Las lágrimas de Mónica Oltra | Francisco Martínez Peñaranda

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Una vez, siendo yo un jovencito, D. Joaquín Peñaranda me regaló una de aquellas lecciones de vida que solían ser su adorno cotidiano.  Y como era su costumbre lo hizo con una frase lapidaria: “Procura no hacer llorar a una mujer, porque Dios, cuenta una a una las lágrimas de las mujeres”.

Recientemente hemos podido contemplar el espectáculo teatral de la Vicepresidente del Gobierno Valenciano doña Mónica Oltra haciendo participe de su  dimisión de cargos, de Gobierno y Cortes a la prensa y por ende a la ciudadanía.

Y pudimos contemplar, como entre sollozos y lagrimeos nos contaba la película de que había sido víctima de una infamia, que renunciaba a sus cargos para no dar coartada a sus enemigos y lo hacía para que los “malos” no se salieran con la suya.

Los hechos en modo muy resumido son, que en año 2021 el marido de la vicepresidente de la Generalidad Valenciana fue condenado a cinco años de prisión por un delito continuado de abuso sexual a una menor tutelada por la propia Generalidad.

Y en un segundo capítulo, reciente, Mónica Oltra, ha sido imputada por ocultar estos hechos.

La muchachita que fue objeto del abuso sexual, que por entonces tenía catorce años relató, como estuvo castigada durante más de un año y medio en una habitación aislada de las demás compañeras y que recibía en esta habitación, las visitas, del marido, “de una persona muy importante” en el gobierno de la Generalidad, por lo que no se atrevía a denunciar.

Volver sobre este relato es excesivo, ya que son muchos los medios de comunicación que se han hecho eco de esta noticia en distintas versiones y puntos de enfoque.

Pero a lo que íbamos. La señora Oltra, aparece de pronto en rueda de prensa, lloriqueando y contándonos la milonga de que ella está en política desde siempre, para luchar por la justicia, para salvar a los pobres de los ricos opresores, para defender a los más vulnerables, y que ahora, injustamente la obligan a dimitir.

En la rueda de prensa, y desde mi punto de vista, las preguntas de los periodistas, no fueron preguntas, fueron un autentico  masaje a la lacrimógena Oltra. Poco les faltó, para echarse a llorar con ella, todos cogidos de la mano.

¿A nadie se le ocurrió preguntarle, que si entre estas personas  vulnerables a las que ella estaba defendiendo en su carrera política se encontraba esa jovencita adolescente? ¿A nadie se le ocurrió preguntar si esa criatura, sola y sin amparo a la que el marido de la vicepresidente trajinaba en la habitación del hospicio, estaba entre los oprimidos a los que ella defendía?

¿Nadie se ha parado a contar las lágrimas de esta niña? Parece ser que no.

Pero desde aquí le digo a esta joven, que ya es una mujercita, y si por casualidad leyera este texto; Que hay UNO que desde allá arriba, las ha contado todas, una a una.

Ciertamente, contemplar el espectáculo de la señora Oltra, lloriqueando en rueda de prensa, no me es agradable, me conmueve sobremanera. Me viene a la mente, aquella frase aleccionadora que me inculcó Don Joaquín.

“Dios cuenta una a una las lágrimas de las mujeres”.

Pero cayendo en la cuenta, no debería preocuparme demasiado, ya que mi abuelo me habló de lágrimas de mujer, no recuerdo que jamás mencionara nada de, lágrimas de cocodrilo.

Francisco Martínez Peñaranda | Escritor

(Escribe para usted de vez en cuando. Gracias por atenderme)

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