Los héroes desconocidos | María García

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España no tiende a reconocer a sus héroes. Y mira que ha tenido a lo largo de la Historia. Mientras otros países construyen un museo increíble, o ruedan una película, aquí los metemos en el desván del olvido y el rincón de la vergüenza. Los mártires son héroes de la Historia de nuestro país, además de testigos de la fe.

Polonia como ejemplo

Miro con admiración cómo trata a sus santos, mártires y héroes mi querida Polonia (que en los últimos años está copiando también la descristianización de la cristiana España, aunque aquí apenas nos lleguen noticias).

Por ejemplo, en el museo del beato mártir Jerzy Popieluszko, en su parroquia de Varsovia, u otro más pequeño que existe en el lugar donde le apresaron, en Górsk.  O los retablos de la Iglesia de los Misioneros Redentoristas en Tórun, en la que se puede rezar ante imágenes de los santos y los mártires de esta nació, que ella misma es mártir. Cuando visité este templo, lo primero que dije fue: Esto sería imposible en España.

Este santuario fue construido en 2016 con donaciones particulares. Exactamente igual que el Cerro de los Ángeles, pero casi un siglo después.

Cinco mártires

En el Cerro de los Ángeles está consagrada España al Sagrado Corazón de Jesús. Por defenderlo, murieron cinco hombres en 1936.

En su basílica están enterrados sus cuerpos. Yo lo descubrí casi por casualidad. Era un lugar sombrío, en la zona de confesionarios. Como que parecía que no se quisiera que se supiera que estaban allí.

Sin embargo, en los últimos años, la Diócesis de Getafe ha trabajado mucho por mejorar y dignificar el Cerro de los Ángeles al completo, incluyendo este rinconcito maravilloso.

La historia de estos cinco hombres debería ser aún más conocida. El sábado 18 de julio de 1936, por la tarde, unos 30 congregantes de las Compañías de Obreros de San José y del Sagrado Corazón de Jesús se habían dirigido a este lugar, centro de España, para rezar, como de costumbre, en la vigilia de adoración nocturna con el Santísimo Sacramento.

Al acabar la Eucaristía, ya en la madrugada del domingo 19, Fidel de Pablo García, vocal de la Acción Católica de la parroquia del Espíritu Santo, en Ventas, volvió a Madrid para acompañar al sacerdote que había celebrado, don José María Vegas Pérez, capellán del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús.

Dos mártires más

Estos dos hombres también fueron asesinados durante la guerra por su fe y, por tanto, son mártires. Con lo que podemos decir que los mártires del Cerro de los Ángeles son siete, y no cinco, aunque ellos dos no murieran justamente allí.

Fidel de Pablo García fue asesinado solo con 19 años. Era oficinista, de Madrid. En mayo de 1936 los comunistas le agreden y le arrebatan una insignia de Acción Católica. Él se puso otra y siguió adelante.

Tuvo que vivir escondido desde el inicio de la guerra, viendo la suerte que había corrido su hermano. Fue detenido el 26 de agosto y llevado a la checa de O’Donnell, primero, y a la de San Bernardo, después.

Fue fusilado el 8 de septiembre de 1936, en la carretera de Valencia, en Vallecas. Sus restos reposan en el cementerio de Vallecas; se ignora en qué fosa (porque la memoria histórica parce que es solo para algunos…).

La santidad “se pega”

Don José María Vegas Pérez, el sacerdote, celebró su primera misa apadrinado por san Pedro Poveda. También mantenía relación con san Manuel González. La santidad no crece como las setas, de la nada; se cultiva, también con buenas amistades. Era rector del Santuario del Cerro de los Ángeles desde 1935.

Intuyendo la cercanía del martirio, renovó la consagración al Sagrado Corazón con las carmelitas, en julio de 1936. A su vuelta a Madrid tras esa vigilia en el Cerro, se refugia en casa de sus madres. Los milicianos, sin embargo, acuden constantemente a registrar el domicilio. Para no poner en peligro a su familia, se entrega a la Dirección General de Seguridad.

Es encerrado en la cárcel de San Antón. En noviembre, le sacan de allí para fusilarlo en Paracuellos.

Protegiendo el Sagrado Corazón

Retrocedamos para ver qué pasó con los cinco hombres que se quedan en el Cerro de los Ángeles. Todos los congregantes vuelven a sus casas aquella noche, pero ellos cinco se quedan protegiendo a las Carmelitas y el monumento.

El 21 de julio se llevan a las religiosas desde el Cerro de los Ángeles al centro de Getafe, municipio al que pertenece el monumento. Ellos se ocultan en una finca próxima, Las Zorreras, una pedanía de este entonces pueblo y hoy ciudad.

El 22 bendicen el desayuno y se santiguan. Los encargados de la finca, al verles hacer la señal de la cruz, piensan que son frailes y avisan a los milicianos de Getafe.

El 23 de julio son fusilados, dando vivas a Cristo Rey mientras sangran por la boca. Sus cuerpos permanecieron un día entero allí.

Estos cinco hombres fueron enterrados en el cementerio getafense y, cuando se reconstruyó el Cerro de los Ángeles y su basílica, trasladados allí.

Cinco hombres con fe

Ninguno era un burgués rico. Murieron por su fe.

Desde hace poco, la Comunión Tradicionalista Carlista ha colocado una cruz en el lugar donde fueron asesinados, ya que eran requetés.

En 2020 se abrió su causa de beatificación, en la que ya se ha cerrado la fase diocesana.

Los cinco mártires son Fidel Barrio Muñoz (albañil de 21 años, palentino); Pedro Justo Dorado Dellmans (madrileño de 32 años, empleado de banca); Vicente de Pablo García (hermano de Fidel de Pablo, aquel que volvió a Madrid acompañando al sacerdote; nació en Vicálvaro, que entonces era una localidad independiente de Madrid); Elías Requejo Sorrondo, ebanista guipuzcoano de 19 años; y Blas Ciarreta Ibarrondo, vizcaíno de 40 años.

Vida de película

Lo poco que he podido conocer de la vida de Blas Ciarreta es para que él solo tuviera una película. En 1929 es nombrado jefe de la Policía municipal de Santurce. En la revolución de octubre de 1934 consigue frenar a los alborotadores en su pueblo, Al vencer el Frente Popular, se instaura en Santurce la Guardia Cívica, que acude a su domicilio para arrestarle.

Él se había escondido en la casa de un vecino, y el 1 de marzo del 1936 huye a Bilbao. De ahí a Burgos, y de Burgos al Cerro de los Ángeles, para defender a las carmelitas. En todo este periplo de Santurce a Madrid le sigue su mujer, Ángela Pardo. Cuando comenzó la guerra, Blas trabajaba para las carmelitas del Cerro.

En los últimos años se han realizado películas muy buenas sobre los mártires de España en el siglo XX. Pero darían para más. Y también para un museo.

Devoción y honor

Y, por supuesto, para que la Iglesia católica les dedicara una iglesia. Así como en México es normal que haya templos bajo la advocación de los mártires cristeros, aquí parece que aún cuesta.

En cuanto a reconocimientos civiles, los Hermanos de Pablo y Pedro Justo Dorado sí que cuentan con calles en Madrid.

Para terminar, solo unas frases de estos mártires:

Pedro Justo Dorado: “El oír misa y morir por Dios defendiendo su Iglesia, es lo más grande que puede hacerse en este mundo. Dios nunca muere”.

Vicente de Pablo García, al ponerse un escapulario de la Virgen del Carmen en unos ejercicios espirituales, un mes antes del inicio de la guerra: “Ya nos pueden matar si quieren, pues nosotros ya estamos arreglados”.

Elías Requejo, en 1936, declaró a su tía Juana: “No hay cosa más grande que morir por Dios”.

Sirva este artículo para honrar la memoria de estos siete mártires y reivindicarlos como héroes de España, mártires por su fe y ejemplo de vida y de muerte, pues se muere tal cual se vive.

María García | Periodista y Escritora

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