La homeopatía. Una soberana tomadura de pelo | Albert Mesa Rey

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Hace ya algún tiempo, con síntomas de resfriado, acudí a una farmacia para comprar un antigripal. El mancebo me sugirió algo que según él era lo más efectivo que se había descubierto. Esa cura poco menos que milagrosa se llama Oscillococicum. ¡Con la homeopatía habíamos topado amigo Sancho!

En este artículo quisiera exponerte amable lector mi opinión basada en mis conocimientos en farmacología clínica y mi experiencia de 30 años en el campo de la investigación clínica y mi total escepticismo en lo que considero sin paliativos que, es una pseudoterapia. Pero antes de analizar que es la homeopatía, quisiera que veamos que es Oscillococicum.

En su elaboración, vamos a necesitar un Pato de Barbería (Cairina moschata). No vamos a necesitar todo el animalito para la reparación de Oscillococicum, únicamente con 35 gramos de hígado y 15 de corazón ya podemos comenzar el proceso de elaboración de ese pequeño gran milagro.

Todo el equipo que vamos a necesitar es una botella de 1 litro, una pipeta y agua, mucha agua.

En un recipiente de 1 litro colocaremos los 35 gramos de hígado y los 15 del corazón del infortunado pato. En recipiente contendrá jugo pancreático y glucosa. Pasado entre un mes y un mes y medio los tejidos se habrán lisado por la acción de los enzimas del jugo pancreático. En este punto habremos obtenido lo que en homeopatía se conoce como “tintura madre”.

En una botella que contenga exactamente 1 litro de agua, tomamos con la pipeta 10ml de la “tintura madre” y lo incorporamos a la botella. Acto seguido agitamos la disolución enérgicamente. A este proceso se conoce en jerga homeopática como “sucusión” y es el proceso por el que, según los homeópatas, se produce una “resonancia” de la disolución por la que se transmite sus propiedades curativas a todas las moléculas contenidas en el recipiente. Este proceso se debe repetir aproximadamente 100 o 200 veces ya que, según los homeópatas, cuanto más “dinamizaciones” se hagan a una disolución, mayor es su potencia terapéutica.

Después de todas las “dinamizaciones, de la “tintura madre” no queda nada en el “medicamento homeopático” obtenido. En un cálculo aproximativo, después de tantas “dinamizaciones” para encontrar una sola molécula de víscera de pato necesitaríamos recoger 10400 moléculas. Si estimamos que en el universo puede existir 1080 protones, electrones y neutrones, la conclusión es obvia. Nos han vendido agua aderezada con 0,85g de glucosa y 0,15gr. de lactosa. La pregunta del millón es: ¿Cómo es posible que tomando agua azucarada se curen enfermedades? Es un misterio que ni siquiera el creador de la homeopatía supo explicar fehacientemente.

¿Qué es la homeopatía?

En una época en que en muchas ocasiones era más peligroso acudir al médico que los efectos propios de una enfermedad, a mediados de la última década del siglo XVIII el médico alemán Samuel C. Hahnemann (1755-1843) investigó y buscó métodos alternativos a la medicina convencional de la época, la cual todavía era muy precaria y con la que no estaba conforme.

Cabe destacar que ese tipo de medicina con la que Hahnemann tenía discordancias era en aquel tiempo la que se basaba en realizar e intentar curar a través de los famosos desangrados/sangrías (pues se tenía el convencimiento que el exceso de sangre en las personas los hacía enfermar) y las purgaciones (o vaciado intestinal mediante laxantes) y en el que el resultado final para el paciente solía ser mucho peor que la propia enfermedad por la que había sido tratado. Sin contar que, por aquel entonces, se producían más fallecimientos que curaciones.

Hahnemann en la publicación en 1810 de su tratado “Organon der rationallen Heilkunde” (Organón del arte de curar), que ponía las bases de lo que llamó “Homöopathie” (del griego ὅμοιος [hómoios], ‘igual’, y πάθος [páthos], ‘dolencia’).

La homeopatía es una pseudociencia que se basa en el principio central de que “lo similar cura lo similar” (SIMILIA SIMILIBUS CURANTUR), es decir, sostiene que una sustancia que causa los síntomas de una enfermedad en personas sanas curará lo similar en personas enfermas. Samuel Hahnemann creía que las causas subyacentes de las enfermedades eran fenómenos que llamó miasmas y que los remedios homeopáticos actuaban sobre ellos. Ya en este punto nos hemos encontrado con el que es el primero y principal de los dogmas de la homeopatía.

Si volvemos la mirada al inicio de este artículo en que se mencionaba un preparado homeopático llamado Oscillococicum, nos encontramos con una flagrante contradicción al primer dogma. ¿Desde cuándo la ingesta de hígado de pato provoca los mismos síntomas que la gripe? ¡Cosas veredes, amigo Sancho que faram hablar las piedras!

El segundo de los postulados o dogmas básicos de la homeopatía es la dinamización por “resonancia” o “memoria del agua”. Los remedios homeopáticos son preparados por diluciones sucesivas de la sustancia elegida en alcohol o agua destilada, seguidas de un golpe enérgico a un cuerpo elástico (usualmente un libro, preferiblemente una Biblia, encuadernada en cuero). Usualmente la dilución continúa mucho más allá del punto donde ya no permanecen moléculas de la sustancia original.

La forma más habitual de preparación de una dilución homeopática es la siguiente: Se coge 1 ml de la sustancia original (“tintura madre”) y se mezcla con 99 ml de agua. Se agita este preparado y se obtiene una dilución de 1 CH (Centesimal de Hahnemann). A continuación, se coge 1 ml de este producto y se repite la operación; así se consigue una dilución de 2 CH. Cada vez que se realiza una de estas mezclas, la sustancia original queda diluida 100 veces más en el preparado final. Se supone que estos productos son más efectivos cuanto más diluidos están. Un simple cálculo permite saber que una dilución de 12 CH no contiene ya ninguna molécula del principio activo. El célebre Oscillococicum tiene una dilución de 200 CH. ¡No hay más comentarios su Señoría!

Como decía Carl Sagan y con razón, «afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias«. Si ya es de por si discutible el principio de “lo similar cura lo similar” debido a que la homeopatía mantiene sus postulados sin variación desde hace más de 200 años e ignora y no se ha adaptado en ninguna forma a los nuevos descubrimientos científicos. Se encuentra en la obstinada negación de la etiología de la enfermedad y se mantiene en la sintomatología.

Louis Pasteur y Robert Koch están considerados los padres de la microbiología. En 1882 Kock descubrió el bacilo de la tuberculosis, en 1883 el del cólera, los “Postulados de Koch” son de 1884 y fueron publicados en 1890.

Para un homeópata, enfermedades similares deben tratarse con los mismos “remedios” y no tiene importancia si una enfermedad está provocada por un virus, una bacteria, un problema genético o una disfunción orgánica.

No menos extraordinario es el segundo dogma de la homeopatía. La potencia de un “remedio” homeopático se basa en la dilución, hasta el punto de que sería prácticamente imposible encontrar una sola molécula de la “tintura madre”, en una disolución 12 CH. Esta paradoja que contradice todo lo conocido en física, química, medicina y farmacología clínica es de una importancia crucial y que los defensores de esta pseudoterapia o pseudociencia no han sabido explicar fehacientemente.

Te has preguntado amable lector: ¿Cómo es posible que un preparado que solo contiene agua tenga un efecto terapéutico? Sin duda un adepto a la homeopatía te responderá aludiendo a la “memoria de la interacción del disolvente con el principio activo” y que la potencia del “remedio” viene dado por el proceso de “dinamización”. Naturalmente de tal afirmación surge una observación y una segunda pregunta: Si partimos de la base que los excipientes y el agua que se usa es imposible que sean puros al 100%, ¿Cómo es posible que el “remedio” homeopáticos solamente tenga una memoria selectiva con el principio activo y no sean también “dinamizados” todas las trazas de las otras sustancias? ¿Por qué no aportan también sus propiedades al preparado homeopático? ¡Misterio, no hay respuesta!

La homeopatía al igual que muchas pseudociencias y/o pseudoterapias serían la versión moderna de lo que el antropólogo James George Frazer definió en su libro “La rama dorada”.

Con esta obra, el autor pretende demostrar que todas las religiones primitivas tienen características en común, por lo que la justificación de los principios de determinadas costumbres mágicas o religiosas servirán igualmente para la comprensión del origen y significado de otras formas religiosas análogas.

Uno de los primeros postulados que esta obra pone en claro es la división de las prácticas mágicas, según el principio que trata de seguir la llamada mente salvaje (o selvática); así, la magia, podrá ser empática si trata de que “lo semejante produzca lo semejante” (esta afirmación se parece mucho al primer dogma de la homeopatía); o contaminante (o de contagio), si sigue el principio de que las cosas que alguna vez estuvieron juntas, al separarse tienen tal relación mágica que lo que se le haga a una lo sufrirá la otra (se podría intuir en esta afirmación los postulados del segundo dogma). Ambas esferas de la magia estarán comprendidas bajo el nombre general de magia simpatética, ya que en las dos el psiquismo humano primitivo (que aún persiste en el Homo sapiens de las sociedades más avanzadas) supone que las cosas interactúan a distancia mediante una relación secreta, una simpatía mutua.

Siguiendo la línea antropológica evolucionista del autor, se declara que todas las culturas del mundo han seguido un proceso semejante en su evolución religiosa, siempre empezando en las actividades mágicas y derivando en religiones bien establecidas, diferenciándose la primera de la segunda en que esta última busca propiciarse el favor de entidades superiores o deidades, mientras que la primera solo busca alcanzar el efecto necesario o “lógico” de la naturaleza. Esto último es producto, según Frazer, de un entendimiento equivocado de las leyes naturales de causa y efecto y de un presupuesto necesario de un medio entre el acto mágico y el efecto.

Los propagandistas de las pseudociencias o las pseudoterapias suelen usar para difundir y propagar sus argumentos las falacias. Las más corrientes son:

La falacia ad verecundiam o de autoridad, el argumento ad populum o sofisma populista, El argumento ad antiquitatem (también llamado apelación a la tradición) y el Argumento ad novitatem (también llamado apelación a la novedad). Sugiero al lector interesado que pinche en los enlaces si desea saber los detalles de cada una de estas falacias.

Finalmente es muy común el argumento “a mí me funciona” o “conozco a alguien que le funciona”. Ciertamente es un argumento muy difícil de rebatir ya que está muy interiorizado, forma parte de las creencias de la persona y es normalmente inmune a la argumentación y al cuestionamiento. Está muy estrechamente ligado a los sesgos cognitivos y la persona se ha dedicado a buscar toda la información que corrobore sus convicciones desechando todas las que la pongan en duda.

Podríamos hablar para terminar sobre el “efecto placebo”. En mis largos años de ejercicio en investigación clínica con fármacos y productos sanitarios, la detección del efecto placebo en los datos de eficacia y seguridad fueron una constante. El efecto placebo es lo que ocurre cuando una persona toma un medicamento o sustancia que cree que le va a ayudar, aunque en realidad es algo inocuo y de alguna forma cree que le produce un efecto terapéutico o altera la percepción de síntomas o estado general de su dolencia. El medicamento o tratamiento en sí es conocido como un placebo, y viene del latín para “voy a complacer”. Sin duda el caso más claro de placebos son los preparados homeopáticos. Los placebos no curan, solo alteran la percepción de la dolencia.

En muchos casos se argumenta que alguien tomando un preparado homeopático se ha curado de tal o cual dolencia. Cabría preguntarse si en realidad se ha curado por el curso natural de la enfermedad.

Finalmente, no creas que los preparados homeopáticos lo fabrican seres de luz, a diferencia de la “maldita industria farmacéutica”. Son importantes multinacionales que facturan miles de millones vendiendo agua con azúcar al precio que parece que el agua venga del jardín del Edén y que la caña de azúcar la hayan ido a cortar los Castro en persona.

Los preparados homeopáticos no necesitan demostrar mediante ensayos clínicos controlados ni eficacia ni seguridad. Solo necesitan demostrar que son inocuos y ¡desde luego que lo son!

En una sociedad de economía de mercado, cada uno es muy libre de usar sus recursos como mejor le parezca, pero un comercio lícito es cuando uno obtiene los bienes y servicios correctos por los que ha pagado. Lo contrario debería ser tipificado como fraude. Ahora amable lector, ya tienes alguna información y la decisión es tuya. Gracias por leerme.

Albert Mesa Rey | Escritor

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