Masonería y globalismo: dos realidades hermanadas | Alicia Beatriz Montes Ferrer

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Estamos ya sumergidos en las garras del globalismo progresista, que nos conduce hacia la agonía cultural y nacional, donde el fin del cristianismo es uno de sus principales objetivos.

La globalización ha tomado forma de forma espontánea, reuniendo a personas de todo el mundo, especialmente con el avance de las nuevas tecnologías y el transporte. Implica libertad y respeto a las identidades nacionales resultantes de siglos de convivencia. Promueve el desarrollo de la libertad, la democracia y el capitalismo a escala planetaria. La globalización no es incompatible con los estados nacionales; por el contrario, genera un mayor crecimiento económico.

El globalismo, sin embargo, busca una colectivización de las masas en una especie de forma “totalizadora”. Los organismos internacionales, especialmente visibles en la ONU, imponen dogmas ideológicos a todo el mundo, como la obligación de cuotas de ayuda a refugiados e inmigrantes, el adoctrinamiento en la ideología de género, el fomento de más abortos…

El globalismo es anti-estado-nación. Es un diseño del socialismo radical. Es una ideología contraria al nacionalismo y al patriotismo. George Soros es uno de los principales impulsores del globalismo, como su cabeza más visible, junto a otros personajes relevantes que han comenzado a ser más visibles en los últimos dos años. Tal podría ser el caso de Klaus Martin Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, quien discutió los pasos a seguir en los estados miembros para alcanzar las metas del globalismo. De hecho, los miembros del WEF no ocultan su agenda: “El WEF aboga por un mundo globalizado gobernado por una coalición de corporaciones multinacionales, gobiernos y organizaciones seleccionadas de la sociedad civil en lugar de estructuras democráticas clásicas”. De esto se trata, como todos sabemos, el Gran Reinicio.

En España, en particular, es bien sabido que George Soros está financiando la independencia catalana. Su sueño es una nación fragmentada en mininaciones con sociedades débiles que faciliten a las élites globalistas el control de su población, políticos, empresas, negocios y, por ende, de su economía.

Para el excanciller brasileño Ernesto Araújo, el globalismo es una “configuración actual del marxismo”. En su discurso de toma de posesión afirmó que “el globalismo está constituido por el odio a través de sus diversas ramificaciones ideológicas y sus instrumentos contrarios a la nación, contrarios a la naturaleza humana y contrarios al propio nacimiento humano”.

De hecho, como vemos, con la globalidad aumentan los enfrentamientos violentos entre grupos o colectivos, se presenta el género como un sustituto de la identidad sexual natural, se normaliza el aborto atacando a las personas pro-vida, aumenta el enfrentamiento contra los hombres…

El problema actual es que la globalización, que es benéfica, se ha puesto al servicio del globalismo colectivista para alimentar ese mal que acabará por destruirnos.
Esta globalidad la conocemos hoy bajo el término Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Globalismo y masonería

Según el experto en masonería Alberto Bárcena, desde sus orígenes en 1717, la masonería ha estado buscando un nuevo mundo que pueda liderar con un solo gobierno, para controlar económicamente la mayor cantidad de países posible, beneficiándose de un poder casi ilimitado. Por otra parte, podrán así difundir su credo ideológico, el Gnosticismo, por todo el mundo. Es por eso que el globalismo está impulsado por estas élites masónicas.

Para el difunto padre Juan Sanahuja, experto en estas materias, los planes de gobierno mundial, en los que la masonería juega un papel importante, se remontan al final de la Primera Guerra Mundial o quizás un poco antes. La masonería apoya la entrada de inmigración ilegal masiva con este fin, empujando a la sociedad hacia el sincretismo cultural y religioso. Desarraigando a la nación de sus tradiciones y costumbres, cerrando puertas a todo lo que nos une como país: la religión cristiana y el idioma español. Abrir las fronteras a todo el que venga de fuera, especialmente a los musulmanes. Todo ello se utiliza para este objetivo globalizador.

La masonería utiliza organizaciones pantalla con fines altruistas y filantrópicos en los campos académico, social, económico, científico e incluso religioso, a través de los cuales introduce sus ideas. Se alía con los intereses de las personas que, cegadas por su ansia de poder, no dudan en poner sus recursos a su servicio. Tal podría ser el caso de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, que se arrodilla ante sus dictados.

Por todo ello, la masonería promueve la globalidad, erigida bajo la bandera del “progresismo” de los que piden libertad, pero viven bajo la ideología del Estado, de los que piden tolerancia pero atacan con su neolenguaje a todo aquel que disiente. Y a su vez, quienes apoyan el globalismo con el objetivo de implementar el Nuevo Orden Mundial, un gobierno global controlador, confían en la Masonería para dar cauce a sus reclamos.

Estamos ya inmersos en las garras del globalismo progresista, que nos conduce hacia la agonía cultural y nacional, donde el fin del cristianismo es uno de sus principales objetivos, hacia el cual avanzan paso a paso.

Sin embargo, a pesar de este panorama desesperanzado, son muchas las personas que intentan frenar este avance ideológico despertando la conciencia de la gente. Tal podría ser el caso del grupo de colectivos y asociaciones en España que se han unido para manifestar su repudio a la globalidad. Con el lema del MANIFIESTO AMARILLO, alzan la voz desplegando pancartas amarillas en las calles de diferentes ciudades de España.

Alicia Beatriz Montes Ferrer | Master en Ciencias para la Familia | Orientadora Familiar 

(Publicado originalmente en IfamNews)

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