Neutralidad (I) | Pío Moa

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Amplitud de la cuestión

Si la cuestión de la neutralidad de España está fuera de todo debate político se debe, por una parte, al adocenamiento de la intelectualidad española, y por otra a unos partidos  interesados en la satelización del país a otras potencias. Porque las castas políticas españolas sirven muy a gusto las políticas generales de Inglaterra (Gibraltar) y  Usa (bases militares peligrosas para España), ambas aliadas de  Marruecos (Sahara, Ceuta y Melilla), y de Bruselas (LGTBI, especialmente). La cuestión de la neutralidad implica la soberanía,  tiene relación estrecha con las tensiones separatistas, con las tendencias en la UE a un totalitarismo de nuevo tipo (leyes de género, de odio, de memoria, etc.), y con la más fundamental política interior española (guerra de Irak y triunfo de Zapatero). Y estas relaciones son lo que se trata de ocultar a la opinión pública. Y así hemos llegado al punto de que  prácticamente nadie se plantea la neutralidad, pese a haber sido en el siglo XX, y con enorme diferencia, la política exterior más fructífera para España.

La sistemática ocultación del asunto hace que la opinión pública ignore lo más elemental, o dé por sentado que la neutralidad ni es posible ni es deseable, porque nos “aislaría”. Y ciertamente  nos aisló de las matanzas, atrocidades y ruinas sufridas por casi todo el resto de Europa en las dos guerras mundiales pasadas, cosa al parecer lamentable para  casi todos los jefes políticos, que desean evitar a toda cosa que se repita. Por eso importa que quienes pensamos de otra manera hagamos los esfuerzos necesarios para sacar a la luz estos asuntos y hacer que vayan calando en la conciencia pública. Es necesario elaborar un discurso coherente, para el que comenzaremos examinando la experiencia histórica a partir de la I Guerra Mundial

Un manifiesto belicista en la I Guerra Mundial

La PGM opuso  básicamente  a  Francia e Inglaterra más Rusia, contra  Alemania y  Austria-Hungría más el Imperio otomano. Exceptuando a Turquía y Rusia, se trataba de países liberales y parlamentarios, si acaso con la diferencia de tener en Alemania más derechos y mejor posición las clases populares. El carácter  económico de la contienda lo resumió perfectamente Keynes:  “No hay gran cosa que aprender de esta guerra o de los fines por los que fue librada; como en cada uno de los siglos precedentes, Inglaterra ha destruido a un rival comercial”.  No obstante,  desató en España un grotesco  apasionamiento por uno u otro bando, sobre todo entre intelectuales. Como muestra, el  Manifiesto de adhesión a las naciones aliadas, es decir, Francia e Inglaterra, también  Rusia, de gran interés  por la argumentación, por el estilo y por los firmantes.

El argumento: “Nos hacemos solidarios de la causa de los aliados en cuanto representa los ideales de la justicia, coincidiendo con los más hondos e ineludibles intereses políticos de la nación”.  No hay el menor atisbo de análisis político o histórico ¿Por qué representaban Francia e Inglaterra “los ideales de la justicia”?  Porque lo afirmaban sus propagandas, simplemente, y los firmantes lo repetían. La evidencia expuesta por Keynes resultaba invisible para los del manifiesto.

¿Y cuáles eran los “ineludibles intereses políticos de la nación”? Pues que “No sería bien que, en esta coyuntura máxima de la historia del mundo, la historia de España se desarticulase del curso de los tiempos, quedando de lado, a modo de roca estéril, insensible a las inquietudes del porvenir y a los dictados de la razón y de la ética”. En concreto, los intereses,  la razón y la ética de aquellos firmantes consistían en enviar masas de soldados a servir de carne de cañón a los intereses de Francia e Inglaterra, grandes amigas históricas de España, bien lo sabemos. A eso le llamaban con pomposa y vacua retórica “garantir la razón y la justicia”. El  examen racional quedaba sustituido  por una turbia palabrería atribuyéndose y atribuyendo a esos dos países el monopolio de la justicia, la paz, la razón y todo lo que sonara bonito. Ese era el estilo.

¿Y quiénes eran aquellos belicosos  campeones de la ética de la carne de cañón? Esto es lo más grave y revelador: Ortega, Marañón,  Unamuno,  Azaña,  Américo Castro, Menéndez Pidal, A. Machado, Maeztu, Azorín,  Pérez Galdós, Pérez de Ayala, Valle-Inclán, Araquistáin y bastantes más escritores, profesores,   y artistas.

Otros políticos e intelectuales por el estilo metieron en la guerra, con promesas falsas, a países como Portugal, Italia o Grecia, y en los tres las consecuencias fueron dramáticas, especialmente trágicas en el caso griego. Por lo que respecta a España, el “apocamiento de los políticos responsables”, que mantuvo la neutralidad, no solo salvó al país de atrocidades y  de  las desastrosas consecuencias de la beligerancia, sino que le facilitó una prosperidad económica no vista hasta entonces. Por supuesto, ninguno de los firmantes hizo después de la experiencia balance o análisis alguno de ella, como no lo había hecho de los fenómenos que desde años antes iban gestando la gran contienda. Lo suyo era la retórica grandilocuente. 

Y este es el gran problema: la mayoría de los firmantes tenía o estaba creando una obra intelectual o artística bastante buena, a veces excelente. ¿Cómo, entonces, eran capaces de pedir el sacrificio de miles de compatriotas por los intereses económico-políticos de potencias ajenas y nunca amistosas? Es lo que merece la pena aclarar.

Pío Moa | Escritor

Nota: Adelante España se esfuerza en difundir los contenidos y tesis de Pío Moa sobre la Neutralidad lo más ampliamente posible. De lo que se trata es de poner el problema a la vista de todo el mundo, contra el ocultismo político con que lo tratan hoy todos los partidos.  

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