La estrategia islámica al descubierto: primero piden libertad… luego lo imponen todo | José María Romero

La amenaza creciente: cuando la tolerancia europea se convierte en sumisión

La historia se repite. Primero piden libertad, luego exigen derechos, finalmente imponen su modo de vida a quienes no piensan como ellos. Así avanza la agenda del islam político en Europa y, cada vez más, en España.

En efecto, los musulmanes primero piden libertad. Reclamaciones que, en nombre de la convivencia y la tolerancia, son aceptadas sin condiciones. La realidad es clara: en ningún país europeo se impide a los musulmanes practicar su religión, ni en privado ni en público. En cambio, los cristianos no pueden hacer lo mismo en países islámicos. La libertad que Europa otorga al islam no es devuelta, y eso marca la diferencia esencial entre nuestra civilización y la suya. En la mayoría de países de mayoría islámica, el cristianismo está perseguido o directamente prohibido. En Arabia Saudí, por ejemplo, poseer una Biblia puede suponer cárcel, tortura o incluso la muerte.

Pero la estrategia del islam no se queda ahí: Comienza pidiendo libertad, pero termina exigiendo privilegios. El islam siempre hace lo mismo: comienza exigiendo libertad para practicar su religión, sin reciprocidad, claro está. La siguiente etapa es más peligrosa. La libertad se convierte en derecho adquirido. Y cuando ese derecho entra en conflicto con las tradiciones, creencias o valores de la mayoría, son las mayorías las que deben ceder. Nunca el islam. Nunca al revés.

Los ejemplos son constantes: prohibiciones de carne de cerdo en los menús escolares, restricciones en las celebraciones cristianas para no «ofender», imposición del hiyab en espacios públicos o laborales, y progresiva implantación de costumbres extranjeras con dinero público.

Lo que comienza como un reclamo de inclusión, acaba transformándose en dominación cultural. Bajo la excusa de los derechos, la minoría impone su modo de vida a la mayoría.

Así, calles, barrios y ciudades enteras cambian en pocos años su rostro, su idioma, sus hábitos y su fe. Lo que ocurre en Francia, Bélgica o Suecia empieza a replicarse en España.

España aún no ha llegado al punto de no retorno, pero está en camino si no se pone freno. No se trata de perseguir a nadie, sino de defender nuestra identidad, nuestra fe y nuestra soberanía cultural. Ya basta de complejos, ya basta de tolerancia mal entendida.

No podemos seguir financiando, desde lo público, una ideología que pretende sustituir nuestras raíces cristianas por una visión autoritaria, tribal y teocrática.

La libertad religiosa no debe ser la puerta de entrada a la imposición cultural y religiosa. Y si el islam exige derechos, primero debe demostrar reciprocidad.

José María Romero | escritor