La decadencia de China comunista es consecuencia directa de abandonar a Dios | Carlos Polo

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Con la publicación de “The Devil and Communist China: From Mao Down to Xi” (El diablo y la China comunista: desde Mao hasta Xi), Steven Mosher ha producido un relato categórico no sólo de un régimen comunista impío, sino también de las fantasías y prácticas diabólicas que se han apropiado de la nación y cultura milenaria de China.

Es un libro cuyo cuidadoso tratamiento del tema deja una poderosa advertencia contra la pérdida de Dios partiendo tanto de la historia de la Iglesia Católica y de la China contemporánea como de su biografía personal. A medida que el lector se va adentrando en la profundidad del mensaje, éste no dejará de resonar claro hasta la última frase del libro. Con el mundo y la Iglesia en un estado de crisis, Mosher nos recuerda la urgente necesidad de salvación a través de Jesucristo, con un recordatorio de las perniciosas consecuencias de abandonarlo.

La Pérdida de Dios

El libro de Mosher comienza con una cita de un sobreviviente de los horrores de la religión del hombre que es el marxismo.

«Los hombres se han olvidado de Dios», dijo Alexander Solzhenitsyn en un discurso de 1983, «y es por eso que ha sucedido todo esto».

El “todo esto” era el comunismo. Solzhenitsyn es famoso por sus relatos sobre el sistema de campos de trabajo GULAG bajo la Unión Soviética, en el que pasó gran parte de su vida. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1970.

El libro de Mosher es una investigación sobre la naturaleza del peculiar mal marxista de China, que ha sido gobernada por el Partido Comunista desde la victoria de Mao en la Guerra Civil China en 1949.

La biografía de Steven W. Mosher le da autoridad para hablar sobre el tema. En 1979 “fue el primer científico social estadounidense que visitó China continental” y es “una autoridad reconocida internacionalmente en China y cuestiones de población… [y] ha trabajado incansablemente desde 1979 para luchar contra la población coercitiva. programas de control… en todo el mundo a lo largo de los años”.

Con la experiencia de ser testigo presencial del diabólico régimen de aborto forzado de China como resultado de su política de “un solo hijo”, estuvo en inmejorable posición para señalar la presencia del diablo en la China comunista.

Sorprendentemente, su biografía afirma que él era “un ateo pro-choice en ese momento, pero presenciar estos abortos traumáticos lo llevó a reconsiderar sus convicciones y eventualmente convertirse en un católico romano practicante y provida”.

Presenciar la obra del diablo fue lo que llevó a Mosher hacia la fe en Cristo. Ahora es autor de un libro sustentado en evidencia documentaria con el claro potencial de sacar a otros de la oscuridad y devolverlos a la luz.

Un trabajo a muchos niveles

Este libro recorre diversos niveles. Es una historia de los dioses creados por el hombre que fracasaron, señalando la Revolución Francesa y sus hijos como experimentos de adoración de la humanidad en lugar de Dios que finalmente terminaron en el marxismo. Es un relato de los crímenes de Mao, arquitecto del comunismo chino, en contra de las leyes de Dios.

Sin embargo, va más allá de la narrativa histórica para explicar la crisis de la Iglesia en China iluminando su situación en el panorama actual. Esta exégesis del mal particular tiene raíces profundas y una proyección más amplia, pues su valor se extiende más allá del tema tratado. Comienza, sin embargo, con un retrato del mismísimo diablo, en la persona del hombre que capturó China para el comunismo por la fuerza.

El Gran Líder Satánico

«Mao fue uno de los hombres más malvados que jamás haya existido», asevera Mosher. El perfil psicológico de Mao Zedong, quien como líder de la revolución comunista de China se convertiría en el presidente Mao, está claramente proyectado e integrado en el relato de la cultura política de China.

Según Mosher, el “legalismo” de la cultura china permitió que floreciera el culto a la personalidad de Mao y de líderes como Xi Jinping. La tesis de Mosher sustenta abundantemente que este culto calza muy bien con la promesa marxista de hacer dioses a los hombres.

Un mar de sangre

El proyecto utópico del comunismo chino, cuyo objetivo era reemplazar lo divino, produjo más de una vez un escalofriante número de muertos. El libro de Mosher es una detallada ilustración del argumento de que para alcanzar la utopía se debe cruzar un mar de sangre, pero a la que lamentablemente nunca se llega.

Peter Hitchens señaló esto en su reseña de 2020 de Stalingrado, la novelización de Vasily Grossman sobre la batalla que decidió la Segunda Guerra Mundial.

Las palabras de Hitchens concuerdan con el argumento de Mosher: que el optimismo y el fanatismo de quienes quieren corregir los errores del mundo con fantasías marxistas son inmunes al hecho de que siempre terminan en peores horrores.

Hitchens afirma: “Pero el optimismo satánico sobrevive a todos esos reveses. Es como embarcarse para Utopia una y otra vez. Y nadie parece percatarse del hecho de que la ruta es a través de un mar de sangre y que nunca llegas allí”.

Asesinato en masa maoísta

¡Y qué dimensiones de horror! Mosher señala que las estimaciones previas de 35 millones de muertes bajo el régimen de Mao han sido revisadas y serían muchas más. Un informe del Washington Post de 1994 citaba “nuevas pruebas” para respaldar las afirmaciones de que sólo en China hubo entre 45 y 80 millones de víctimas.

A esto, Mosher adiciona el número de muertos en todo el Sudeste Asiático a manos de sus compañeros comunistas en Camboya, Corea del Norte y Vietnam –todos respaldados por “el hombre más asesino de la historia”: el propio Mao. Los campos de exterminio de Pol Pot, el miserable estado de Corea del Norte donde no hay nada que envidiar, son los hijos de la revolución de Mao. Los cráneos se amontonaron más allá de las fronteras de la China comunista.

Como señala Hitchens en su artículo, la izquierda se ha mostrado reacia a admitir la magnitud del sacrificio de vidas humanas bajo el comunismo: “Hasta hace poco, sorprendentemente, la mayoría de la gente de izquierda y liberal se mostraba vacilante y equívoca a la hora de reconocer la maldad del régimen soviético».

El libro de Mosher presenta un relato igualmente desafiante del asesinato en masa maoísta que, según él, incluye la muerte de más de 400 millones de bebés no nacidos.

Guerra a la Humanidad

¿Por qué ocurrió esto? Mosher nos dice que Mao disfrutaba de su venganza contra la humanidad y registra los cálculos políticos del presidente como un ataque confeso contra la vida humana.

«La guerra es política», dijo Mao. «La política es la guerra por otros medios».

Mosher explica que su régimen “era una receta para una guerra interminable contra el pueblo chino. El paraíso parecía estar siempre a sólo una ejecución de distancia”.

Contra los Diez Mandamientos

Mosher ha organizado su obra como un expediente de cargos de las ofensas de Mao contra cada uno de los Diez Mandamientos. En este formato, la evidencia de su acción diabólica (y el de la China comunista) es fácilmente contrastable con los mandatos divinos en una espantosa industria de destrucción. Los “compañeros de viaje” de Mao en la izquierda han defendido la reputación de este modelo durante al menos 60 años pero con la evidencia mostrada será difícil que lo sigan haciendo.

Cuando comenzó la terrorífica Revolución Cultural de Mao en 1962-3, los hípsters radicales de Occidente empezaron a exhibir su “Pequeño Libro Rojo”, un compendio de los pensamientos del arquitecto del Gran Salto Adelante.

Durante este período, se formó una “Guardia Roja” de estudiantes fanáticos para inventar acusaciones a cualquiera que expresaba un sentimiento antimaoísta. Nadie estuvo a salvo de las denuncias, lo que daría lugar a las infames “sesiones de lucha”: humillaciones públicas de los acusados, que a menudo terminaban en la ejecución. Los guardias rojos incluso se denunciaban unos a otros.

Mosher informa que cuando Mao puso fin a esta locura, envió a estos jóvenes histéricos a los campos de la China rural para que se pudrieran en la servidumbre campesina como recompensa por su ferviente devoción a su culto a la muerte.

China y la Iglesia Católica

Mosher pasa de la política, a través de la horrible “religión de la humanidad” que es el comunismo, al tratamiento de la Iglesia Católica en China. Su relato de que la Iglesia está siendo “empujada a la clandestinidad” por el Estado comunista está fuertemente asociado a las lamentables acciones (e inacción) del Vaticano.

¿Por qué se puso a cargo al “notorio depredador homosexual” Theodore McCarrick de las negociaciones del Vaticano con China?

La atención forense de Mosher al diablo en los detalles es evidente en este capítulo. Lleva al lector a la perplejidad sobre los posibles motivos para designar a un hombre culpable de, como señala Mosher, “el abuso sexual de menores” para una “asignación tan delicada… lo que afectaría el destino de millones de almas”.

Es la “ampliamente conocida… la corrupción sexual y financiera” de McCarrick que explicaría por qué el “acuerdo” que negoció con el régimen comunista de China es “profundamente defectuoso”.

¿Qué tan defectuoso? Dos meses después de la misión de McCarrick, Mosher registra que una organización maoísta fue encargada de supervisar la Iglesia Católica en China.

El nombramiento del Departamento del Frente Unido para controlar los “asuntos religiosos” fue, dice Mosher, “una toma hostil de la Iglesia Católica en China”. El objetivo era convertir a la Iglesia “en un zombi controlado por el Partido Comunista Chino”, es decir, “erradicar esta religión extranjera” de China, absorbiéndola primero en la Iglesia Católica Patriótica fundada en 1957 y aprobada por Mao para la destrucción de la fe católica en China.

“Después de la firma del acuerdo chino-vaticano”, continúa Mosher, “muchos sintieron que no tenían más opción que unirse a la Iglesia Patriótica”.

El uso de un “Simio de la Iglesia” ideológico, como diría el obispo Fulton Sheen, para destruir la tradición, la liturgia, los sacramentos y el culto católicos auténticos puede resultar familiar para el público fuera de China. Por la detallada descripción que hace Mosher de un decidido proyecto ideológico en China para desarraigar y extinguir la única fe verdadera, puede dar luces al lector de la crisis de la Iglesia profundamente exacerbada por el mismo papado que ha promovido el declive de la Iglesia y su reemplazo con una nueva “religión” en China.

El diablo está en los detalles

El conocimiento de Mosher sobre China comunista y la profundidad de su investigación hace posible que su libro pueda combinar tantos aspectos del mal en una narrativa coherente y convincente. Su habilidad como escritor se ve perfeccionada por el argumento cuidadosamente trabajado de este cautivador relato de los detalles diabólicos del engaño utópico.

Dios está siempre al principio y al final de todo y hay alto precio que pagar cuando el hombre lo abandona. El mensaje de Mosher no se limita simplemente a los crímenes del maoísmo, sino que es un llamamiento a los fieles –y a los infieles– de Occidente.

“El hombre comenzó su camino hacia el comunismo rechazando a Dios”, dice, recordando el veredicto de Solzhenitsyn con el que abrió el libro. “Estados Unidos (y toda nación) necesita comenzar su viaje de regreso a la civilización cristiana rechazando el comunismo, bajo cualquier forma seductora que se nos presente”.

La obra de Mosher describe un mapa de un camino hacia el infierno, pero también puede ser leído como una señal hacia la salvación.

Nota. El diablo y la China comunista: de Mao hasta Xi, de Steven Mosher, es una publicación de TAN Books y está disponible para su compra aquí . 

Carlos Polo |  Director de la Oficina para Iberoamérica de Population Research Institute y co-autor del libro “Que Otros No Decidan por Ti. Hacer política en la era de la posverdad”

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