“In principio erat odium” | Francisco Alonso-Graña

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Escuchar a nuestros políticos de izquierdas acusar a diestro y siniestro a casi el mundo entero de no hacer más que fomentar e impulsar el odio, adjudicando a los que no piensan como ellos los títulos de corruptos, criminales, ladrones, etc., etc., resulta algo tan chocante, grotesco y absurdo que, pensándolo con frialdad, mueve a risa, evitando así el disgustarse más de lo necesario en unos tiempos tan poco afortunados para todos y más propensos a la lamentación y al llanto que a la susodicha risa.

Es triste contemplar a personas, en la plenitud de su vida, de profesión políticos, desde una cómoda situación socioeconómica convertir una supuesta vocación de servicio a sus conciudadanos en una máquina de fabricar aquello que más critican en los demás: odio, odio y confrontación donde quizá no existirían ni lo uno ni lo otro si no fuese fomentado por ellos mismos que, tras adjudicarse de un modo gratuito todas las bondades existentes, se erigen en jueces y verdugos, encarnando la figura de Júpiteres tonantes, asegurando por ejemplo hace días, que “los ultras de un partido han ido a provocar violencia a Vallecas” o a “lanzar objetos contra los vecinos y a su líder, romper el cordón policial junto a sus matones para provocar una carga”, insistiendo en que ese líder derechista “seguirá haciendo apología del terrorismo, reivindicando el franquismo y promocionando la violencia.” Mentira tras mentira y absoluta y tendenciosa falta de rigor. Todo vale para alcanzar los fines pretendidos: demonizar al adversario, buscando su desprestigio y, a ser posible, su aniquilación.

Al tiempo que escribo, echando una mirada a prensa ya pasada y del día, veo que se suceden artículos sobre el mismo tema. La palabra odio salta a los titulares. Estos nuevos falsos profetas lo fomentan: odio entre los españoles, odio a su historia, odio a sus gestas, odio a todo lo que nos hizo grandes entre los grandes. Muy recientemente, en Barcelona, rechazo despectivo a lo que significa Hispanidad y eliminación del callejero de la calle Reyes Católicos. Por otra parte y en boca de un destacado dirigente, aplauso a la violencia, ensalzándola hasta confesar sentir gran contento y emoción al contemplar cómo son agredidos  los servidores del orden… He ahí sus pretensiones, su aspiración: ver una España troceada, rota, camino del caos, del desecho y deshecha, situación en  la que ellos se erigirán soberanos y podrán manejar a su antojo. Y todo, según su inmaculada ideología, en aras de la democracia, la justicia social y los derechos humanos. Nunca les oiremos hablar de paz, comprensión, serena convivencia, fraternidad…No, para ellos solo se trata de eliminar al opositor, al que pueda pensar distinto. En su tremendo egoísmo, en su exacerbada egolatría, no conciben una realidad  de ideas diversas ya que solo las suyas harán que se logre ese mundo mejor que para ellos, nuevos Mesías, es aquel en que sus enemigos sufran y se pudran, y en pro de estas aspiraciones gobiernan y legislan cuando están en el poder, no para lograr el bienestar de los suyos, sino especialmente para molestar, para herir al opositor que solo merece su rechazo y desprecio.

A propósito de esto, y siguiendo con el repaso a la prensa, leemos la lamentable, vergonzosa y deplorable “ocurrencia” de la alcaldesa ¡qué nivel! de Getafe. Recomienda a las jóvenes esta “prócer”, representante del poder municipal, que “apaguen la tele y enciendan sus clítoris” lo que nos da, para empezar, una clara idea de la parte de su anatomía en que tiene situado el intelecto esta señora y después, su intención de incomodar, cuando es capaz de parir una pijada de tal calibre, digna de la pijería más sobresaliente, sin duda repudiada y criticada por ella misma si la observase en el prójimo.

Y para ponernos al día, hoy somos testigos del malintencionado proceder, una vez más, de nuestros inmaculados dirigentes, lanzándose en tromba buscando y afirmando una directa relación entre un imaginario ataque de unos cuantos encapuchados contra un pobre desamparado e infeliz homosexual que pretendió ser víctima y héroe un día, y los partidos o partidarios de unas determinadas formaciones de nuestra homófoba y radical derecha, origen y fuente de todo lo malo que imaginarse pueda. Afortunadamente los hechos han dejado clara la patraña tan cínicamente urdida. Pero la mentira está lanzada y no vamos a repetir una vez más la opinión del hitleriano Göbbels sobre este concepto y el resultado de su utilización “mil veces”.

Pues en fin, en estas manos nos encontramos desgraciadamente, gracias a las componendas, pactos, trampas y mentiras que propicia esta maltratada y manipulada democracia que está consiguiendo facilitar al odio un desgraciado protagonismo.

Francisco Alonso-Graña | Escritor. Filólogo

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