaleza dudosa y los retos asociados a la notificación de muertes relacionadas con COVID.

Esto se debe a que, incluso hoy en día, no existe una normativa general para determinar si COVID-19 fue la causa real de la muerte de un paciente que es positivo, o simplemente fue por una afección coexistente. Queda a la discreción del médico que atiende al paciente, del forense o del examinador médico.

Al principio de COVID, esto fue motivo de gran controversia por parte de personas que decían que si había una enfermedad subyacente grave y se contraía COVID, no se debía incluir a esos pacientes en la lista de muertes por COVID”, declaró el Dr. William Schaffner, profesor de enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt.

Schaffner explicó que algunos médicos rebatieron el argumento diciendo que su paciente seguiría vivo si no fuera por la infección por COVID-19.

Como resultado final, COVID se etiquetó a menudo como la causa principal de la muerte, a pesar de las condiciones preexistentes significativas o incluso potencialmente mortales, en muchos pacientes. En consecuencia, eso hizo que la tasa de mortalidad asociada fuera aún mayor.

Es una decisión del médico que rellena el certificado de defunción”, dijo Schaffner.

El Dr. Emil Tsai, científico jefe y director general de SyneuRx, declaró que los informes sobre las muertes causadas por COVID-19 se han vuelto “cada vez más turbios” y es probable que eso continúe. “Estadísticamente, tenemos una media de muertes que se producían al año en Estados Unidos antes de la pandemia. Ha habido un exceso de muertes, por lo que podemos suponer que esas muertes, ya sean una causa primaria o secundaria, estén relacionadas con COVID”, dijo Tsai.

A medida que la pandemia continúe, ese exceso de muertes disminuirá y la infección por COVID será más difícil de reconocer. La notificación [de las muertes] será cada vez más difícil”, añadió el médico.

El Dr. Tsai señaló que es probable que muchas oficinas forenses estuvieran desbordadas al principio de la pandemia, lo que provocó dificultades para determinar qué muertes debían contarse como relacionadas a COVID-19.

Además, algunos expertos afirman que, a medida que el virus siga mezclándose con otras enfermedades contagiosas —como en la temporada de gripe— esto será otro obstáculo para identificar el papel que desempeña COVID-19 en las muertes resultantes.

Retos ante pruebas y diagnósticos erróneos

La disponibilidad de pruebas para detectar el virus de COVID-19 supuso un enorme problema para el diagnóstico en los primeros meses de la pandemia. Aunque una vez que las pruebas de antígeno y de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) estuvieron ampliamente disponibles, los falsos positivos fueron otro reto para la industria de la salud.

Considerado por la mayoría de los profesionales médicos como el “estándar de oro” de las pruebas para detectar COVID-19, el test de PCR se considera preciso entre el 95 y el 100 por ciento. Eso dejaría un rastro de miles de falsos positivos desde que comenzaron los registros oficiales en 2020.

Esto complica aún más el dilema de los recuentos de muertes precisos, ya que las personas que figuran como víctimas mortales de COVID-19 generalmente no se vuelven a analizar, pero es la única forma de determinar si el primer test fue un falso positivo.

Poco tiempo de los médicos para diagnosticar

Dejando de lado las pruebas, algunos expertos en atención médica dicen que parte del problema son los diagnósticos precisos derivados del poco tiempo que los médicos dedican a sus pacientes en la actualidad.

Al principio, cuando comencé a practicar la enfermería, el enfoque estaba en el paciente”, dijo la enfermera Donna Brown.

Habiendo pasado años trabajando en hospitales, Brown ha visto cómo se han estado desarrollando algunos cambios importantes dentro de la industria de la salud. El principal de ellos es una disminución en el tiempo que los médicos dedican a los pacientes para evaluar y diagnosticar una afección.

En estos días, uno puede medirlo con un cronómetro.

Lo siento, pero de 10 a 15 minutos no es tiempo suficiente para los médicos”, dijo Brown, agregando que esto es especialmente cierto con los pacientes de edad avanzada, donde un conocimiento más profundo de los diagnósticos previos y las condiciones existentes son fundamentales.

Estudios recientes muestran que el tiempo promedio que los médicos interactúan con los pacientes es de 13 a 24 minutos, siendo el extremo inferior del promedio el más común.

Otro análisis previo a la pandemia reveló que solo el 11 por ciento de los pacientes y el 14 por ciento de los médicos sintieron que su interacción proporcionó la cantidad adecuada de tiempo necesario para los más altos estándares de atención.

El Dr. Tsai está de acuerdo en que los profesionales médicos tienen menos tiempo para pasar con los pacientes que hace años. “Incluso antes de la pandemia de COVID-19, había muchos más pacientes de los que los médicos podían ayudar y el tiempo era corto”, añadió. “Muchos sintieron que no tenían tiempo para hacer la evaluación exhaustiva que querían para cada paciente. Agregando COVID-19 a la mezcla, hubo incluso menos tiempo”.

Si bien parte de esto se debe a la escasez de personal relacionado con la pandemia, también está el hecho de que se dedica más tiempo a trabajar con registros de salud electrónicos que con pacientes directamente. Debido a los cambios en la forma en que los proveedores de seguros y el gobierno pagan la atención médica, los médicos ahora pasan más tiempo en las computadoras que con sus pacientes. En un estudio de 57 médicos de Estados Unidos de diferentes especialidades, solo el 27 por ciento de su tiempo se dedicó a interacciones de “tiempo clínico directo” con los pacientes.

(Con información de Epoch Times)

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