En una época en la que prácticamente todo el mundo se considera demócrata y en la que “democracia” se equipara a “libertad”, es cosa de audaces criticar el sistema político que impera en gran parte del mundo y sobre todo en las tierras antaño conocidas como La Cristiandad.
Sin necesidad de meternos en los orígenes griegos de la democracia, podemos reflexionar sobre algunos de los problemas que trae consigo el actual sistema de elección de gobernantes. Ya desde La Gloriosa y desde la Restauración del ‘75 se pudieron atisbar algunos de los vicios y las trampas en las que el sistema podía caer. La alternancia de dos partidos liberales que se repartían el poder y la gestión de España acabó degenerando en eventos sumamente dramáticos en nuestra historia reciente.
Como ya dice Marc Vidal, aunque la historia no se repita, si que rima, y mucho. Estoy seguro de que más de uno se ha percatado de la similitud de eventos de estos años: 1875 – 1976; 1898 – 2003; 1909 – 2008; 1917 – 2020 … y seguro que hay más.
Siguiendo la rima, asonante si uno quiere, es de prever que las próximas décadas vuelvan a traer tiempos turbulentos y de cambios sorprendentes. Ya decía el general Franco (si, oso mentar a aquel personaje histórico que esta mas vivo hoy en el imaginario político que cuando residía en El Pardo), que la democracia liberal había traído tiempos convulsos y de inestabilidad donde el progreso y el bienestar de los españoles estaban subordinados al interés de una clase política cada vez mas distante de las necesidades del pueblo.
La restauración borbónica de 1975 vio (o trajo consigo) la liquidación de uno de los pilares fundamentales de la democracia liberal. El “arrejuntamiento” de poderes con las que se mató a Montesquieu (esto ya lo dijo el vicepresidente Guerra), se llevo a cabo de manera abierta y con la connivencia e ignorancia de muchos. Un sistema en el que un poder legislativo (en donde los representantes del pueblo no necesitan saber de leyes) elige a un ejecutivo que a su vez puede meter y mete las zarpas en el judicial no puede sino degenerar en un totalitarismo que, aunque lo llamen “democracia”, no deja de ser una dictadura. Una vez mas somos testigos de como los partidos políticos a menudo se convierten en logias. Tienen sus rituales, su selección de miembros y su obediencia a autoridades extranjeras.
Esta involución no es una sorpresa pues ya atisbaban gente como Gil Robles que la constitución del ‘78 nacía herida de muerte. Es de resaltar que los nacionalismos centrífugos de nuestra patria son una particularidad nuestra y que esta muy alineada con la famosa leyenda negra que tanto el francés como el inglés han promocionado con ahínco.
Con menos de medio siglo de edad, ya vemos claramente que el actual régimen esta en fase de decaimiento. Un estado macroencefálico que sablea al trabajador de la manera en que lo hace no va a poder sobrevivir medio siglo más a no ser que alguien de un golpe de timón que vuelva a poner a España en un buen rumbo.
La nueva casta política que se ha instaurado goza de más privilegios y honores de los que gozaba en su día la nobleza. Y esto con el añadido de que ahora no se les puede pasar por las armas como se hubiera hecho hace apenas unos pocos siglos.
Las dificultades a las que se enfrenta España son muchas. Acompáñenme en esta búsqueda para hallar opciones viables para arreglar lo que tenemos y para traer prosperidad y justicia social a nuestras gentes evitando otro derramamiento de sangre.
Continuará…
Andrew Faya| escritor
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