Un juzgado de Madrid considera que hay indicios de un delito contra el honor del presidente, tras denunciarlo el grupo socialista del Congreso
El Juzgado de Instrucción número 9 de Madrid ha ordenado la retirada de manera cautelar de la lona en que se llama a Pedro Sánchez «corrupto» ante la posibilidad de que constituya un delito contra su honor. En el auto, el juez apunta a que la lona, colgada por Hazte Oír, podría suponer un «exceso» y quedar, por ello, fuera del derecho a la libertad de expresión.
La retirada del cartel de Hazte Oír, que calificaba de «corrupto» a Pedro Sánchez, no es un hecho aislado, sino otro ejemplo de cómo se utiliza el aparato judicial para restringir la libertad de expresión en España. Esta decisión revela una preocupante tendencia: la justicia se instrumentaliza para proteger a los poderosos, no para garantizar derechos fundamentales como el de opinar y denunciar. El mensaje en la lona no inventaba hechos; enumeraba casos reales relacionados con el entorno del jefe del Ejecutivo: caso Koldo, caso Begoña Gómez, caso fiscal general y caso David Sánchez. Sin embargo, señalar hechos verificables parece ahora un «exceso».
Lo más grave del auto judicial es que considera que esta crítica pública puede quedar «fuera del derecho a la libertad de expresión» por ser «claramente lesiva» para la «reputación» del presidente. Es decir, la verdad, cuando molesta al poder, debe ser silenciada. ¿Dónde queda entonces el principio democrático de fiscalización ciudadana? ¿Desde cuándo el honor del gobernante se coloca por encima del derecho del pueblo a expresar su indignación? La Justicia, en vez de proteger al ciudadano frente al abuso político, actúa como escudo del poder frente a cualquier intento de rendición de cuentas. Así se consolida una censura encubierta, disfrazada de legalidad, que ahoga el debate público y convierte la crítica legítima en delito.
Escándalos en la lona: la corrupción en primera plana
La plataforma Hazte Oír había desplegado una gigantesca lona en un edificio que se sitúa justo frente a la entrada principal del Congreso de los Diputados. El mensaje no dejaba espacio para interpretaciones: Al lado de la imagen de Pedro Sánchez, se veía la palabra «Corrupto».
La lona recoge los escándalos que acorralan al entorno del presidente:
- «Caso Begoña»
- «Caso hermano»
- «Caso Ábalos/Koldo»
- «Caso Fiscal General de Pedro Sánchez»
- «Caso Hidrocarburos»
No se trataba solo de una acción simbólica. Hazte Oír llevaba meses impulsando acciones judiciales y promoviendo la acción popular. Ahora, ha trasladado su denuncia a las puertas del poder legislativo. La estrategia es clara: presionar en todos los frentes, tanto en tribunales como en la calle.
Sánchez, sitiado por los tribunales y el Congreso
La ofensiva de Hazte Oír atacaba las dos grandes debilidades del presidente: su creciente debilidad judicial y su aislamiento parlamentario. El Ejecutivo de Pedro Sánchez acumula investigaciones, requerimientos judiciales y escándalos que afectan a su entorno más cercano.
La situación parlamentaria tampoco le favorece. El presidente no logra sacar adelante muchas de sus iniciativas. Ha sufrido varias derrotas en el Congreso, lo que evidencia su falta de apoyos. La pancarta desplegada por Hazte Oír pone el dedo en la llaga. Mientras se desmorona su poder judicial, también se debilita su capacidad legislativa.
Sánchez, atrapado entre escándalos
La imagen proyectada desde el Congreso era demoledora. Mientras Pedro Sánchez intenta defender su liderazgo dentro del PSOE, la opinión pública empieza a ver con claridad el entramado de intereses y corrupción que lo rodea. La superlona no solo denuncia, también recuerda que la ciudadanía no olvida.
Cada caso mencionado en la lona representa una grieta en el discurso oficialista. Y cada día que la lona permanezca frente al Congreso será un recordatorio de que la sociedad civil no se calla.
El final de la impunidad está más cerca
Pero esta ofensiva judicial contra la libertad de expresión no va a frenar la reacción de la sociedad civil, sino todo lo contrario: la va a intensificar. Cada intento de censura solo alimenta la indignación de millones de españoles que ven cómo se pisotean sus derechos fundamentales mientras los escándalos del poder se multiplican. Este tipo de maniobras no son signos de fortaleza, sino los últimos coletazos de un régimen que se descompone.
La impunidad no es eterna. La corrupción, tarde o temprano, tiene consecuencias. Y si las instituciones fallan, será la sociedad civil la que exija responsabilidades. Esta lona lo deja claro: la verdad no se oculta, se expone con firmeza.
El Gobierno de Pedro Sánchez está tocando a su fin, y ni jueces afines, ni decretos liberticidas, ni persecuciones políticas podrán detener el despertar de un pueblo que ha dicho basta. El fin del sanchismo ya ha comenzado, y la reacción patriótica y cívica será imparable.