Las pseudoterapias. Una paradoja de la sociedad del siglo XXI | Albert Mesa Rey

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Resulta paradójico que, en el siglo XXI, en el marco de una sociedad altamente tecnificada hay tan gran proliferación de “terapias alternativas” o directamente pseudoterapias. Las explicaciones a este fenómeno entrarían dentro del campo de la antropología y de la psicología.

La medicina es una ciencia y, como tal, se basa en evidencias, datos y pruebas. Ha dejado atrás siglos de oscurantismo, creencias e ineficacia para convertirse en una herramienta imprescindible en la mejora de la salud. La aplicación del pensamiento científico racional a la medicina ha contribuido en gran medida a estos logros. Por desgracia, todavía hay enfermedades para las que no hay tratamientos eficaces que disminuyan el dolor y el sufrimiento.

Una pseudoterapia puede ser un campo legítimo de estudio sin resultados concluyentes todavía, pero que se presenta como ya validado ante la sociedad, que como contrapartida a la medicina se ha convertido en un negocio para muchos, no siempre lícito, en el que se desenvuelven con soltura las denominadas “medicinas alternativas y complementarias”.

Existen decenas de estas “medicinas” que encajan en la definición de pseudoterapias del Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias de la Organización Médica Colegial de España: “pseudoterapia es una “propuesta de cura de enfermedades, alivio de síntomas o mejora de salud, basada en criterios sin el respaldo de la evidencia” científica”. Su número va en aumento debido a las grandes ganancias económicas que generan a sus practicantes.

El éxito aparente de las pseudoterapias se basa en gran parte en la inmersión del paciente en un entorno relajante, donde disfrutan de una atención dedicada. Aunque hacen creer que son curativas, ninguna ha pasado por filtros científicos rigurosos, como ensayos clínicos, que demuestren su eficacia. El efecto placebo generado al sentirse cuidado disfraza la falta de efectividad de dichas técnicas. Si bien el efecto placebo es muy interesante de cara a su aplicación médica, la deontología deja claro que no es ético hacerlo de forma no informada. El condicionante de la mayoría de técnicas/terapias es la inducción al cliente de la creencia en que la técnica/terapia funciona per se, con el consecuente riesgo de que la convierta en su primera o única elección ante un problema de salud.

Las pseudoterapias se aprovechan de que somos proclives a establecer falsas relaciones entre causas y efectos, lo cual desencadena sesgos cognitivos. Entre estos sesgos están el desconocimiento habitual del curso natural de las enfermedades leves, la existencia de enfermedades episódicas o cíclicas con remisiones espontáneas o de enfermedades raras sin remedio conocido. A lo que podemos añadir que en muchas pseudoterapias se establecen falsos diagnósticos, se sobrediagnostican enfermedades o se crean enfermedades inexistentes.

Las pseudoterapias presentan como certezas, con una palabrería cautivadora y difusa, recubierta de paternalismo, ideas desfasadas, incorrectas o sin pruebas científicas. Se apoyan en dogmas superados hace décadas por la ciencia.

Muchas requieren que la persona enferma tenga fe en su pseudoterapeuta, convirtiéndose en una especie de creencia religiosa. Es más, hay quien percibe una especie de conspiración universal para ocultar la eficacia terapéutica del agua con memoria (homeopatía), de las agujas (acupuntura) o de la imposición de manos (reiki). Tampoco se percibe que detrás de los que venden, por ejemplo, preparados homeopáticos están empresas multinacionales que ganan miles de millones de euros.

Existe también un claro abuso del lexema -terapia – para hablar realmente de bienestar. Aunque en el ámbito estricto de la reducción de la ansiedad pueda tratarse de una terapia, en general se aprovechan de la percepción del término que tiene la sociedad, que la equipara con prácticas legítimas como la radioterapia o la fisioterapia.

Por otro lado, varias de las propuestas, aun pudiendo ser legítimas, por su exotismo o por “la moda” vienen siendo utilizadas como gancho y tapadera por movimientos de tipo sectario.

Si hubiera alguna evidencia de la utilidad de alguna de estas pseudoterapias, sin duda ya sería parte de la medicina porque la medicina mantiene un equilibrio complicado entre el escrutinio escéptico de todas las hipótesis terapéuticas y una gran apertura crítica a las nuevas ideas. En el fondo y siendo estrictos, Medicina solo hay una y es la que cura.

El problema de las pseudoterapias es significativo. En la novena Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada por la Federación Española de la Ciencia y la Tecnología (FECYT), en 2018, se comprobó que uno de cada cinco encuestados había utilizado pseudoterapias como la homeopatía o la acupuntura: un 5,2% en sustitución a la medicina y un 14,4% como tratamiento complementario. Además, uno de cada cuatro (25,4%) confiaba en la homeopatía y el 16% en el reiki. Las mujeres (24,7%) usaban pseudoterapias con más frecuencia que los hombres (14,2%). Uno de cada cinco encuestados creía que la homeopatía y la acupuntura tienen un carácter científico, creencia que era menor entre personas de mayor nivel educativo.

Un peligro añadido de las pseudoterapias es que, en ocasiones, promueven opiniones contrarias o adversas a herramientas de gran importancia en la salud personal y comunitaria, como las vacunas. Así, aunque la amplia mayoría de la población, en base a los datos de esta encuesta, confía en la utilidad de las vacunas infantiles, se estima que en España alrededor de 1.250.000 personas (3,3% de la población) cree que su utilidad es poca o ninguna, y casi el doble que los riesgos superan a los beneficios.

El auge de las pseudoterapias tiene múltiples culpables, destacados influencers, las celebridades y gurús que las publicitan, los medios de comunicación que exageran sus virtudes, la propia comunidad científica médica e incluso algunas universidades, por no remarcar el carácter acientífico de aquellas. Los medios de comunicación suelen generar una visión positiva y simplista de las pseudoterapias y las combinan con noticias sensacionalistas que magnifican los riesgos de la medicina “convencional”. Un ejemplo de parodia científica que puso en evidencia la credulidad de muchos medios de comunicación fue la historia del misterioso asesino químico denominado «monóxido de dihidrógeno», un nombre pomposo para el agua. Este hecho demuestra que se puede dar información precisa pero sensacionalista sobre cualquier cosa, incluida el agua, y conseguir que un amplio sector de la población se alarme.

En las consultas médicas se debería dedicar más tiempo, tiempo del que no se dispone en estos momentos a los pacientes con tos, dolores de espalda y otras afecciones leves, para las que existen pocos tratamientos exitosos. Muchas de estas dolencias desaparecerán en el transcurso de pocas semanas. Por esta falta de tiempo, algunos médicos no ven mal que sus pacientes usen remedios que compran en farmacias, parafarmacias, en herboristerías o que acudan a pseudoterapeutas. Hay también algunos profesionales de la salud que realmente creen en el poder sanador de estas pseudoterapias. Ambas actitudes pueden conllevar consecuencias negativas, como que se medicalicen problemas leves de salud, no se diagnostiquen enfermedades graves, se inventen otras inexistentes, se apliquen tratamientos nocivos o innecesarios, y se estafe a los enfermos. Además, hay pseudoterapeutas que dan consejos inadecuados o se entrometen en los tratamientos médicos correctos que recibe el paciente.

Por otra parte, algunas universidades han devaluado sus enseñanzas científicas propiciando cursos y másteres de distintos tipos de pseudoterapias bajo el epígrafe de “medicinas alternativas”, cuando la calidad académica no debería sacrificarse por motivos económicos.

Como conclusión, debemos reflexionar seriamente sobre la ausencia del pensamiento crítico en los estudios médicos que se imparten porque no todo el mundo está en disposición de comprender las bases científicas de las enfermedades, sus causas y su desarrollo o patogenia; bases que establecen las pautas para realizar un diagnóstico correcto y su tratamiento eficaz.

Las personas que necesitan recibir un tratamiento médico desean un trato honesto. Cuando se prescribe un tratamiento médico probado, el paciente experimenta un beneficio clínico que se ve reforzado por el efecto placebo que causan las expectativas de que el tratamiento va a ser efectivo. Un médico nunca debería recomendar una pseudoterapia porque estaría engañando a quien acude en demanda de su ayuda profesional.

Recordando el adagio médico atribuido a Hipócrates, “lo primero es no hacer daño” (Primum non nocere), por eso debemos ser conscientes de que las pseudoterapias pueden causar un quebranto importante de la salud, daños irreversibles e incluso, la muerte de los enfermos como ya ha ocurrido en múltiples ocasiones.

Si has llegado hasta aquí amable lector, puedo entender que estés poco o nada de acuerdo con lo que aquí expongo y no desearía que supusiese un ataque a tus convicciones más íntimas, pero entiendo que muchas veces es importante que alguien que piensa distinto te exponga argumentos bien fundamentados y que puedan abrirte a la reflexión o a la duda. Gracias por leerme.

La duda: la escuela de la verdad. (Francis Bacon)

Albert Mesa Rey | Escritor

 

 

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