Grandes ONG globalistas e izquierdistas y grupos de presión alineados con la ideología de género, el ecologismo extremo o el federalismo europeo ocupan ahora el espacio que antes pertenecía a las comunidades religiosas y las organizaciones locales arraigadas en valores tradicionales.
Ante este escenario, la resistencia se está organizando dentro del propio Parlamento Europeo. Grupos conservadores y patrióticos intentan dar voz a las iglesias y defender su papel fundamental en la vida social y comunitaria, según declaró el experto de la UE, Bernadett Petri .
El periodista y analista Javier Villamor la entrevistó para The European Conservative. Por su interés reproducimos dicha entrevista.
¿Cuál es la principal dificultad en la relación entre la UE y las iglesias tradicionales?
La principal dificultad radica en que, si bien la UE está formalmente obligada a dialogar con las iglesias en virtud del artículo 17 del Tratado de Funcionamiento de la UE, en la práctica, este diálogo ha quedado vaciado de contenido. Se organizan reuniones periódicas, pero estas no tienen una influencia real en el diseño de políticas ni en la distribución de fondos. Se toman decisiones importantes sin tener en cuenta la experiencia y el profundo conocimiento que tienen las iglesias sobre las necesidades de las comunidades locales, los retos sociales, la cohesión y la paz.
Además, hemos detectado graves irregularidades en los programas europeos: se da preferencia sistemática a las ONG progresistas, mientras que se excluye a las organizaciones religiosas porque supuestamente no cumplen los valores del artículo 2, que se interpretan cada vez más de forma ideológica y restrictiva.
¿Crees que la UE ya no considera al cristianismo una parte esencial de Europa?
Esa es una pregunta muy interesante y preocupante. Parece que la dimensión humanitaria y moral del cristianismo solo se reconoce en las relaciones exteriores, cuando la UE habla de ayuda humanitaria en otros continentes. Pero dentro de Europa, estas dimensiones parecen no tener importancia.
Incluso cuando las iglesias ofrecen servicios sociales, atienden a los necesitados, contribuyen a la integración de los marginados o a la defensa de los derechos humanos, la UE prefiere canalizar recursos a ONG laicas que actúan como «iglesias paralelas», pero sin un trasfondo de valores ni legitimidad histórica. Esto no es solo una cuestión administrativa; es una negación cultural y espiritual de las raíces de Europa.
¿Por qué crees que las instituciones europeas actúan así? ¿Acaso no necesitan a las iglesias?
Es una mezcla de secularización agresiva y cálculo político. La secularización ha vaciado el papel público de las iglesias, reduciéndolas a actores privados sin voz institucional. Políticamente, la UE ha optado por fortalecer las redes progresistas, que son más fáciles de alinear con los objetivos centralizados de Bruselas.
Las iglesias, por otro lado, representan comunidades locales, tradiciones nacionales y formas de pensar que a menudo chocan con las agendas ideológicas actuales. Esto incomoda a los burócratas progresistas de Bruselas. Incluso estructuras formales como la COMECE (Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea) han perdido relevancia. Si bien bajo el papa Francisco hubo cierta actividad, la participación real en las decisiones ha sido mínima. Y con la elección de un nuevo papa aún por parte del gobierno, la incertidumbre no hace más que aumentar.
¿Hay aliados en el Parlamento Europeo para revertir esta situación?
Sí, los principales aliados se encuentran entre los eurodiputados conservadores, especialmente en grupos como los Patriotas o el grupo ECR (Conservadores y Reformistas Europeos). Sorprendentemente, incluso muchos que se autodenominan demócrata-cristianos no priorizan este tema. Pero el contexto podría cambiar.
Se acercan las negociaciones para el nuevo Marco Financiero Plurianual (MFP), que será clave. En ese marco, podemos proponer cambios para visibilizar la desigualdad actual y permitir que las iglesias participen en igualdad de condiciones. Con una estrategia bien diseñada y el apoyo de los aliados parlamentarios, hay margen para introducir reformas.
¿Es optimista sobre el futuro? ¿Puede el cristianismo sobrevivir en el proyecto europeo?
Hay motivos para la esperanza, pero no para la ingenuidad. Países como Hungría demuestran que una estrecha colaboración entre el gobierno y las iglesias puede fortalecer las políticas públicas y la identidad nacional.
Polonia tuvo un modelo exitoso bajo el gobierno de Ley y Justicia (PiS), pero ahora, con el cambio político, las iglesias están siendo marginadas incluso a nivel local, bajo la presión de Bruselas. Las instituciones europeas están utilizando el poder financiero como herramienta política: si colaboras con las iglesias, no recibes fondos. Esto representa una grave amenaza.
Por lo tanto, para ganar, necesitamos cambiar las reglas desde dentro, especialmente en el ámbito legislativo.
¿Tienen los gobiernos nacionales alguna capacidad para protegerse de estas imposiciones?
Deberían tenerlo, pero cada vez es más difícil. Bruselas impulsa la llamada condicionalidad inteligente, lo que significa que los fondos europeos no se entregarán a los gobiernos a menos que cumplan ciertos criterios, muchos de los cuales se definen política e ideológicamente bajo el paraguas del Estado de derecho.
Esto permite eludir a los gobiernos nacionales y financiar directamente a ONG afines a valores progresistas, reforzando así su poder. Si no se frenan estas tendencias, no solo las iglesias, sino también los propios Estados miembros, perderán su soberanía real.