Los problemas éticos y morales de la FIV: Qué hacer con los más de 668.082 embriones humanos sobrantes almacenados

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Seis de cada diez padres abandonan sus embriones humanos sobrantes (EHS), esto es, a seres vivos. Las clínicas pueden optar por destruirlos, destinarlos a investigación u ofrecerlos a otras parejas

Las personas que acuden a las técnicas de reproducción asistida se encuentran muchas veces en una situación especial. Buscan ansiosamente un hijo. Pero lo hacen con una carga emocional fuerte, pues el tiempo corre en su contra y la superación de la esterilidad condiciona muchas veces la estabilidad del matrimonio. Y se someten como a la FIV.

Los embriones humanos sobrantes (EHS) son resultado de la dinámica de eficiencia y competitividad que domina el campo de la fecundación in vitro. De hecho, empezó a crecer el número de embriones que no tenían salida: eran los nuevos EHS. Unas veces sobraban porque la intervención había tenido éxito: los padres se quedaban contentos con el niño o los gemelos habidos, y no se decidían a incrementar su descendencia. Otras veces, la experiencia fallida les resultaba demasiado fuerte para intentarla de modo inmediato, y aplazaban el nuevo intento para un futuro que nunca llegaba.

Al cabo de un tiempo, al lado de los EHS apareció un nuevo tipo el de los embriones humanos abandonados, aquello de los que sus progenitores se desentendían: unas veces porque la salud de la madre desaconsejaba intentar el embarazo; otras porque se había roto el matrimonio, o había muerto uno de los cónyuges, o se habían traslado a un lugar remoto y ya no era posible localizarlos.

668.082 embriones humanos sobrantes almacenados y 60.005 están abandonados

Según el último informe del Registro Nacional de Actividad de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), en España hay 668.082 embriones humanos sobrantes (EHS) congelados, de los cuales 60.005 se encuentran abandonados, es decir, de parejas ilocalizables o que han dejado de pagar su conservación.

De esta forma, cada año, los centros de reproducción asistida envían cartas a los propietarios de estos embriones para solicitar la renovación o modificación del destino elegido para sus embriones. Sin embargo, en España, la mayoría de estas cartas no son respondidas, por lo que según la Ley 14/2006, de 26 de mayo, tras dos requerimientos sin respuesta por parte de los pacientes, los embriones pasan a disposición de las clínicas, que pueden optar por destruirlos o conservarlos para destinarlos a investigación u ofrecerlos en donación a otras parejas.

Los datos son claros: más de la mitad no comunican el destino que desean dar a los embriones que no utilizaron en el tratamiento que siguieron para ser padres, 1 de cada 3 padres (33%) contestan que quieren conservar los embriones y casi nadie quiere destruirlo (2%), investigación (6%) o incluso donarlo (3%). es la incongruencia de que saben que son seres humanos, no quieren que se destruyan pero no saben que hacer con ellos.  pero ya no quiereSon conscientes que son

Captura de pantalla 2022 07 15 a las 15.22.28
Fuente: Institut Marquès

Soluciones propuestos para los embriones humanos sobrantes 

A medida que crece el número de EHS, crecerá también el número de conflictos éticos y legales que la crioconservación provoca.

Desde el punto de visto jurídico, se han propuesto tres salidas principales: la donación, con finalidad procreativa, a otras parejas; la donación a los científicos para que hagan estudios experimentales; o la destrucción al cumplirse un tiempo determinado por la ley. Pero la práctica dominante es la de prolongar indefinidamente la crioconservación.

¿Son verdaderamente la solución?

No lo es la crioconservación indefinida: sería absurdo ampliar año tras año el número de tanques de nitrógeno líquido para ir almacenando decenas de miles, cientos de miles de embriones congelados, petrificados en el tiempo, “en un limbo, como paraguas no reclamados en la oficina de objetos perdidos de una estación de ferrocarril”.

No lo es la donación a otras parejas: como señala un trabajo reciente, de la donación de embriones se habla mucho, pero se la practica muy poco. Por si no fueran pequeños los problemas legales, la complejidad de sus implicaciones psicosociales y éticas crean confusión e incertidumbre en los posibles donantes y receptores. Los receptores quieren saber mucho del trasfondo psicológico y genético de los donantes. Los donantes han de superar su apegamiento emocional a los embriones, y poner a esas criaturas suyas en manos de personas cuyos rasgos y estilos de vida desconocen.

No lo es la destrucción. Ninguna palabra (dejar morir, no permitir el crecimiento, destruir) puede disimular el hecho duro de que una criatura humana fue creada para vivir y se la deja perecer. Se da ahí un caso más de repugnancia moral que alcanzó dimensiones masivas en 1996, en el Reino Unido, cuando el clamor de la gente provocó la prolongación del plazo de conservación previsto en la legislación.

Tampoco lo es, finalmente, la investigación destructiva, que reduce a los embriones humanos a la condición de cosas consumibles, lo que es incompatible con el respeto mínimo exigido por el sujeto humano en experimentación biomédica. No hay objetivos de investigación tan valiosos que puedan alcanzarse legítimamente a costa de vidas humanas. Así lo dijo el Código de Nuremberg, lo afirma la declaración de Helsinki y nos lo impone el Convenio relativo a los Derechos Humanos y a la Biomedicina, del Consejo de Europa, ratificado por España, que, en su Artículo 2, proclama la primacía del ser humano al decirnos que “el interés  y el bienestar del ser humano deberán prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad y de la ciencia”.

Ante un problema de estas dimensiones y complejidad, lo sabio es evitarlo, lo prudente es aminorarlo en la medida de lo posible.

No producir deliberadamente embriones humanos sobrantes es una decisión moral y científicamente sostenible. Es solución que choca, de un lado, con los intereses de los equipos de fecundación in vitro, muy motivados por alcanzar la cota máxima de eficacia, prestigio y competitividad; y, de otro, con las preferencias de los usuarios de las técnicas, interesados muchas veces en ahorrarse las molestias, riesgos y gastos de reiniciar el proceso clínico. Pero vistas las cosas con una perspectiva de justicia, que da al embrión humano lo suyo, se deduce que por esas preferencias y logros marginales, estamos pagando un precio prohibitivo: la existencia precaria de miles de embriones sobrantes.

1 comentario en «Los problemas éticos y morales de la FIV: Qué hacer con los más de 668.082 embriones humanos sobrantes almacenados»

Deja un comentario