El aumento del precio de la gasolina y el diésel ha empezado a dar más importancia a las gasolineras que ofrecen estos productos a un precio más barato. Fue la Ley de Hidrocarburos de 2013 la que abrió las puertas a que surgieran nuevas gasolineras, que antes estaban en manos de las petroleras y de las grandes cadenas que las tenían en los lugares más adecuados y con comodidades, tales como venta de otros productos, bar e incluso restaurantes.
Desde 2013 todo cambió y aparecieron gasolineras que ofrecían los combustibles a menor precio que las tradicionales Repsol, BP o Cepsa…, posible porque el espacio donde se asentaron era menor y más barato, al estar ocupado el bueno y caro por las tradicionales. Construyeron lo indispensable para proporcionar el combustible y en la mayoría de los casos el cliente echa el combustible al depósito, después paga bien al único empleado o a un cajero -en todos los casos bien vigilado para evitar robos-; la construcción, hecha de elementos prefabricados, bajo costo y mantenimiento casi nulo.
Los combustibles salen de las mismas refinerías, la diferencia es que los tradicionales tienen su propia logística de transporte desde los depósitos regionales, donde los ha llevado CLH (Compañía Logística de Hidrocarburos). En sus propios vehículos les añaden los aditivos que limpian, característicos y especiales de cada gasolinera. Los aditivos que añaden estas gasolineras encarecen el producto final, aunque facilitan la inyección y son anticorrosivos, además mejoran el proceso de combustión. A las low cost los llevan los vehículos de CLH con los aditivos añadidos en las propias refinerías, inferiores a los que por investigación e innovación tienen los de las tradicionales, que mejoran los que proporcionan las refinerías.