La inmigración toma el control del mercado laboral español: Uno de cada siete trabajadores en España es extranjero

inmigración y mercado laboral

La inmigración y mercado laboral: un desequilibrio creciente

España ha superado los 3 millones de trabajadores extranjeros, alcanzando una cifra histórica que representa el 14 % de los afiliados a la Seguridad Social. Es decir, uno de cada siete trabajadores en nuestro país es inmigrante. Este hecho no solo refleja un cambio profundo en la estructura laboral, sino que plantea un serio reto de integración cultural, religiosa y lingüística que no puede ser ignorado.

La inmigración y mercado laboral ya no son fenómenos separados. Se han fusionado en una realidad que amenaza con modificar la identidad nacional si no se gestiona con responsabilidad y visión de futuro.

Récord de afiliados extranjeros: cifras que preocupan

Los datos son claros. Según el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, mayo cerró con 3.070.831 afiliados extranjeros, una media de 73.524 más que en abril. El ritmo de crecimiento es constante y sostenido, con una subida del 84,6 % en la última década, y del 118 % si nos fijamos únicamente en personas procedentes de países no comunitarios.

Entre los principales países de origen destacan: Marruecos (383.377); Rumanía (350.487) y Colombia (236.442)

Este crecimiento explosivo plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿están adaptándose estos trabajadores a los valores, la religión, el idioma y las raíces de España, o estamos importando comunidades paralelas con su propia cosmovisión? Preocupa sobre todo los inmigrantes marroquíes.

La reforma laboral y la atracción del empleo extranjero

Desde la implantación de la reforma laboral hace tres años, el 41 % del empleo creado ha ido a parar a manos extranjeras. Este dato, proporcionado por el propio Ministerio, confirma lo que muchos españoles perciben con inquietud: los inmigrantes están ocupando de forma masiva sectores estratégicos del mercado laboral.

Es decir, tanto en sectores de baja como de alta cualificación, la inmigración se está imponiendo a la población nativa.

Autónomos extranjeros: récord y preocupaciones

El fenómeno no se limita al empleo por cuenta ajena. En mayo, la afiliación de trabajadores autónomos extranjeros alcanzó también un máximo histórico: 484.062 personas. Esto representa un crecimiento del 6,5 % respecto al año anterior.

La inmigración y mercado laboral se extienden ahora a la figura del autónomo, donde los controles son más laxos, la fiscalización es menor y el arraigo nacional casi inexistente. La implantación empresarial de migrantes en territorio español avanza sin freno, sin garantías de integración ni respeto a nuestras tradiciones.

¿Qué implica este cambio para España?

Este panorama no solo es económico. Es también cultural, social, religioso y político. Cuando uno de cada siete trabajadores en tu país es extranjero, no estás ante una excepción, sino ante una transformación estructural.

Y si esa transformación no va acompañada de asimilación real a los valores de España —nuestra lengua, nuestra fe, nuestras costumbres— entonces la convivencia se torna frágil, la cohesión se debilita y el conflicto asoma.

La inmigración y mercado laboral no pueden seguir creciendo al margen del debate nacional. La izquierda globalista ha intentado imponer una narrativa buenista, multiculturalista y destructiva que ignora el derecho de los españoles a preservar su identidad y a proteger su propio mercado de trabajo.

El verdadero problema no es que haya trabajadores extranjeros. El verdadero problema es que se les ha dado carta blanca para instalarse sin condiciones, sin adaptarse, sin comprometerse con España.

Una política migratoria al servicio de la ideología globalista

El avance de la inmigración en el mercado laboral español no es casual. Forma parte de una política impulsada desde Bruselas y asumida con entusiasmo por los gobiernos de izquierda, que ven en la inmigración masiva un instrumento de disolución nacional y una herramienta electoral.

A través de la Agenda 2030, el multiculturalismo y la ingeniería social, se promueve una España desdibujada, sin fronteras, sin alma, sin identidad.

La inmigración se convierte así en un fenómeno funcional al poder globalista: trabajadores dóciles, agradecidos, dependientes del subsidio y ajenos a los valores que sustentan la unidad y la libertad de España.

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