La Generalitat ya ha empezado a notificar las sanciones a miembros de las Brigadas antilazos amarillos por colocarlas en la vía pública en Barcelona por la festividad del 12 de Octubre
El pasado 13 de julio, Juanjo recibió en su domicilio de Terrassa una carta del Departamento de Interior de la Generalitat notificándole una sanción de 601 euros por incumplir la normativa de protección ciudadana. ¿Su infracción? Haber sido sorprendido por los Mossos en la madrugada del 12 de octubre de 2020 colocando banderas españolas en semáforos y farolas del centro de Barcelona.
Juanjo no estaba solo. Iba acompañado de una docena de personas, todas ellas miembros de la Unión de Brigadas, que en los últimos años han puesto en marcha una campaña para retirar de las calles de municipios de toda Cataluña lazos amarillos, esteladas y simbología independentista en general. Ocho de ellos fueron sancionados por la Policía autonómica por desobediencia a agentes de la autoridad al negarse a retirar las banderolas rojigualdas con las que cada año celebran a su manera la Fiesta Nacional.
Horas después, la Generalitat notificaba una sanción idéntica a María Ángeles, otra de las integrantes de las brigadas antilazos amarillos que fueron multadas por los Mossos ese día. En ambos casos, se les impuso en el Paseo de Gracia de la ciudad condal.
Según consta en las denuncias, los agentes recibieron el aviso de que había un grupo de personas «colgando banderas españolas de los semáforos y farolas en la zona de Paseo de Gracia y Plaza Cataluña».
En esos escritos consta que los agentes les avisaron de que estaban incumpliendo las ordenanzas municipales, que estipulan que «se necesita autorización» para «colgar carteles, pancartas o adhesivos en la vía pública». Una rigurosidad normativa que –se quejan los sancionados– los Mossos en ningún caso aplican a los partidarios del independentismo cuando llenan de lazos amarillos y esteladas los espacios públicos de Cataluña. «Solo hay que ver cómo está toda Cataluña y a ellos no los multa», se queja Juanjo.
Una vez acudieron al lugar de los hechos sobre las 01:30 de la madrugada, la patrulla sostiene que pidió «varias veces» a los miembros de la Unión de Brigadas «la retirada de las banderas», pero que éstos hicieron «caso omiso a las indicaciones de los agentes», asegurando –según consta en el expediente sancionador– que «las continuarían colocando», por lo que finalmente fueron denunciados por una supuesta falta de desobediencia.
Una presunta resistencia a la autoridad en el ejercicio de sus funciones que cuando no es constitutiva de delito –añade la denuncia– constituye una «infracción grave», sancionada con una multa de entre 601 y 30.000 euros.
Del idéntica gravedad califica el Departamento de Interior de la Generalitat «la negativa a identificarse» a requerimiento de los agentes o el hecho de facilitar datos «falsos o inexactos» en el proceso de identificación.
Manuel también estaba esa noche allí y, como la mayoría de sus compañeros, fue sancionado (aunque en su caso aún no se le ha notificado la multa). Él lo tiene claro: el objetivo de estas sanciones es «amedrentarnos y tratar de desactivarnos, porque económicamente saben que no tenemos financiación, para ver si así dejamos la Unión de Brigadas». «La Unión de Brigadas está haciendo mucho daño con la retirada de propaganda independentista –asegura–. Es que están poniendo esteladas y lazos amarillos incluso de hierro forjado…».
La noche en que fueron sancionados –recuerda– quedaron como suele ser habitual alrededor de medianoche, en este caso con el objetivo de «engalanar con banderas españolas el paseo de Gracia, Plaza Cataluña y Via Layetana con motivo de la Fiesta Nacional». Pero pronto se presentaron cuatro coches patrulla pidiéndoles que se identificaran. «Según ellos, tenían “órdenes de arriba”. “Me sabe fatal, pero tengo que cumplir órdenes», asegura que se excusó uno de los agentes, que les comunicaron que iban a ser sancionados por incumplir la normativa municipal que prohíbe «colgar cualquier cosa sin permiso» en el mobiliario público y, además, por negarse a retirarlas, «aunque yo les dije que las quitaríamos a las ocho de la mañana». «No nos dieron ni el acta», se queja.
«Como ya estábamos sancionados, seguimos toda la noche», explica, aunque una vez en Plaza Cataluña acudió otra patrulla de los Mossos con el objetivo de identificarles. «Les dijimos que ya estábamos identificados y multados y lo comprobaron con la central».
Manuel se muestra sorprendido por lo ocurrido porque, según asegura, «el año anterior vinieron unos mossos cuando les dijimos que íbamos a poner las banderas, nos dieron la mano y nos desearon buena noche, diciéndonos “tened cuidado y no rompáis nada”. Y no pasó nada».
«Cuando son banderas independentistas o están pintando un lazo amarillo en la carretera los Mossos no sancionan a nadie», se queja Manuel, para quien la Policía catalana tiene «dos varas de medir». Su actuación, dice, es «muy partidista», pese a que ellos ponen «una bandera constitucional» y los separatistas «una que no lo es».
«No hay más que ver cómo está toda Cataluña, llena de estelada y de símbolos independentistas, hasta en edificios públicos, iglesias… Nunca sancionan ni retiran esa propaganda independentista –se queja-, pero nosotros ponemos banderas de España y duran 48 horas antes de que el Ayuntamiento las retire».
Según explica, continuarán con su campaña para retirar los símbolos independentistas de las calles y el próximo 12 de Octubre «volveremos a hacer lo mismo, pero seremos más gente seguro porque haremos un llamamiento». «Sin duda es una forma de amedrentarnos, pero no pararemos y seguiremos saliendo dos veces por semana a ver quien se cansa antes», dice Juanjo.
«Nos cuesta sueño, dinero y hasta discusiones con la familia», cuenta Manuel, que ahonda en los costes personales que tienen que asumir: «Un compañero perdió su trabajo, le echaron, y yo a un par de clientes, porque me vieron en una carpa de Tabarnia en Sant Jordi». Unos comportamientos que achaca a la «fractura social» que ha generado el desafío independentista y que, en su opinión, «va a tardar muchos años en superarse».
«A mi hijo incluso le han insultado en la calle por llevar la camiseta de España en el Mundial», lamenta. Pero dice que «merece la pena, porque si no parece que en Cataluña solo hay una voz, cuando en realidad muchos catalanes también nos sentimos españoles».
(Diario La Razón)