Las ‘ayudas’ de Sánchez para los damnificados de la DANA: promesas rotas y agricultores abandonados

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La gestión del Gobierno de Pedro Sánchez en relación con las ayudas a los agricultores afectados por la DANA es el ejemplo más reciente de cómo las promesas políticas de este gobierno se desvanecen frente a la cruda realidad de la letra pequeña. Lo que comenzó como un anuncio tardío pero un poc0 esperanzador para miles de familias dedicadas al campo ha terminado en una auténtica decepción. Según la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA), hasta el 80% de los afectados han quedado fuera del alcance de las ayudas debido a trabas burocráticas.

Y es que al principio el gobierno de Sánchez anunció ayudas para todos los afectados, pero ahora, con la nueva letra pequeña, un buen número de agricultores no tendrán derecho a ella. Los agricultores, quienes sostienen una parte crucial de nuestra economía, están siendo ninguneados y perjudicados por un sistema que parece diseñado para excluir más que para ayudar.

La publicación de la Orden APA/1479/2024 en el BOE, que detalla las condiciones de las ayudas incluidas en los Reales Decretos-ley 7/2024 y 9/2024, ha dejado al descubierto las promesas vacías del Ejecutivo. Entre los requisitos impuestos, destaca la necesidad de haber estado inscrito en el Registro Autonómico de Explotaciones Agrícolas (REA) o en el Registro General de Explotaciones Ganaderas (REGA) antes del 28 de octubre. Este detalle técnico, que el Gobierno sabía de antemano que excluiría a gran parte de los afectados, ha dejado a cientos de agricultores sin posibilidad de recibir ayuda.

Las preguntas son inevitables: ¿Por qué anunciar ayudas universales si el diseño administrativo estaba destinado a excluir a tantos? ¿Se trató, como parece, de una estrategia para captar titulares y generar titulares grandilocuentes, sin intención real de cumplir con lo prometido?

No se puede ignorar que el sector agrario ha sido uno de los grandes olvidados de la política de Sánchez. En lugar de apoyar a quienes garantizan el suministro de alimentos y mantienen vivas las zonas rurales, el Gobierno opta por la burocracia, la propaganda y la demagogia. Este episodio refuerza una tendencia preocupante: las grandes promesas del Ejecutivo suelen quedarse en meras palabras que se diluyen al cabo de unos días.

El descontento de los agricultores no es solo un lamento más. Es un recordatorio de que las políticas públicas deben ser diseñadas para resolver problemas, no para agravarlos. El campo español, una vez más, es víctima de la indiferencia política. Pero los agricultores no olvidan, y menos aún perdonan. El campo español no puede seguir siendo moneda de cambio en el juego de la propaganda.

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